Una puta llamada Noticia
La Noticia, la típica HeadLine Big News, aquella que es capaz de colarse en las conversaciones de todos los mentecatos de este planeta, es el equivalente a una top model. La Noticia, seamos realistas, tiene una existencia tan fugaz como una estrella del porno.
Dado que vivo del negocio de la información desde hace algunos, por no decir bastantes años, he aprendido a ver a la noticia en términos muy fríos y utilitarios. Por ello puedo anticipar con pronósticos más o menos realistas su periodo de vida. Cuando surge un gran tema, tratamos de anticipar para cuantas portadas nos podrá dar sin que se queme o se desgaste. Conforme la información se masifica y se transforma en un producto de consumo casi imprescindible, la vida de las noticias se acorta. La Noticia, como las top models o las estrellas del porno, debe ser cada vez más fresca, más tierna y cuando aún es joven, ya se le considera anciana. Tal pareciera que ante mayor demanda y bombardeo de información, la Noticia tiende a acortar su periodo de vida.
De pronto un tema surge y se transforma en un gran director de orquesta que pone a todos los periodistas de una ciudad, una región, un país o un planeta a tocar a su compás. La Noticia se transforma entonces en ama y señora, princesa todo poderosa capaz de tronar los dedos y definir el rumbo de nuestro trabajo. Cual visitante impertinente o huésped no invitado, la Noticia se cuela en las conversaciones de sobremesa, en los saludos distraídos en el pasillo de la oficina, en la cola del banco o en el camión. De la misma forma que un día cualquiera alguien eructa un típico y ordinario que calorcito se vino, o se dejó caer la lluvia o que pinche frío, como si comentar algo tan evidente como el clima fuera la única vía posible para abrir una conversación, en todo encuentro casual alguien, en algún momento, se siente obligado a comentar: ¿Cómo viste lo del Papa?
Si pudiéramos medir la incidencia de comentarios casuales que se hacen en una hora o acaso en un minuto sobre un tema de moda, tendríamos una cifra millonaria.
Cuando la Princesa Noticia está sentada en su trono en la juvenil flor de la inmediatez, puede darse el lujo de mandar al carajo cualquier tema. Todo aquello que no sea ella suena obsoleto, caduco, fuera de lugar, pasado de moda. Sólo el joven rostro de la Noticia cuenta. Cuando la Princesa ejerce su mandato, todos tienen sus puntos de vista, sus teorías, sus opiniones radicales y nunca faltan sabihondos que sacan de la manga hipótesis imposibles que ellos y sólo ellos dominan. En ese momento en las salas de redacción no se discute. Se sabe que todo lo demás pasará irremediablemente a segundo término. La Señora Noticia manda. Mídanlo ustedes mismos.
El más perfecto ejemplo de una Princesa Noticia es la muerte del Papa.
Vean el efecto Juan Pablo II. Midan su espiral ascendente y descendente. Desde el Viernes Santo y el Domingo de Pascua se hablaba con cierta insistencia de su salud. La foto de su rostro adolorido dando la bendición acompañaba las portadas de todos los diarios, pero no era la portada. De pronto, el 31 de marzo alguien dice que está agonizando y gana su pasaporte a las portadas. El 2 de abril muere y la princesita Noticia llega al tope de su carrera, como una Top Model de 19 años desfilando en Milán. No se hable de otra cosa. Un efecto así, suele durar con intensidad tres días, cuatro cuando más. A los cinco días se ha reducido a la mitad el número de conversaciones casuales que abordan el tema. La Noticia sigue ocupando un lugar en la portada de los periódicos, pero ojo, mucho ojo, ya no es principal. De pronto, llega un día terrible para el orgullo de la Princesa Noticia: Ha salido de la portada. Siempre llega un día, muchas veces imperceptible a veces hasta para los mismos editores, en que en la página principal no se escribe nada sobre la Princesa Noticia. Ya no es Noticia, es simplemente noticia, un vil seguimiento. La princesa en desgracia sobrevive algunas semanas, o meses acaso dependiendo de su intensidad, navegando en el anonimato de las páginas interiores. Hasta que llega inevitablemente un cruel día, un espantoso y triste día, en el que la otrora petulante Princesa Noticia que fue ama y señora de las primeras planas, simplemente desaparece del periódico. Inevitablemente llega un día en que no se escribe ni siquiera un párrafo. La Princesa de suculentas curvas con la que todos querían tomarse una foto y que estaba en boca de todos los hombres, se ha transformado en una vieja gorda, fofa y obsoleta que agoniza. La gente vuelve entonces a hablar del clima, del último resultado futbolero, mientras masca como un chicle desganado el último gran tema de moda. Nada acelera más el proceso de muerte de una noticia que la llegada de una sustituta. Como la top model de veintitantos que de pronto ve llegar a la adolescente que la desbanca de una patada. Hace una semana, en el café, en el camión, en el elevador, la gente sólo hablaba de la muerte del Pontífice. En los últimos dos días, en Tijuana sólo se habla de un adolescente quinceañero que mató a cuchilladas a una familia completa, niños incluidos.
