El disco que suena sin parar en el estéreo y en mi cabeza durante las últimas semanas: Gaia II, La Voz Dormida de Mago de Oz, que el próximo sábado 27 de mayo se presenta en el Auditorio de Tijuana. Ahí estaremos, por supuesto.
Una frase de este disco destaca por su belleza y contundencia: La única iglesia que ilumina es la que arde.
Semana ajetreada la que me me espera. Un par de participaciones en un foro sobre migración a celebrarse en la UABC enlazado a Los Ángeles, una invitación a un curso de periodismo con colegas del New York Times en la casa del cónsul de USA en Tijuana Dave Stewart, en un horario nocturno incómodo durante cuatro días y para rematar el viernes, un panel en la feria del libro de Tijuana sobre rock y literatura con mis compas de la Ciruela Eléctrica y mi colega periodista Fernando del Monte. Y el sábado a la fiesta pagana con el Mago de Oz. ¿Sobreviviré a estos siete días?
Tomás o Carrillo
Como un fiel católico que aguarda en la plaza de San Pedro a que los cardenales arrojen humo blanco para conocer al nuevo papa, yo aguardo con impaciencia el nombramiento del nuevo técnico de los Tigres. Luego de especular con gente del tamaño de Bielsa y mi tocayo Pasarella (que tan mal me cae), las opciones se reducen a Mario Carrillo y a Tomás Boy. Ninguno me agrada. Bueno, el Capello Carrillo no me agrada absolutamente nada. Otro valium para dormir, otro técnico patético, aburrido y sin personalidad. Por desgracia es el más viable. A Tomás Boy lo tengo en un altar como fiel devoto que soy de la Iglesia Tigre. Aún recuerdo aquel mayo de 1988, cuando en las tribunas del Universitario acompañado de mi padrino José Manuel lo vi jugar por última vez. Aquel partido contra Pumas lo ganamos 2 a 1 y el mítico 8 dio la vuelta olímpica. En aquel entonces yo aguardaba el regreso de Tomás a la banca de Tigres como quien aguarda el retorno del Mesías a la Tierra. Pero pasiones aparte, creo que Tomás no ha sido un gran técnico. Un par de grandes temporadas con Veracruz y Morelia, pero muchos fracasos, contando entre ellos el acto de alta traición de ir a dirigir a la basura rayada en 1997, cosa que aún no olvido ni perdono (le ganamos los dos clásicos para castigar la traición). Aún así, de Tomás a Carrillo, pues mil veces Tomás. No se les olvide que al Capello Carrillo defensivo y aburrido, retoño de la calva de Lapuente, Batocletti le dio una patada en el culo al son de 4 a 1 en el Azteca y le causamos una depresión de la que aún no se recupera. Hubiera preferido a Romano o al Flaco Tena, pero ya los amarraron Atlas y América. Es más, bienvenido Hugo Sánchez o el regreso de Pumpido, el mejor técnico Tigre después de Miloc. Pero reducidas las opciones, no me queda más que prenderle mi velita a Tomás o por qué no, pedir que vuelva el buen Batocletti que nunca nos ha hecho quedar mal.
De potosinos y británicos
No es un acto de pedantería ni una pose, pero les juro que no he visto un solo partido de la liguilla del futbol mexicano. Simplemente no me ha interesado. Una liguilla sin Tigres es un cielo sin estrellas y la realidad es que el futbol de este país sólo lo veo por mi equipo. Todo lo demás me aburre. La verdad es que luego de degustar manjares gourmet en la Champions, ver al Pachuca me parece como tragar una bolsa de papitas rancias en el Oxxo.
Si mañana no hay otra cosa que hacer, tal vez vea la final y ojalá la gane San Luis, pues por obvias razones rencorosas, profeso una inocultable repugnancia por los tuzos.
Por cierto, entre la fiebre barcelonista, se me olvidó reseñar uno de los mejores juegos que he contemplado en los últimos años disputado el pasado sábado. Fue la final de la Copa FA de Inglaterra, en el estadio Milenium de Cadiff Gales entre WestHam y Liverpool. La Copa FA es el torneo futbolero más viejo de la historia. Se empezó a jugar allá por 1880 y 126 años después se sigue jugando. Que perro juegazo señores. Enamorado como estoy del futbol de Inglaterra, no podía perderme este juego que puso en evidencia, una vez más, que los juegos más emocionantes del planeta se juegan en Gran Bretaña. Yo hinchaba por el WestHam, dado que soy cardenal en la iglesia de la mejor banda de rock que ha habido sobre este planeta, que por si no lo saben se llama Iron Maiden. Steve Harris, bajista fundador y líder dela Doncella de Hierro, fue jugador del WestHam en los años 70 y no son pocas las veces que los Maiden salen a los conciertos con la camiseta de los Hammers londinenses. Si la mejor banda de la Tierra apoya al WestHam, luego entonces yo lo he de apoyar y mira que Liverpool me cae bien. Los martillos de Londres se pusieron arriba 2 a 0, pero la armada roja de Anfield empató a 2. Un golazo puso 3 a 2 a WestHam, pero olvidamos que los del Puerto nunca caminan solos y son expertos en milagros. Gerard enterró un megagolazo en tiempo de compensación. 3 a 3. Tiempos extras en cero y penales. Reyna en plan grande (adios titularidad en España señor Casillas) paró tres disparos. La Leyenda de Anfield Road coronó otra hazaña y levantó la copa más antigua en un partido que fue un homenaje en poesía pura al juego más hermoso.
