Hoy, como otras tantas veces, soy el primer ser vivo que hace su arribo a esta redacción. Inicié la semana despertando a las 4:00 de la madrugada. Preparé café y bebí unas cuantas tazas mientras leía A las 6:45 encendí el carro y antes de las 7:00 ya cruzaba la caseta. Desde hace algunos años despierto cada vez más temprano y el día por cierto, es cada vez más corto.
Los días se esfuman y el minuto se devalúa más rápido que el peso. Las dos obsesiones de mi presente: El tiempo y la memoria. El avance del reloj es inclemente. El presente perdido es la búsqueda del Grial. Y... ¿He dicho la memoria? Lo olvidé. De niño tuve un cerebro de imán, un disco duro poderoso capaz de retener, almacenar y procesar un Aleph
Se bien que muchos años después (si es que para entonces estoy vivo) recordaré este verano.
El equipo más pestilente de México vino a jugar a Tijuana contra los Xoloitzcuintles de Hank Rhon. Tardecita cervecera en el CREA bajo el cachondo sol de julio. Ni falta hace decir que apoyé con todo a los perros aztecas tijuaneros, pero el pelón araucano demostró que viene en serio. No me resta más que desear que al Chupete lo expulsen antes del Clásico o le de chorrillo o lo llamen a la selección chilena, pero tengo motivos de sobra para desear que no juegue el derby. Tres golecitos se despachó el pinche Suazo. Después la furia tijuanera reaccionó con dos goles de Olsina, antes de un gol anulado y un penal comido. 2-3 que pudo ser 3-3. Conclusión: Las rayas y su afición apestan.
Pasos de Gutenberg
Los Amantes de Estocolmo
Roberto Ampuero
Planeta
Por Daniel Salinas
Y sigue la mata dando con este vicio incurable de leer novelas policiales. Otra novela negra a Pasos de Gutenberg antes de ir a hacer más crítica la sobrepoblación de mis libreros, hace tanto tiempo rebasados en su capacidad. Pero los vicios son así, irracionales, traicioneros y suelen asaltarlo a uno en los momentos menos indicados. Si de manías hablamos, debo confesar que una vez más adquirí un libro por pura y vil corazonada, sin referencias ni comentarios previos. Esto de agarrar un libro al azar sigue siendo una de mis apuestas favoritas. Claro, hay un riesgo de perder y hacerse de ejemplares que dan ganas de dejarlos tirados antes de las primeras diez páginas, pero la realidad es que las sorpresas gratas han sido más que las desilusiones. Algunos de mis autores de cabecera e isla desierta fueron cazados en una pepena aleatoria. Deambulando por la Librería de las Californias en el Cecut vi un título que me llamó la atención: Los amantes de Estocolmo. Su autor, el chileno Roberto Ampuero, un narrador que en su país es bastante popular y tiene un largo millaje recorrido, aunque hasta esa mañana yo jamás lo había oído mentar. La siempre mentirosa contraportada me hablaba de una novela policial que, como parece obviar el título, se desarrolla en Suecia. Tal vez sea la adicción al death metal sueco, a la historia vikinga y el culto a las novelas de Henning Mankell , pero lo cierto es que la geografía fue el gancho. Si la novela se hubiera desarrollado en Estados Unidos o en Francia o en cualquier otro lugar, hubiera pasado de largo, pero Escandinavia llama. Así las cosas, metí diente a Los amantes de Estocolmo y parece que la apuesta, una vez más, fue provechosa. La historia comienza con una mujer muerta, que es por cierto lo primero que uno ve en la portada (¿estará muerta la dama semidesnuda de la tapa o sólo duerme?) La vecina del narrador en primera persona se ha suicidado. El narrador se llama Cristóbal Pasos, es chileno y, mire usted que coincidencia, es escritor. Pasos vive en un elegante barrio de Estocolmo con su esposa Marcela, también chilena e intenta, infructuosamente, concentrarse en la elaboración de una novela. Pero el narrador padece el síndrome de la pluma impotente ante la página blanca. No puede concentrarse y la muerte de su vecina, a la que ni siquiera lo conocía, lo perturba. Pero los verdaderos demonios interiores irrumpen en la vida de Cristóbal Pasos cuando por casualidad descubre en la maleta de su mujer unas prendas de lencería erótica que Marcela jamás ha empleado con él. Los celos han llegado para quedarse y bien sabido es que no hay peor infierno individual. Pero la manía espía y persecutoria de Pasos en busca del amante de su mujer, le llevará a descubrimientos más macabros y aterradores. Y aquí le paramos, que si de por sí es de pésimo gusto contar los finales de las novelas, cuando son policíacas el asunto es crimen mayor.
