Mago de Oz en Tijuana
Por Daniel Salinas Basave
La voz dormida despertó y se transformó en una auténtica fiesta pagana, un aquelarre de sábado nocturno celebrado por más de 4 mil tijuanenses que bailaron la danza del fuego al compás que les tocó Mago de Oz.
Nueve músicos derrochando virtuosismo sobre un escenario a lo largo de casi tres horas de concierto volvieron loco a un público donde lo mismo había niños de diez años, jovencitas quinceañeras y veteranos rockeros.
Luego de deambular casi dos meses a lo largo de todo el país con actuaciones históricas como la de Plaza México ante un lleno de 30 mil personas, Mago de Oz se despidió de la República Mexicana precisamente en Tijuana, ciudad que visitaron por vez primera la noche del sábado.
Al filo del medio día, cuando faltaban aún siete horas para el concierto, ya podía verse a más de 50 jóvenes en la puerta del Auditorio Fausto Gutiérrez esperando a que las puertas se abrieran para alcanzar un lugar lo más cerca del escenario.
Pasadas las 18:00 había ya una larga fila que con el paso de los minutos acabó por darle una vuelta completa a la cuadra.
Las extremas medidas de seguridad hicieron lento el ingreso al recinto mientras algunos jóvenes empezaban a impacientarse amontonados ante la puerta.
Finalmente, pasadas las 20:00, el Auditorio estaba casi a reventar y la euforia a flor de piel, pues con las luces aún encendidas y el Back in Black de AC DC sonando en las bocinas, los jóvenes ya empezaban a bailar y arrojarse en conatos de slam.
Por ello, cuando las luces se apagaron, no hubo quien pudiera contener la locura mientras en la oscuridad sonaba la clásica obertura Volaverunt Opus 666.
Trás los tambores apareció la figura de Txus, baterista y líder del grupo portando una bandera de México.
Fue entonces cuando ataviados con gabardinas de cuero los ocho músicos restantes saltaron al escenario interpretando La voz dormida. Tres guitarras, un violín, una flauta travesera, un bajo y un teclado hicieron las delicias de la concurrencia, aunque las fallas sónicas jugaron algunos malos tragos que no pasaron desapercibidos.
Por desgracia los tijuanenses no pudieron ver la escenografía completa que utiliza el grupo con una enorme catedral gótica y un juego de luces, pues la infraestructura del lugar no hace posible el complicado montaje, sin embargo, con todo y su austero escenario desnudo los magos dejaron el alma en su actuación.
Sin mayores preámbulos ni saludos, la banda continuó con Satania y sólo hasta el final de esta canción José Andrea, cantante del grupo, saludó a Tijuana para dar paso al clásico Jesús de Chamberí, uno de los temas más viejos del Mago.
En la cuarta canción, José anunció una muy mala noticia: Patricia Tapia, su vocalista femenina, estaba enferma y había tenido que regresar a Madrid, por lo que los tijuanenses se privarían de escuchar en vivo su bellísima voz , que se extrañó mucho en el Poema de la lluvia triste que no sonó igual sin ella.
José invitó a la concurrencia a celebrar un Aquelarre irrumpió oscuro y contundente para dar paso al primer momento de máxima euforia de la noche cuando el Mago descargó Fiesta pagana, tema que puso a todos a bailar enloquecidos.
Carlos Prieto Mohamed ponía a todos a danzar con su violín en tanto que Frank, Carlitos y Jorge Salán desparramaban virtuosismo guitarrero y Fernando Ponce ponía el toque armónico con su flauta.
Cuerpos nadaban entre decenas de brazos e incluso hubo un joven que surfeando sobre una tabla sostenida por el público logró llegar hasta el escenario para hacer confesar al cantante que nunca en su vida había visto a alguien llegar de esa forma hasta ellos.
Con ?La costa del silencio? bajó un poco la temperatura pero Hasta que el cuerpo aguante sonó como el título perfecto para definir la noche que volvió a calentarse con Diabulus in Música, La Danza del fuego y La rosa de los vientos.
Claro que hubo también espacios románticos como fue la interpretación de Desde mi cielo, una buena dosis hardrockera con Hazme un sitio entre tu piel y una demostración de virtuosismo flamenco al puro estilo de Paco de Lucía con El príncipe de la dulce pena.
A la hora de los solos los magos demostraron que con guitarras se puede interpretar lo mismo a Mozart que a Blackmoore, mientras que Txus, en su calidad de líder del grupo, no dejó pasar la oportunidad de heredarle un rato los tambores a Joaquín el Niño Arellano, su baterista invitado para bajar a cantar, aunque a decir verdad la cantada no es lo de Txus.
Hubo también espacio para el momento lúdico que arrancó varias carcajadas cuando un muñeco que representa a un pene gigante se puso a bailar sobre el escenario mientras la gente brindaba y bailaba con La posada de los muertos.
El gran detalle de la noche llegó al momento de rematar la velada con la eufórica y mil veces solicitada Molinos de viento misma que fue interpretada por toda la banda vistiendo trajes de mariachis mientras la concurrencia bailaba frenética y se arrojaba sobre el escenario como el Quijote atacando gigantes imaginarios. Habían trasncurrido casi tres horas de concierto y aunque eran muchos los que exigían La cantata del Diablo, la opera rock de más de 21 minutos de duración, era tiempo de regresar a casa en tanto que Mago de Oz decía adiós a Tijuana y a México jurando regresar muy pronto a un lugar que les hizo un sitio entre su piel y en su corazón.