Pasos de Gutenberg
Apuntes para mis hijos
Benito Juárez García
Ilcsa Ediciones
Por Daniel Salinas Basave
Ha sido una grata sorpresa recibir una edición bajacaliforniana de ?Apuntes para mis hijos?, el texto autobiográfico de Benito Juárez García.
Cuesta trabajo creer que la obra del máximo símbolo nacionalista de la historia mexicana no haya tenido más difusión.
Si bien a partir de 1957, con motivo del centenario de la Constitución, el Gobierno Federal imprimió ediciones de lujo, como la hecha por la Secretaría de Hacienda, llama la atención que este libro no sea de rigurosa presencia en las librerías mexicanas.
De ahí que sea loable la labor y esfuerzo realizados por Raúl Pérez Rojas, coordinador de la edición, que tuvo el buen detalle de incluir en cada página impar del volumen una reproducción del manuscrito original de Juárez.
La generación liberal de las Leyes de Reforma heredó una buena cofradía de escritores. Guillermo Prieto, inmortal por su salvadora arenga de ?los valientes no asesinan?, trascendió, más que como el fiel hombre de estado, como un romántico poeta. Vicente Riva Palacio, general del Ejército Republicano durante la intervención francesa, fue notable cuentista e historiador. Ello por no hablar de la gran labor ensayística de los teóricos del liberalismo, que tienen en el doctor José María Luis Mora su máximo referente. Los liberales heredaron miles de páginas de ensayo, poesía y narrativa. Sin embargo, el Zeus del pandemonio reformista permaneció prácticamente en la agrafía. Encarnizados han sido los debates surgidos en torno a los libros escritos sobre la figura de Juárez, empezando por aquel esgrima intelectual del porfiriato motivado, en plena época cientificista, por ?El verdadero Juárez? de Francisco Bulnes y el ?Juárez, su obra y su tiempo? de Justo Sierra, siguiendo a mediados del siglo pasado con el polémico ?Juárez y los Estados Unidos? de José Fuentes Mares o la monumental colección del ?Liberalismo mexicano? de Jesús Reyes Heroles. Sin embargo, en un turbulento mar de páginas escritas en torno a la obra y figura de Juárez, no nos hemos detenido a leer la breve, sencilla aunque no por ello menos valiosa obra del Benemérito.
Lo primero que sorprende al comenzar a leer ?Apuntes para mis hijos?, es la extrema sencillez de la pluma de Juárez. No hay en estas páginas elementos rebuscados ni doctas disertaciones tan propias de la época. Son los espontáneos y honestos apuntes que un padre de familia lega a sus hijos. En un Siglo XIX caracterizado por la grandilocuencia literaria, las letras de Juárez son simples, desnudas de toda ambición de trascendencia. No hay preámbulos, prólogos o exposiciones de motivos. El primer párrafo denota la humilde sobriedad de la obra: ?El 21 de marzo de 1806 nací en el pueblo de San Pablo de Guelatao de la jurisdicción de Santo Tomás Ixtlán en el Estado de Oaxaca?. La obra es un excelente punto de partida para comprender la génesis del que después sería Presidente de la República. Nos encontramos aquí con el pastorcillo zapoteca criado por su tío Bernardino Juárez que hace esfuerozos por aprender el castellano y su fuga a la ciudad de Oaxaca a donde marchó a píe el 17 de diciembre de 1818. Su ingreso al seminario y sus posteriores estudios de leyes. El ejercicio de la abogacía, la gubernatura de Oaxaca, el exilio, la Suprema Corte de Justicia, las Leyes de Reforma y como gran final del libro la Constitución de 1857. No se puede escribir la historia de lo que pudo haber sido, pero es una lástima que estos apuntes autobiográficos no hayan narrado la etapa presidencial de Juárez, los años de la Guerra de Reforma, la Intervención Francesa y la República Restaurada. Me hubiera gustado mucho leer como habría narrado Juárez sus años en el carruaje durante el Imperio de Maximiliano o su justificación del tratado McLane Ocampo en 1859, pero no se puede pedir todo. De cualquier manera, este libro de fácil y ágil lectura, es una excelente herramienta para entender la personalidad del ser que definió los cimientos legales de la nación mexicana.