En la portada ya no aparece el cabello blanco y la mirada cansada del papa polaco. Ahora aparece el rostro de niño de Cesar Manuel Ibarra García, nuestro Charles Manson tijuano, el último grito de la moda, que desde el Tutelar de Menores podrá embriagarse de sus miserables cuatro días de fama que caducaran pronto, muy pronto y cuando la Iglesia Católica decida quien es el nuevo pontífice, nadie más se acordará de este mozalbete. Todos hablarán del nuevo papa y el recién nombrado pontífice se paseará orgulloso por las portadas, hasta que una narco ejecución de las grandes, o un escándalo de corrupción en el Ayuntamiento, o un destape presidencial venga a desbancarlo. Nuestra top model de hoy, pronto se hará vieja y vendrán a reemplazarla nuevas jovencitas. Por lo pronto, dejemos a la princesa de hoy, gozar de sus segundos de fama.
La Noticia, la típica HeadLine Big News, aquella que es capaz de colarse en las conversaciones de todos los mentecatos de este planeta, es el equivalente a una top model. La Noticia, seamos realistas, tiene una existencia tan fugaz como una estrella del porno.
Dado que vivo del negocio de la información desde hace algunos, por no decir bastantes años, he aprendido a ver a la noticia en términos muy fríos y utilitarios. Por ello puedo anticipar con pronósticos más o menos realistas su periodo de vida. Cuando surge un gran tema, tratamos de anticipar para cuantas portadas nos podrá dar sin que se queme o se desgaste. Conforme la información se masifica y se transforma en un producto de consumo casi imprescindible, la vida de las noticias se acorta. La Noticia, como las top models o las estrellas del porno, debe ser cada vez más fresca, más tierna y cuando aún es joven, ya se le considera anciana. Tal pareciera que ante mayor demanda y bombardeo de información, la Noticia tiende a acortar su periodo de vida.
De pronto un tema surge y se transforma en un gran director de orquesta que pone a todos los periodistas de una ciudad, una región, un país o un planeta a tocar a su compás. La Noticia se transforma entonces en ama y señora, princesa todo poderosa capaz de tronar los dedos y definir el rumbo de nuestro trabajo. Cual visitante impertinente o huésped no invitado, la Noticia se cuela en las conversaciones de sobremesa, en los saludos distraídos en el pasillo de la oficina, en la cola del banco o en el camión. De la misma forma que un día cualquiera alguien eructa un típico y ordinario que calorcito se vino, o se dejó caer la lluvia o que pinche frío, como si comentar algo tan evidente como el clima fuera la única vía posible para abrir una conversación, en todo encuentro casual alguien, en algún momento, se siente obligado a comentar: ¿Cómo viste lo del Papa?
Si pudiéramos medir la incidencia de comentarios casuales que se hacen en una hora o acaso en un minuto sobre un tema de moda, tendríamos una cifra millonaria.