Por Daniel Salinas Basave
La voz dormida despertó y se transformó en una auténtica fiesta pagana, un aquelarre de sábado nocturno celebrado por más de 4 mil tijuanenses que bailaron la danza del fuego al compás que les tocó Mago de Oz.
Nueve músicos derrochando virtuosismo sobre un escenario a lo largo de casi tres horas de concierto volvieron loco a un público donde lo mismo había niños de diez años, jovencitas quinceañeras y veteranos rockeros.
Luego de deambular casi dos meses a lo largo de todo el país con actuaciones históricas como la de Plaza México ante un lleno de 30 mil personas, Mago de Oz se despidió de la República Mexicana precisamente en Tijuana, ciudad que visitaron por vez primera la noche del sábado.
Al filo del medio día, cuando faltaban aún siete horas para el concierto, ya podía verse a más de 50 jóvenes en la puerta del Auditorio Fausto Gutiérrez esperando a que las puertas se abrieran para alcanzar un lugar lo más cerca del escenario.
Pasadas las 18:00 había ya una larga fila que con el paso de los minutos acabó por darle una vuelta completa a la cuadra.
Las extremas medidas de seguridad hicieron lento el ingreso al recinto mientras algunos jóvenes empezaban a impacientarse amontonados ante la puerta.
Finalmente, pasadas las 20:00, el Auditorio estaba casi a reventar y la euforia a flor de piel, pues con las luces aún encendidas y el Back in Black de AC DC sonando en las bocinas, los jóvenes ya empezaban a bailar y arrojarse en conatos de slam.
Por ello, cuando las luces se apagaron, no hubo quien pudiera contener la locura mientras en la oscuridad sonaba la clásica obertura Volaverunt Opus 666.
Trás los tambores apareció la figura de Txus, baterista y líder del grupo portando una bandera de México.
Fue entonces cuando ataviados con gabardinas de cuero los ocho músicos restantes saltaron al escenario interpretando La voz dormida. Tres guitarras, un violín, una flauta travesera, un bajo y un teclado hicieron las delicias de la concurrencia, aunque las fallas sónicas jugaron algunos malos tragos que no pasaron desapercibidos.
Por desgracia los tijuanenses no pudieron ver la escenografía completa que utiliza el grupo con una enorme catedral gótica y un juego de luces, pues la infraestructura del lugar no hace posible el complicado montaje, sin embargo, con todo y su austero escenario desnudo los magos dejaron el alma en su actuación.
Sin mayores preámbulos ni saludos, la banda continuó con Satania y sólo hasta el final de esta canción José Andrea, cantante del grupo, saludó a Tijuana para dar paso al clásico Jesús de Chamberí, uno de los temas más viejos del Mago.
En la cuarta canción, José anunció una muy mala noticia: Patricia Tapia, su vocalista femenina, estaba enferma y había tenido que regresar a Madrid, por lo que los tijuanenses se privarían de escuchar en vivo su bellísima voz , que se extrañó mucho en el Poema de la lluvia triste que no sonó igual sin ella.
José invitó a la concurrencia a celebrar un Aquelarre irrumpió oscuro y contundente para dar paso al primer momento de máxima euforia de la noche cuando el Mago descargó Fiesta pagana, tema que puso a todos a bailar enloquecidos.
Carlos Prieto Mohamed ponía a todos a danzar con su violín en tanto que Frank, Carlitos y Jorge Salán desparramaban virtuosismo guitarrero y Fernando Ponce ponía el toque armónico con su flauta.
Cuerpos nadaban entre decenas de brazos e incluso hubo un joven que surfeando sobre una tabla sostenida por el público logró llegar hasta el escenario para hacer confesar al cantante que nunca en su vida había visto a alguien llegar de esa forma hasta ellos.
Con ?La costa del silencio? bajó un poco la temperatura pero Hasta que el cuerpo aguante sonó como el título perfecto para definir la noche que volvió a calentarse con Diabulus in Música, La Danza del fuego y La rosa de los vientos.
Claro que hubo también espacios románticos como fue la interpretación de Desde mi cielo, una buena dosis hardrockera con Hazme un sitio entre tu piel y una demostración de virtuosismo flamenco al puro estilo de Paco de Lucía con El príncipe de la dulce pena.
A la hora de los solos los magos demostraron que con guitarras se puede interpretar lo mismo a Mozart que a Blackmoore, mientras que Txus, en su calidad de líder del grupo, no dejó pasar la oportunidad de heredarle un rato los tambores a Joaquín el Niño Arellano, su baterista invitado para bajar a cantar, aunque a decir verdad la cantada no es lo de Txus.
Hubo también espacio para el momento lúdico que arrancó varias carcajadas cuando un muñeco que representa a un pene gigante se puso a bailar sobre el escenario mientras la gente brindaba y bailaba con La posada de los muertos.
El gran detalle de la noche llegó al momento de rematar la velada con la eufórica y mil veces solicitada Molinos de viento misma que fue interpretada por toda la banda vistiendo trajes de mariachis mientras la concurrencia bailaba frenética y se arrojaba sobre el escenario como el Quijote atacando gigantes imaginarios. Habían trasncurrido casi tres horas de concierto y aunque eran muchos los que exigían La cantata del Diablo, la opera rock de más de 21 minutos de duración, era tiempo de regresar a casa en tanto que Mago de Oz decía adiós a Tijuana y a México jurando regresar muy pronto a un lugar que les hizo un sitio entre su piel y en su corazón.