Una frase de este disco destaca por su belleza y contundencia: La única iglesia que ilumina es la que arde.
Semana ajetreada la que me me espera. Un par de participaciones en un foro sobre migración a celebrarse en la UABC enlazado a Los Ángeles, una invitación a un curso de periodismo con colegas del New York Times en la casa del cónsul de USA en Tijuana Dave Stewart, en un horario nocturno incómodo durante cuatro días y para rematar el viernes, un panel en la feria del libro de Tijuana sobre rock y literatura con mis compas de la Ciruela Eléctrica y mi colega periodista Fernando del Monte. Y el sábado a la fiesta pagana con el Mago de Oz. ¿Sobreviviré a estos siete días?
Tomás o Carrillo
Como un fiel católico que aguarda en la plaza de San Pedro a que los cardenales arrojen humo blanco para conocer al nuevo papa, yo aguardo con impaciencia el nombramiento del nuevo técnico de los Tigres. Luego de especular con gente del tamaño de Bielsa y mi tocayo Pasarella (que tan mal me cae), las opciones se reducen a Mario Carrillo y a Tomás Boy. Ninguno me agrada. Bueno, el Capello Carrillo no me agrada absolutamente nada. Otro valium para dormir, otro técnico patético, aburrido y sin personalidad. Por desgracia es el más viable. A Tomás Boy lo tengo en un altar como fiel devoto que soy de la Iglesia Tigre. Aún recuerdo aquel mayo de 1988, cuando en las tribunas del Universitario acompañado de mi padrino José Manuel lo vi jugar por última vez. Aquel partido contra Pumas lo ganamos 2 a 1 y el mítico 8 dio la vuelta olímpica. En aquel entonces yo aguardaba el regreso de Tomás a la banca de Tigres como quien aguarda el retorno del Mesías a la Tierra. Pero pasiones aparte, creo que Tomás no ha sido un gran técnico. Un par de grandes temporadas con Veracruz y Morelia, pero muchos fracasos, contando entre ellos el acto de alta traición de ir a dirigir a la basura rayada en 1997, cosa que aún no olvido ni perdono (le ganamos los dos clásicos para castigar la traición). Aún así, de Tomás a Carrillo, pues mil veces Tomás. No se les olvide que al Capello Carrillo defensivo y aburrido, retoño de la calva de Lapuente, Batocletti le dio una patada en el culo al son de 4 a 1 en el Azteca y le causamos una depresión de la que aún no se recupera. Hubiera preferido a Romano o al Flaco Tena, pero ya los amarraron Atlas y América. Es más, bienvenido Hugo Sánchez o el regreso de Pumpido, el mejor técnico Tigre después de Miloc. Pero reducidas las opciones, no me queda más que prenderle mi velita a Tomás o por qué no, pedir que vuelva el buen Batocletti que nunca nos ha hecho quedar mal.
De potosinos y británicos
No es un acto de pedantería ni una pose, pero les juro que no he visto un solo partido de la liguilla del futbol mexicano. Simplemente no me ha interesado. Una liguilla sin Tigres es un cielo sin estrellas y la realidad es que el futbol de este país sólo lo veo por mi equipo. Todo lo demás me aburre. La verdad es que luego de degustar manjares gourmet en la Champions, ver al Pachuca me parece como tragar una bolsa de papitas rancias en el Oxxo.
Si mañana no hay otra cosa que hacer, tal vez vea la final y ojalá la gane San Luis, pues por obvias razones rencorosas, profeso una inocultable repugnancia por los tuzos.
Por cierto, entre la fiebre barcelonista, se me olvidó reseñar uno de los mejores juegos que he contemplado en los últimos años disputado el pasado sábado. Fue la final de la Copa FA de Inglaterra, en el estadio Milenium de Cadiff Gales entre WestHam y Liverpool. La Copa FA es el torneo futbolero más viejo de la historia. Se empezó a jugar allá por 1880 y 126 años después se sigue jugando. Que perro juegazo señores. Enamorado como estoy del futbol de Inglaterra, no podía perderme este juego que puso en evidencia, una vez más, que los juegos más emocionantes del planeta se juegan en Gran Bretaña. Yo hinchaba por el WestHam, dado que soy cardenal en la iglesia de la mejor banda de rock que ha habido sobre este planeta, que por si no lo saben se llama Iron Maiden. Steve Harris, bajista fundador y líder dela Doncella de Hierro, fue jugador del WestHam en los años 70 y no son pocas las veces que los Maiden salen a los conciertos con la camiseta de los Hammers londinenses. Si la mejor banda de la Tierra apoya al WestHam, luego entonces yo lo he de apoyar y mira que Liverpool me cae bien. Los martillos de Londres se pusieron arriba 2 a 0, pero la armada roja de Anfield empató a 2. Un golazo puso 3 a 2 a WestHam, pero olvidamos que los del Puerto nunca caminan solos y son expertos en milagros. Gerard enterró un megagolazo en tiempo de compensación. 3 a 3. Tiempos extras en cero y penales. Reyna en plan grande (adios titularidad en España señor Casillas) paró tres disparos. La Leyenda de Anfield Road coronó otra hazaña y levantó la copa más antigua en un partido que fue un homenaje en poesía pura al juego más hermoso.
