Dilemas libertadores
Alguna persona me dijo una vez que lo más divertido de esta cuna de porquería, es leer mis desconsoladas rabietas ante las derrotas de los Tigres. Cada que mi equipo pierde un partido, me dijo, lo primero que hacía era venir a checar este blog para mofarse de mi desconsuelo.
Más de una persona me ha cuestionado sobre mi silencio ante la humillante derrota de mis Tigres en el Morumbí de Sao Paulo. Dicen que escondo la cara ante las derrotas y sólo escribo cuando hay que cacarear triunfos. También me han echado en cara que me corroe la envidia hacia las chivitas tapatías y su 4-0 al Boca.
Está bien, les daré gusto, pueden regodearse con mi sufrimiento.
¿Qué cómo me cayó el 4-0 que nos ensartó el Sao Paulo? Pues hasta la pregunta es necia. Me cayó de la chingada. Los dos golazos que nos ensartó el portero Rogeiro aún los traigo marcados en el rostro y me duelen como si el par de pelotazos hubieran ido a parar a mi nariz y no a las redes de Campagnullo. Putísima madre. Si hace unos días dije que el juegazo de Liverpool y Milán lo recordaré dentro de 30 años si la Santa Muerte me da vida, también puedo afirmar que si algún día llego a ser abuelo, narraré la triste historia del lejano día en que un portero paulista le metió dos goles idénticos a los Tigres.
Si yo fuera un seguidor de imbéciles filosofías a lo Miguel Ángel Cornejo, diría que la esperanza muere al último, que la fe mueve montañas y que yo daré por muertos a mis Tigres hasta que el árbitro silbe el final.
Pero como no soy un seguidor de imbéciles filosofías a lo Miguel Ángel Cornejo, sino un seguidor de imbéciles filosofías fatalistas schopenhauerianas, ya he celebrado el funeral de mis sueños de gloria continental en el que veía a mis Tigres ser campeones de América. Mi único deseo, es que el equipo se parta el alma en el partido de vuelta y que se despida ganando. No importa que no se consiga el 5-0. Sólo quiero que ganen y jueguen muy bien. Una despedida llena de dignidad es a lo que aspiro. ¿Será mucho pedir?
Respecto a la victoria de las Chivas, en efecto señores del Rebaño, les tengo envidia de la buena y de la mala también. Sin embargo, mi pesimismo (¿o le llamaré realismo?) mexicano, me indica que por cruel y desgraciado que parezca, es casi imposible que mis Tigres remonten el 4-0, pero en cambio sí veo factible que Boca se levante en la Bombonera. Ojo, no es mi deseo. Ojalá llegue un mexicano a la final, pero imaginen un infernal panorama de dos goles xeneizes en el primer tiempo, un arbitraje sudaca típicamente pro argentino y una Bombonera furiosa y el sueño chiva podrá tambalear. Por lo que a nosotros respecta, sólo deseo que Sao Paulo se lleve unos buenos golazos en contra como recuerdo de su visita a San Nicolás de los Garza.
Alguna persona me dijo una vez que lo más divertido de esta cuna de porquería, es leer mis desconsoladas rabietas ante las derrotas de los Tigres. Cada que mi equipo pierde un partido, me dijo, lo primero que hacía era venir a checar este blog para mofarse de mi desconsuelo.
Más de una persona me ha cuestionado sobre mi silencio ante la humillante derrota de mis Tigres en el Morumbí de Sao Paulo. Dicen que escondo la cara ante las derrotas y sólo escribo cuando hay que cacarear triunfos. También me han echado en cara que me corroe la envidia hacia las chivitas tapatías y su 4-0 al Boca.
Está bien, les daré gusto, pueden regodearse con mi sufrimiento.
¿Qué cómo me cayó el 4-0 que nos ensartó el Sao Paulo? Pues hasta la pregunta es necia. Me cayó de la chingada. Los dos golazos que nos ensartó el portero Rogeiro aún los traigo marcados en el rostro y me duelen como si el par de pelotazos hubieran ido a parar a mi nariz y no a las redes de Campagnullo. Putísima madre. Si hace unos días dije que el juegazo de Liverpool y Milán lo recordaré dentro de 30 años si la Santa Muerte me da vida, también puedo afirmar que si algún día llego a ser abuelo, narraré la triste historia del lejano día en que un portero paulista le metió dos goles idénticos a los Tigres.
Si yo fuera un seguidor de imbéciles filosofías a lo Miguel Ángel Cornejo, diría que la esperanza muere al último, que la fe mueve montañas y que yo daré por muertos a mis Tigres hasta que el árbitro silbe el final.
Pero como no soy un seguidor de imbéciles filosofías a lo Miguel Ángel Cornejo, sino un seguidor de imbéciles filosofías fatalistas schopenhauerianas, ya he celebrado el funeral de mis sueños de gloria continental en el que veía a mis Tigres ser campeones de América. Mi único deseo, es que el equipo se parta el alma en el partido de vuelta y que se despida ganando. No importa que no se consiga el 5-0. Sólo quiero que ganen y jueguen muy bien. Una despedida llena de dignidad es a lo que aspiro. ¿Será mucho pedir?
Respecto a la victoria de las Chivas, en efecto señores del Rebaño, les tengo envidia de la buena y de la mala también. Sin embargo, mi pesimismo (¿o le llamaré realismo?) mexicano, me indica que por cruel y desgraciado que parezca, es casi imposible que mis Tigres remonten el 4-0, pero en cambio sí veo factible que Boca se levante en la Bombonera. Ojo, no es mi deseo. Ojalá llegue un mexicano a la final, pero imaginen un infernal panorama de dos goles xeneizes en el primer tiempo, un arbitraje sudaca típicamente pro argentino y una Bombonera furiosa y el sueño chiva podrá tambalear. Por lo que a nosotros respecta, sólo deseo que Sao Paulo se lleve unos buenos golazos en contra como recuerdo de su visita a San Nicolás de los Garza.