Los días se esfuman y el minuto se devalúa más rápido que el peso. Las dos obsesiones de mi presente: El tiempo y la memoria. El avance del reloj es inclemente. El presente perdido es la búsqueda del Grial. Y... ¿He dicho la memoria? Lo olvidé. De niño tuve un cerebro de imán, un disco duro poderoso capaz de retener, almacenar y procesar un Aleph
Se bien que muchos años después (si es que para entonces estoy vivo) recordaré este verano.
El equipo más pestilente de México vino a jugar a Tijuana contra los Xoloitzcuintles de Hank Rhon. Tardecita cervecera en el CREA bajo el cachondo sol de julio. Ni falta hace decir que apoyé con todo a los perros aztecas tijuaneros, pero el pelón araucano demostró que viene en serio. No me resta más que desear que al Chupete lo expulsen antes del Clásico o le de chorrillo o lo llamen a la selección chilena, pero tengo motivos de sobra para desear que no juegue el derby. Tres golecitos se despachó el pinche Suazo. Después la furia tijuanera reaccionó con dos goles de Olsina, antes de un gol anulado y un penal comido. 2-3 que pudo ser 3-3. Conclusión: Las rayas y su afición apestan.
Pasos de Gutenberg
Los Amantes de Estocolmo
Roberto Ampuero
Planeta
Por Daniel Salinas
Y sigue la mata dando con este vicio incurable de leer novelas policiales. Otra novela negra a Pasos de Gutenberg antes de ir a hacer más crítica la sobrepoblación de mis libreros, hace tanto tiempo rebasados en su capacidad. Pero los vicios son así, irracionales, traicioneros y suelen asaltarlo a uno en los momentos menos indicados. Si de manías hablamos, debo confesar que una vez más adquirí un libro por pura y vil corazonada, sin referencias ni comentarios previos. Esto de agarrar un libro al azar sigue siendo una de mis apuestas favoritas. Claro, hay un riesgo de perder y hacerse de ejemplares que dan ganas de dejarlos tirados antes de las primeras diez páginas, pero la realidad es que las sorpresas gratas han sido más que las desilusiones. Algunos de mis autores de cabecera e isla desierta fueron cazados en una pepena aleatoria. Deambulando por la Librería de las Californias en el Cecut vi un título que me llamó la atención: Los amantes de Estocolmo. Su autor, el chileno Roberto Ampuero, un narrador que en su país es bastante popular y tiene un largo millaje recorrido, aunque hasta esa mañana yo jamás lo había oído mentar. La siempre mentirosa contraportada me hablaba de una novela policial que, como parece obviar el título, se desarrolla en Suecia. Tal vez sea la adicción al death metal sueco, a la historia vikinga y el culto a las novelas de Henning Mankell , pero lo cierto es que la geografía fue el gancho. Si la novela se hubiera desarrollado en Estados Unidos o en Francia o en cualquier otro lugar, hubiera pasado de largo, pero Escandinavia llama. Así las cosas, metí diente a Los amantes de Estocolmo y parece que la apuesta, una vez más, fue provechosa. La historia comienza con una mujer muerta, que es por cierto lo primero que uno ve en la portada (¿estará muerta la dama semidesnuda de la tapa o sólo duerme?) La vecina del narrador en primera persona se ha suicidado. El narrador se llama Cristóbal Pasos, es chileno y, mire usted que coincidencia, es escritor. Pasos vive en un elegante barrio de Estocolmo con su esposa Marcela, también chilena e intenta, infructuosamente, concentrarse en la elaboración de una novela. Pero el narrador padece el síndrome de la pluma impotente ante la página blanca. No puede concentrarse y la muerte de su vecina, a la que ni siquiera lo conocía, lo perturba. Pero los verdaderos demonios interiores irrumpen en la vida de Cristóbal Pasos cuando por casualidad descubre en la maleta de su mujer unas prendas de lencería erótica que Marcela jamás ha empleado con él. Los celos han llegado para quedarse y bien sabido es que no hay peor infierno individual. Pero la manía espía y persecutoria de Pasos en busca del amante de su mujer, le llevará a descubrimientos más macabros y aterradores. Y aquí le paramos, que si de por sí es de pésimo gusto contar los finales de las novelas, cuando son policíacas el asunto es crimen mayor.