Pasos de Gutenberg
Apuntes para mis hijos
Benito Juárez García
Ilcsa Ediciones
Por Daniel Salinas Basave
Ha sido una grata sorpresa recibir una edición bajacaliforniana de ?Apuntes para mis hijos?, el texto autobiográfico de Benito Juárez García.
Cuesta trabajo creer que la obra del máximo símbolo nacionalista de la historia mexicana no haya tenido más difusión.
Si bien a partir de 1957, con motivo del centenario de la Constitución, el Gobierno Federal imprimió ediciones de lujo, como la hecha por la Secretaría de Hacienda, llama la atención que este libro no sea de rigurosa presencia en las librerías mexicanas.
De ahí que sea loable la labor y esfuerzo realizados por Raúl Pérez Rojas, coordinador de la edición, que tuvo el buen detalle de incluir en cada página impar del volumen una reproducción del manuscrito original de Juárez.
La generación liberal de las Leyes de Reforma heredó una buena cofradía de escritores. Guillermo Prieto, inmortal por su salvadora arenga de ?los valientes no asesinan?, trascendió, más que como el fiel hombre de estado, como un romántico poeta. Vicente Riva Palacio, general del Ejército Republicano durante la intervención francesa, fue notable cuentista e historiador. Ello por no hablar de la gran labor ensayística de los teóricos del liberalismo, que tienen en el doctor José María Luis Mora su máximo referente. Los liberales heredaron miles de páginas de ensayo, poesía y narrativa. Sin embargo, el Zeus del pandemonio reformista permaneció prácticamente en la agrafía. Encarnizados han sido los debates surgidos en torno a los libros escritos sobre la figura de Juárez, empezando por aquel esgrima intelectual del porfiriato motivado, en plena época cientificista, por ?El verdadero Juárez? de Francisco Bulnes y el ?Juárez, su obra y su tiempo? de Justo Sierra, siguiendo a mediados del siglo pasado con el polémico ?Juárez y los Estados Unidos? de José Fuentes Mares o la monumental colección del ?Liberalismo mexicano? de Jesús Reyes Heroles. Sin embargo, en un turbulento mar de páginas escritas en torno a la obra y figura de Juárez, no nos hemos detenido a leer la breve, sencilla aunque no por ello menos valiosa obra del Benemérito.
Lo primero que sorprende al comenzar a leer ?Apuntes para mis hijos?, es la extrema sencillez de la pluma de Juárez. No hay en estas páginas elementos rebuscados ni doctas disertaciones tan propias de la época. Son los espontáneos y honestos apuntes que un padre de familia lega a sus hijos. En un Siglo XIX caracterizado por la grandilocuencia literaria, las letras de Juárez son simples, desnudas de toda ambición de trascendencia. No hay preámbulos, prólogos o exposiciones de motivos. El primer párrafo denota la humilde sobriedad de la obra: ?El 21 de marzo de 1806 nací en el pueblo de San Pablo de Guelatao de la jurisdicción de Santo Tomás Ixtlán en el Estado de Oaxaca?. La obra es un excelente punto de partida para comprender la génesis del que después sería Presidente de la República. Nos encontramos aquí con el pastorcillo zapoteca criado por su tío Bernardino Juárez que hace esfuerozos por aprender el castellano y su fuga a la ciudad de Oaxaca a donde marchó a píe el 17 de diciembre de 1818. Su ingreso al seminario y sus posteriores estudios de leyes. El ejercicio de la abogacía, la gubernatura de Oaxaca, el exilio, la Suprema Corte de Justicia, las Leyes de Reforma y como gran final del libro la Constitución de 1857. No se puede escribir la historia de lo que pudo haber sido, pero es una lástima que estos apuntes autobiográficos no hayan narrado la etapa presidencial de Juárez, los años de la Guerra de Reforma, la Intervención Francesa y la República Restaurada. Me hubiera gustado mucho leer como habría narrado Juárez sus años en el carruaje durante el Imperio de Maximiliano o su justificación del tratado McLane Ocampo en 1859, pero no se puede pedir todo. De cualquier manera, este libro de fácil y ágil lectura, es una excelente herramienta para entender la personalidad del ser que definió los cimientos legales de la nación mexicana.