Cuando la Princesa Noticia está sentada en su trono en la juvenil flor de la inmediatez, puede darse el lujo de mandar al carajo cualquier tema. Todo aquello que no sea ella suena obsoleto, caduco, fuera de lugar, pasado de moda. Sólo el joven rostro de la Noticia cuenta. Cuando la Princesa ejerce su mandato, todos tienen sus puntos de vista, sus teorías, sus opiniones radicales y nunca faltan sabihondos que sacan de la manga hipótesis imposibles que ellos y sólo ellos dominan. En ese momento en las salas de redacción no se discute. Se sabe que todo lo demás pasará irremediablemente a segundo término. La Señora Noticia manda. Mídanlo ustedes mismos.
El más perfecto ejemplo de una Princesa Noticia es la muerte del Papa.
Vean el efecto Juan Pablo II. Midan su espiral ascendente y descendente. Desde el Viernes Santo y el Domingo de Pascua se hablaba con cierta insistencia de su salud. La foto de su rostro adolorido dando la bendición acompañaba las portadas de todos los diarios, pero no era la portada. De pronto, el 31 de marzo alguien dice que está agonizando y gana su pasaporte a las portadas. El 2 de abril muere y la princesita Noticia llega al tope de su carrera, como una Top Model de 19 años desfilando en Milán. No se hable de otra cosa. Un efecto así, suele durar con intensidad tres días, cuatro cuando más. A los cinco días se ha reducido a la mitad el número de conversaciones casuales que abordan el tema. La Noticia sigue ocupando un lugar en la portada de los periódicos, pero ojo, mucho ojo, ya no es principal. De pronto, llega un día terrible para el orgullo de la Princesa Noticia: Ha salido de la portada. Siempre llega un día, muchas veces imperceptible a veces hasta para los mismos editores, en que en la página principal no se escribe nada sobre la Princesa Noticia. Ya no es Noticia, es simplemente noticia, un vil seguimiento. La princesa en desgracia sobrevive algunas semanas, o meses acaso dependiendo de su intensidad, navegando en el anonimato de las páginas interiores. Hasta que llega inevitablemente un cruel día, un espantoso y triste día, en el que la otrora petulante Princesa Noticia que fue ama y señora de las primeras planas, simplemente desaparece del periódico. Inevitablemente llega un día en que no se escribe ni siquiera un párrafo. La Princesa de suculentas curvas con la que todos querían tomarse una foto y que estaba en boca de todos los hombres, se ha transformado en una vieja gorda, fofa y obsoleta que agoniza. La gente vuelve entonces a hablar del clima, del último resultado futbolero, mientras masca como un chicle desganado el último gran tema de moda. Nada acelera más el proceso de muerte de una noticia que la llegada de una sustituta. Como la top model de veintitantos que de pronto ve llegar a la adolescente que la desbanca de una patada. Hace una semana, en el café, en el camión, en el elevador, la gente sólo hablaba de la muerte del Pontífice. En los últimos dos días, en Tijuana sólo se habla de un adolescente quinceañero que mató a cuchilladas a una familia completa, niños incluidos.
En la portada ya no aparece el cabello blanco y la mirada cansada del papa polaco. Ahora aparece el rostro de niño de Cesar Manuel Ibarra García, nuestro Charles Manson tijuano, el último grito de la moda, que desde el Tutelar de Menores podrá embriagarse de sus miserables cuatro días de fama que caducaran pronto, muy pronto y cuando la Iglesia Católica decida quien es el nuevo pontífice, nadie más se acordará de este mozalbete. Todos hablarán del nuevo papa y el recién nombrado pontífice se paseará orgulloso por las portadas, hasta que una narco ejecución de las grandes, o un escándalo de corrupción en el Ayuntamiento, o un destape presidencial venga a desbancarlo. Nuestra top model de hoy, pronto se hará vieja y vendrán a reemplazarla nuevas jovencitas. Por lo pronto, dejemos a la princesa de hoy, gozar de sus segundos de fama.