Eterno Retorno

Tuesday, May 16, 2006

Cuando Sísifo se embriaga de absurdo

La certeza del absurdo se ha instalado en mí. Es la sensación que me domina desde hace unos días. No es una reflexión o un pensamiento. Es algo que lo inunda todo. La existencia misma apesta a absurdo en estos tiempos.
Este día, en un acto de desesperación, hice una compulsiva limpieza de mi escritorio de trabajo. Varias toneladas de papeles fueron a parar al bote de basura. Siete años de trabajo se traducen en cerros de documentos, cartas, periódicos viejos y caigo en la cuenta, una vez más, en el absurdo tan enorme que representa todo esto. Siempre me sucede lo mismo cuando me tiro un clavado en hemerotecas y mi escritorio es una de ellas, sucia y desorganizada. Hay un contrasentido en todo esto. Por una parte me confieso un vicioso del trabajo hemerográfico. Puedo pasar horas, días enteros hipnotizado en la lectura de periódicos viejos, sin embargo, al final la sensación siempre es la misma: Una absoluta desolación, un abismal vacío, un mirar a los ojos del polvo y la intrascendencia. El lastre de lo efímero, de lo fugaz, de aquello que es perecedero y se pudre más rápido que una fruta. Una conciencia de que al final, todo se redujo a una alfombra para albergar la cagada de los canarios.
El ejercicio del periodismo es el peor de los mitos de Sísifo. Nosotros aún nos creemos el cuento de que ofrecemos noticias, novedades, pero las nuevas no son nuevas. Nosotros nos hemos encargado de que las cosas sean así. Reviso mis papeles, mis viejas notas, mis planes de trabajo, un vil teatro de las redundancias. Documentos que alguna vez me costó sangre, sudor y lágrimas conseguir por contener información valiosa han sido arrojados a la basura. Mis grandes reportajes que me llevaron semanas de trabajo y desvelos son viejos papeles apolillados que mañana estarán en un camión recolector. Las notas golpe que me costaron ser demandado hoy son pasto de polillas, olvido en estado puro, el absurdo mismo materializado en papel. Podría ser romántico y decir que el periodismo escribe la historia del día a día, que trasciende y define en cierta manera el rumbo de una comunidad, pero lo cierto es que somos una piedra más en un muro de intrascendencia y ridiculez. Hay notas que alguna vez me costaron desvelos y hoy me sorprendo al ver que las he olvidado por completo. Las leo como si hubiera sido otro el que escribió. Me da un poco de risa y otro tanto de lástima. Este es mi modus vivendi y lo peor es que no me veo haciendo otra cosa. La mala vida me gusta a mí, esa malsana vocación de salmón anarquista va muy bien conmigo. El arte de ser decadencia que practico a la perfección. El periodismo escrito está enfermo de muerte. Varios médicos nos han mandado a terapia intensiva en calidad de terminales y aunque quieren darnos ánimos diciendo que aún se nos mueve una patita, no se han dado cuenta que los diarios tradicionales estamos empeñados en suicidarnos, si es que antes no cometemos genocidio matando de aburrimiento a los lectores ¿Será el blog el único futuro posible en la era de la información?

(Pero no me hagan mucho caso ni tomen en cuenta este compulsivo desparramar de agria hiel. Así son mis días. Esa es la cara del 2006, un año en que acabas por hablarte de tú con el carajo. A veces duele tomar conciencia y embriagarte a puro trago amargo de realidad, sobre todo cuando la realidad que bebes es la tuya)

El arte de ser decadencia

Me gusta tener el suficiente sentido del humor y la exacta dosis de frialdad para contemplar la decadencia sin contaminarme. Se que hay muchos tipos que se dedican profesionalmente a analizar fenómenos así: Psicólogos organizacionales, analistas de clima laboral, motivadores rimbombantes. A esos señores les pagan por detectar los focos podridos de una organización. Pues bien, yo puedo darles un caso tan inmensamente prototípico, tan absurdamente pintoresco, que sin duda lo incluirían como el ejemplo perfecto para ilustrar sus manuales. Dado que he estado presente en toda la historia de ese equipo humano, desde su génesis misma, he podido contemplar con todo detenimiento el avance de la podredumbre. Toda organización humana tiende la contaminación o de otra forma no sería humana. Lo que me impresiona es poder ser testigo de un caso cuyo cuadro patológico responde con tan obsesiva exactitud al prototipo. Una organización enferma, enfermísima, un equipo que se pudre en silencio mientras la carne se le llena de gusanos.

