De Alephs y absurdos
Cada persona que haya leído el cuento de Borges, se habrá imaginado el Aleph de alguna manera específica y sin duda muy particular.
Dada la descripción, uno podría fácilmente sucumbir a la tentación de imaginarlo como una especie de punto luminoso entre las paredes de una habitación oscura, una suerte de bóveda celeste o bola de cristal con estructura de kaleidoscopio. En su última novela, El cantor de tangos, Tomás Eloy Martínez se mofa deliciosamente de la obsesión de algunos turistas por ver el Aleph y nos propone la imagen de un timador que cobra a los incautos por acceder a la visión en el sótano oscuro. Sin embargo, en lo personal me cuesta imaginar una visión de un todo dentro de los límites de una habitación cerrada. Creo que para acceder al Aleph es necesario cambiar la perspectiva de la visión humana. Lo más parecido al Aleph que he llegado a concebir, sería bajo la óptica de un gigante para quien el planeta o, por qué no el universo entero, sea como una pelotita y los seres humanos unas hormigas minúsculas que corren presurosas y desbocadas de un lado a otro. Imaginen simplemente, al momento en que caminan por una calle, a todos los seres humanos que van caminando por calles del mundo en ese preciso instante e imaginen por un momento que puedan verlas a todas al mismo tiempo. Imaginen todas las personas que en este momento están muriendo, todas las que están naciendo, cogiendo, comiendo, durmiendo. Imaginen que podamos verlos a todos en una misma imagen, en un mismo campo visual como quien contempla un hormiguero. ¿Se verá la humanidad inmensamente ridícula? ¿Será esta especie de Aleph la prueba fehaciente del insoportable absurdo?
Cada persona que haya leído el cuento de Borges, se habrá imaginado el Aleph de alguna manera específica y sin duda muy particular.
Dada la descripción, uno podría fácilmente sucumbir a la tentación de imaginarlo como una especie de punto luminoso entre las paredes de una habitación oscura, una suerte de bóveda celeste o bola de cristal con estructura de kaleidoscopio. En su última novela, El cantor de tangos, Tomás Eloy Martínez se mofa deliciosamente de la obsesión de algunos turistas por ver el Aleph y nos propone la imagen de un timador que cobra a los incautos por acceder a la visión en el sótano oscuro. Sin embargo, en lo personal me cuesta imaginar una visión de un todo dentro de los límites de una habitación cerrada. Creo que para acceder al Aleph es necesario cambiar la perspectiva de la visión humana. Lo más parecido al Aleph que he llegado a concebir, sería bajo la óptica de un gigante para quien el planeta o, por qué no el universo entero, sea como una pelotita y los seres humanos unas hormigas minúsculas que corren presurosas y desbocadas de un lado a otro. Imaginen simplemente, al momento en que caminan por una calle, a todos los seres humanos que van caminando por calles del mundo en ese preciso instante e imaginen por un momento que puedan verlas a todas al mismo tiempo. Imaginen todas las personas que en este momento están muriendo, todas las que están naciendo, cogiendo, comiendo, durmiendo. Imaginen que podamos verlos a todos en una misma imagen, en un mismo campo visual como quien contempla un hormiguero. ¿Se verá la humanidad inmensamente ridícula? ¿Será esta especie de Aleph la prueba fehaciente del insoportable absurdo?