Vive Le Revolution
A la historia le encantan los símbolos. La historia de occidente elevada a una perpetua liturgia, un idilio en el que la humanidad es capaz de cambiar su destino en un día. De acuerdo con una corriente historiográfica ya bastante anticuada y pasada de moda, la edad contemporánea de la historia humana comienza el 14 de julio de 1789 y se mantiene hasta nuestros días. ¿Pero qué carajos pasó el 14 de julio que fuera tan importante para cambiar el destino de la humanidad? Sí, claro, la toma de la Bastilla en París. Pero, ¿acaso la toma de un viejo edificio por una turba de desarrapados puede transformar el rumbo de Occidente?
Claro, si nos clavamos en los idílicos cuadros de Delacroix veremos a heroicas damas francesas de pecho desnudo y cabello al aire, agitando las banderas azul, blanco y rojo mientras entonan La Marsellesa y avanzan sobre La Bastilla a concretar la caída del Antiguo Régimen absolutista. Muy bonito imaginar a un pueblo oprimido que de pronto se levanta en armas e irrumpe temerario sobre la siniestra prisión, símbolo de la opresión y el despotismo y libera a los presos políticos que salen a las calles a exigir la cabeza del rey. Hermoso el cuadro de Delacroix. Hermoso el símbolo de la caída de la monarquía.
Sin embargo, el 14 de julio de 1789 pasaron cosas harto distintas. Un horda de harapientos procedentes de las barriadas comenzó a saquear comercios y en su furor, asaltó La Bastilla pensando que ahí habría suficiente carbón, mismo que escaseaba. Esta horda no pensaba liberar presos políticos ni tenía el mínimo interés en ello. Por lo demás, en la Bastilla no había ninguno ese día. Cierto es que en la Bastilla estuvo algún día recluido Voltaire y el enigmático Hombre de la Máscara de Hierro. También es cierto que hasta una semana antes, estuvo en la bastilla el mismísimo Donatien Alphonse, el Divino Marqués de Sade, pero lo cierto es que el 14 de julio, había apenas siete presos en la Bastilla, ladronzuelos, locos y violadores, pero no revolucionarios ni pensadores ilustrados. Por lo demás, ese día no le cortaron la cabeza a ningún rey ni cayó el antiguo régimen, pues Luis XVI, al volver a Versalles luego de una cacería, apuntó en su diario: Nada. Igualito que Porfirio Díaz, que el 20 de Noviembre de 1910 ni por enterado se dio de que en el Norte de México había estallado algo que con el tiempo sería llamado Revolución. Pero ¿qué sería de la Historia sin sus bellos símbolos?
A la historia le encantan los símbolos. La historia de occidente elevada a una perpetua liturgia, un idilio en el que la humanidad es capaz de cambiar su destino en un día. De acuerdo con una corriente historiográfica ya bastante anticuada y pasada de moda, la edad contemporánea de la historia humana comienza el 14 de julio de 1789 y se mantiene hasta nuestros días. ¿Pero qué carajos pasó el 14 de julio que fuera tan importante para cambiar el destino de la humanidad? Sí, claro, la toma de la Bastilla en París. Pero, ¿acaso la toma de un viejo edificio por una turba de desarrapados puede transformar el rumbo de Occidente?
Claro, si nos clavamos en los idílicos cuadros de Delacroix veremos a heroicas damas francesas de pecho desnudo y cabello al aire, agitando las banderas azul, blanco y rojo mientras entonan La Marsellesa y avanzan sobre La Bastilla a concretar la caída del Antiguo Régimen absolutista. Muy bonito imaginar a un pueblo oprimido que de pronto se levanta en armas e irrumpe temerario sobre la siniestra prisión, símbolo de la opresión y el despotismo y libera a los presos políticos que salen a las calles a exigir la cabeza del rey. Hermoso el cuadro de Delacroix. Hermoso el símbolo de la caída de la monarquía.
Sin embargo, el 14 de julio de 1789 pasaron cosas harto distintas. Un horda de harapientos procedentes de las barriadas comenzó a saquear comercios y en su furor, asaltó La Bastilla pensando que ahí habría suficiente carbón, mismo que escaseaba. Esta horda no pensaba liberar presos políticos ni tenía el mínimo interés en ello. Por lo demás, en la Bastilla no había ninguno ese día. Cierto es que en la Bastilla estuvo algún día recluido Voltaire y el enigmático Hombre de la Máscara de Hierro. También es cierto que hasta una semana antes, estuvo en la bastilla el mismísimo Donatien Alphonse, el Divino Marqués de Sade, pero lo cierto es que el 14 de julio, había apenas siete presos en la Bastilla, ladronzuelos, locos y violadores, pero no revolucionarios ni pensadores ilustrados. Por lo demás, ese día no le cortaron la cabeza a ningún rey ni cayó el antiguo régimen, pues Luis XVI, al volver a Versalles luego de una cacería, apuntó en su diario: Nada. Igualito que Porfirio Díaz, que el 20 de Noviembre de 1910 ni por enterado se dio de que en el Norte de México había estallado algo que con el tiempo sería llamado Revolución. Pero ¿qué sería de la Historia sin sus bellos símbolos?