Olvido

La mía es la memoria de los viejos. Me sorprendo de pronto recordando juegos de los Tigres, con marcador y anotadores, que se jugaron por ahí de 1987. En mi cabeza yacen tatuados los teléfonos de mis amigos de la primaria y sus cumpleaños. Nunca les he llamado, ni los extraño, ni los he visto en 20 años ni tengo el más mínimo interés en verlos, pero por alguna razón me acuerdo de sus teléfonos y sus cumpleaños. Ya quedaron en el disco duro y no hay forma de borrarlos. Hoy en día mi mente es teflón puro, yo que tanto presumía mi memoria. Mi madre dice que el Splenda y la Diet Coke son borradores de la memoria y aunque no soy un consumidor de esos productos, esa poquita que le echo al café buscando ahorrar calorías se ha encargado de hacer pedazos mi disco duro. Yo, que presumía un orden cronológico inalterable, con plena conciencia de años y meses, me encuentro en un mar de confusiones en este Siglo XXI. Del 2000 al 2006 todo se me revuelve, sobre todo cuando se trata de cuestiones laborales. Dado que en los últimos siete años mi vida a ha sufrido mínimas alteraciones y ha transcurrido como si todo fuera un día largo, no puedo precisar con exactitud los años en que sucedieron las cosas. No se si el reportaje de los psíquicos lo hice en 2002 o en 2004 o si el discurso que dí en un aniversario del periódico fue en el tercero o en el quinto. Olvido caras, nombres y con frecuencia viene a mi mente una frase, un dato, una idea y no se si la he leído en un libro, en un blog, si me lo han platicado o lo he imaginado. Olvido lo que hice el pasado fin de semana y las ideas no acuden al llamado cuando trato de expresarme. También olvido mis lecturas y me acervo mental de datos históricos se hace pedazos lentamente. De pronto, un día, tuve dudas de si el año en que se peleó la batalla de Hastings fue 1066 o 1166 y la otra vez, platicando con un colega sobre el Cid Campeador, olvidé si Rodrigo Díaz de Vivar vivió en el Siglo XI o XII. Recuerdo a la perfección todos y cada uno de los marcadores de los juegos del Mundial 86 (los reto, háganme el examen, les puedo decir el marcador de los 52 juegos) sin embargo, apenas recuerdo unos cuantos partidos del Mundial 2002. Que triste es ver que el disco duro se puebla de telarañas.

Los reaparecidos

No se si haya una suerte de energía, si los he invocado o haya sido una mera casualidad, pero en estos días he recibido llamadas de amigos a los que tenía más de 10 años sin ver ni saber de ellos. Otto de la Garza, compadrazo de correrías en secundaria, me ha llamado. Grata sorpresa. Otto era un as de la avalancha y aún lo recuerdo desafiando la empinada pendiente de la Avenida Canadá en la colonia Vista Hermosa en Monterrey. Fanático de la música norteña, me es imposible escuchar Bronco o Tigres del Norte sin evocarlo. Compañeros en primaria y secundaria del Liceo Anglo Francés, volvimos a sentarnos en el mismo salón en la Facultad de Ciencias Políticas de la UANL, aunque sólo fue por un semestre. Otto comenzó a trabajar en 1992. 14 años después ha dejado ese trabajo. Simplemente se hartó y se quiso sentir libre. Tan bonita es la sensación de libertad, que uno hasta se acuerda de hablarle a los viejos amigos. Que gustazo me dio esa llamada.

