Tardecita de sábado en la casa. Tardecita de abril soleado, pero sin mandar al exilio al viento fresco de mar omnipresente en la costa tijuanense.
Trabajo desde casa. Escribo un par de textos que sin duda harán enojar a nuestro alcalde, mientras escucho Rush y bebo unos caballitos de tequila Herradura.
En realidad me gusta mi trabajo. Prueba de ello es que me gusta trabajar en casa, debidamente fachoso, greñudo y escuchando la música adecuada. De paso aproveché para aventarme el Pasos de Gutenberg, que espero no sea muy tarde para publicar.
Anoche, acompañado de una botellita de Santa Rita, me di a la tarea de leer una de esas confesiones sexuales de hembras descarriadas, que aderezadas con un poquito de malicia literaria, tienen todo para convertirse en best seller. Se trata de Platonic Sex, de la japonesa Al lijama. Otro producto pop a mi librero, aunque tampoco es desechable. Ya lo reseñaré en el próximo Pasos de Gutenberg.
He comprado uno de esos discos que te tocan el espíritu. Hay categorías en los discos. Hay algunos que dices que chingón, dos tres rolitas muy prendidas y ya. De esos tengo muchos. Pero hay discos que se cuelan no se por donde hasta lo más recóndito de tu espíritu. Es el caso del disco Pray de los suecos Tiamat. Un disco para escucharse de noche. Putísima madre, en serio, que discazo. Lo he escuchado unas 10 o 15 veces sin parar. Va más allá de la oscuridad. Odio las comparaciones, pero es algo así como un Pink Floyd de luto. Soy seguidor de Tiamat desde hace más de 10 años y tengo casi todos sus discos. Desde el death metal ordinariamente sueco que practicaban por ahí de 1991 en albums como el Clouds o Astral Sleep, hasta la piedra angular del Wildhoney y la confesión abierta de su romance con el progresivo en Deeper Kind of Slummber. Pero este Pray son palabras en verdad mayores. La rola titulada Nihil es de esas que te tocan quien sabe que chingada glándula del subconsciente que te hace alucinar. Y The Pentagram, que no es más que un poema de Alister Crowley, es más que sugestiva, por no hablar de Carryyour Cross and I carry man, con bellas aportaciones de voces femeninas y la apertura, con Cain. Ese disco ha despertado fantasmas.
Carolina se ha cortado el pelo. No es un corte radical, pero ha reducido unos buenos centímetros los rizos. Yo estoy barbón, como marca la ley en fin de semana, algo cochino y el tequila empieza a decir presente. Spirit of the Radio comienza a sonar en mis bocinas. Seguiremos informando.
Trabajo desde casa. Escribo un par de textos que sin duda harán enojar a nuestro alcalde, mientras escucho Rush y bebo unos caballitos de tequila Herradura.
En realidad me gusta mi trabajo. Prueba de ello es que me gusta trabajar en casa, debidamente fachoso, greñudo y escuchando la música adecuada. De paso aproveché para aventarme el Pasos de Gutenberg, que espero no sea muy tarde para publicar.
Anoche, acompañado de una botellita de Santa Rita, me di a la tarea de leer una de esas confesiones sexuales de hembras descarriadas, que aderezadas con un poquito de malicia literaria, tienen todo para convertirse en best seller. Se trata de Platonic Sex, de la japonesa Al lijama. Otro producto pop a mi librero, aunque tampoco es desechable. Ya lo reseñaré en el próximo Pasos de Gutenberg.
He comprado uno de esos discos que te tocan el espíritu. Hay categorías en los discos. Hay algunos que dices que chingón, dos tres rolitas muy prendidas y ya. De esos tengo muchos. Pero hay discos que se cuelan no se por donde hasta lo más recóndito de tu espíritu. Es el caso del disco Pray de los suecos Tiamat. Un disco para escucharse de noche. Putísima madre, en serio, que discazo. Lo he escuchado unas 10 o 15 veces sin parar. Va más allá de la oscuridad. Odio las comparaciones, pero es algo así como un Pink Floyd de luto. Soy seguidor de Tiamat desde hace más de 10 años y tengo casi todos sus discos. Desde el death metal ordinariamente sueco que practicaban por ahí de 1991 en albums como el Clouds o Astral Sleep, hasta la piedra angular del Wildhoney y la confesión abierta de su romance con el progresivo en Deeper Kind of Slummber. Pero este Pray son palabras en verdad mayores. La rola titulada Nihil es de esas que te tocan quien sabe que chingada glándula del subconsciente que te hace alucinar. Y The Pentagram, que no es más que un poema de Alister Crowley, es más que sugestiva, por no hablar de Carryyour Cross and I carry man, con bellas aportaciones de voces femeninas y la apertura, con Cain. Ese disco ha despertado fantasmas.
Carolina se ha cortado el pelo. No es un corte radical, pero ha reducido unos buenos centímetros los rizos. Yo estoy barbón, como marca la ley en fin de semana, algo cochino y el tequila empieza a decir presente. Spirit of the Radio comienza a sonar en mis bocinas. Seguiremos informando.