El otro reaparecido fue Alberto Carro el Araña. A este amigo va a estar difícil que lo olvide, pues ahí está el tatuaje que me hizo en la pierna hace 16 años. Nunca fue un amigo demasiado cercano, pero el rayón en mi pata ya no se borra. El Carro empezó a hacer sus pininos con su maquinita y me hizo mi primer tatuaje, con el que llevo ya la mitad de mi vida. Un tatuaje que tiene más valor sentimental que artístico, pues la mera verdad es un tatuaje bastante feo. Es un diablo o la sombra de un diablo con las garras extendidas cuya tinta ya luce opaca. Sin embargo, tiene el valor de haber sido el primer tatoo, hecho en casa (pues en 1990 aún no había estudios de tatuaje en México y el asunto era visto como cosa de vándalos carcelarios). Ahí quedó el diablejo ese y ayer reapareció el dibujante. Allá por 1989, cuando yo estaba clavado en Iron Maiden y Judas Priest (igual que lo estoy ahora) el Alberto escuchaba cosas como Skinny Puppy, Ministry y bandas que para mí sonaban rarísimas en aquel entonces. Luego de 14 años sin la más mínima noticia de su paradero, ayer me echó un telefonazo.

Para acabarla, mi amigo el Rudy Cruz llamó a la casa hace unos días, pero no me encontró. Al Rudy sí le he seguido la pista, pues acá lo tengo en el msg y siempre le llamó en su cumpleaños, pero su llamada no deja de sorprenderme. También me llegó la invitación a la boda de mi compadrazo Carlos Macías, que se casó justamente un día antes de mi cumpleaños. La verdad que me hubiera gustado caerle al enlace nupcial y darle un abrazo a alguien que en la adolescencia fue más que un hermano, (no le hace que él no haya venido a mi boda hace siete años) pero el exceso de dinero en la cartera y la gran cantidad dé días libres frustraron mis planes de caerle. De cualquier manera, Felicidades.

Orejas Grandes

Tradicionalmente, el último miércoles de mayo se disputa la Copa de las Orejas Grandes. En esta ocasión, por la cercanía del Mundial, ha quedado en el penúltimo. El mejor futbol del mundo se juega en miércoles y no en domingo. Ha sido a media semana cuando he visto los mejores partidos de mi vida desafiando horarios laborales y compromisos.
De una cosa sí estoy seguro: Al Barcelona le costará sangre sudor y lágrimas horadar la meta del Arsenal. Nadie se defiende tan bien como los cañoneros y el miedo al contraataque matador de Henry se respirará en el aire. Los catalanes son favoritos, ni duda cabe, pero si los de Londres anotan primero lo van a pasar muy maL en la Sagrada Familia Azulgrana.
No tengo favorito. Sólo quiero deleitarme con un gran partido, aunque algo me hace presentir que los Cañoneros levantarán la orejona. Pero bueno, no me hagan mucho caso. Mis presentimientos y mis pronósticos han andado tan errados en esta Champions, que el solo presentir la victoria de Arsenal le dará el triunfo al Barcelona.

Osasuna

Hay veces que los sueños se cumplen. Te agarras a ellos para intentar ser un poquito más feliz. Miles y miles de osasunistas supieron ayer lo que es que se cumpla un sueño. Durante nueve meses, verano, otoño, invierno y primavera, Osasuna fue equipo de Champions. Lo fue porque se lo mereció, porque estuvo siempre arriba, porque otros no le llegaban a la suela del zapato. Incluso llegó a soñar con ser segundo, con quedar por encima de Valencia y Real Madrid. Estas palabras no son mías. Son de María Vallejo, colega reportera del Diario de Navarra. El periódico más tradicional de Pamplona, fundado en 1903, dedica su portada al triunfo del Osasuna sobre Valencia y su clasificación a la Champions. Ojo, no es un diario deportivo. Sin embargo, para la comunidad de Navarra lo hecho ayer por los rojillos es un hito histórico que quedará marcado para siempre en la historia.
Javier Aguirre comete un error grave al irse del Osasuna. Debería quedarse y jugar la Champions con ellos. El Atlético de Madrid es un espejismo. Los Colchoneros es el típico equipo inestable corre-técnicos. Pregúntenle sino a mi amigo Carlos Bianchi con todo su palmarés de Libertadores e Intercontinental. En Atlético pierdes un par de juegos y va pa fuera el entrenador. Esa es la herencia de Jesús Gil y Gil. Aguirre es por mucho el mejor técnico mexicano y admiro su trabajo, pero no le auguro un éxito en Atlético de Madrid. Mejor quédate en donde ya eres héroe Javier.