Eterno Retorno

Monday, April 25, 2005

El clima de Tj

Dentro de los múltiples estereotipos que sobre nuestra ciudad se han forjado quienes viven lejos de ella y nunca la han visitado, es que Tijuana es un lugar muy caliente. Tal vez por aquello de que el mito de la frontera es inimaginable sin un marco desértico, he conocido a muchas personas que creen que aquí en esta esquina de Latinoamérica nos estamos sofocando de calor. Si supieran que en pleno mes de abril, la mayoría de las mañanas y las noches tienen un saborcito más que invernal. En Monterrey sería inconcebible que en plena primavera, pudiera dormir tapado y con manga larga como hago aquí, mientras allá para estas fechas debes estar con el aire acondicionado a todo lo que da. Si algo amo de Tijuana, es su clima. Soy feliz con este invierno que se niega a morir y esta primavera que no se decide a nacer. Me agrada mucho la idea de poder prescindir en casa de todo artefacto de enfriamiento artificial (excepto el refri, claro está). Me agrada que salvo excepciones, los 365 días del año puedes usar un saco o una chamarra sin que te moleste.
Otro de los mitos más clásicos, es que en Tijuana los migrantes cruzan burlando el Río Bravo y que se ahogan en sus aguas. Un poco de geografía mexicana no le vendría mal a los habitantes de la Gran Tenochtitlán. Por lo pronto, puedo afirmar que soy inmensamente feliz por no padecer la desgracia de vivir en Mexicali.


Adicción

Aparte de los libros, los vinos y el heavy metal, soy víctima de otra grave adicción que hasta la fecha no he confesado. Al menos no en este cibernético espacio. Se trata de una adicción a la que me he aferrado descartando toda posibilidad de rehabilitación y en la que estoy enganchado como De Quincey al opio y Lowry al mezcal. . Se trata de los cacahuates salados. Consumo un promedio de cuatro a cinco bolsas grandes por semana y no hay día en que no me consuma una porción. Son ideales para desayunar, pues me parecen el mejor acompañamiento para el café. Pero también los como en la noche. Para no ir más lejos, he de confesar que en el momento de escribir esto, estoy saboreando unos. Pero eso sí, mi adicción es selectiva. Se limita únicamente al cacahuate salado. No al japonés ni mucho menos a los enchilados. Eso es una forma de partirle la madre a un cacahuate.
Planters y Sabritas son y serán siempre bienvenidos y claro, también soy feliz con los naturales. Uno de los mayores atractivos que revisten cantinas como Dandy del Sur o Hussongs, es el hecho de que te provean de altas dosis de cacahuate natural. Aparte del placer de degustarlo, uno puede entretenerse en la sana labor de pelarlos. Romper cáscaras de cacahuate es una actividad terapéutica. Los mejores psicoanalistas lo recomiendan como el mejor método para superar la ansiedad.


Alisitos

El día del cumpleaños, Carol y yo nos fuimos de pinta a Alisitos, una playa que se encuentra a medio camino entre Rosarito y Ensenada. Llevamos unos ceviches, unos burritos de camarón, unas cervecitas y listo.
Como era jueves, la playa estaba casi vacía. El viento fresco y lo helado del agua, no fue impedimento para que me metiera a bañar al mar. Los Bibayoff aguardaron hasta el sábado. Bueno, uno solo ha muerto por la patria. El otro aún aguarda en la cava la hora de su ritual sacrificio. Amantes del vino, están invitados.


Pedro Juan

Ya he dicho que desde un tiempo para acá me cansé de los bukowskianos. Harto estoy de esas plumas que eructan alcohol barato, sudor rancio y semen furtivo. Sin embargo, mi primera adquisición bibliófila de mis 31 años, es El Rey de La Habana, de Pedro Juan Gutiérrez. Se comprende. Pedro Juan es mucho más cabrón que Bukowski. Es más, le veo más facha de Henry Miller de repente, así que con ese mote del Bukowski del Caribe, el que sale ganando es gordo cartero de Los Ángeles. Ya le meteré diente y lo comentaremos en el próximo Pasos.


Asimov

Nunca me he considerado un fanático de Isaac Asimov, aunque siempre ha sido digno de mi respeto. Sin embargo, he de confesar que nunca me había adentrado en su fase de historiador. Esto leyendo La alta Edad Media y la mera verdad es bastante bueno. Yo honestamente imaginaba que dados sus antecedentes, me encontraría aberraciones historiográficas y marcianadas como que Carlomagno tenía un ejército de robots o que Guillermo el Conquistador llegó a las costas inglesas apoyado por los ovnis. Nada de eso. Estoy por fortuna ante un libro serio, no exento de acertadas ironías que le ponen saborcito.

Comunicadores oficiales

La mayor desgracia del periodismo tijuanense, es que más del 80% de los tipos que dicen practicarlo sueñan con transformarse en funcionarios públicos. Convertirse en achichincle o titular de un área de incomunicación social o relaciones públicas constituye una de las máximas aspiraciones de muchos mal llamados colegas. Entrar a la nómina pública lo consideran un paso ascendente, algo así como subir de nivel. Por lo que a mí respecta, llegar a algo así sería uno de los mayores escupitajos que podría darme la vida. Se que es muy difícil decir de esta agua no beberé, pues la miseria es una hija de perra y a veces hay que tragarse el orgullo y trabajar en cosas repugnantes, sin embargo, puedo afirmar que en lo personal odiaría verme algún día como comunicador de alguna dependencia pública, partido político, o personaje de la grilla. Creo que acabaría por morir de tristeza y depresión si mi deber en la vida fuera escribir un boletín o echar telefonazos a las redacciones para promover a mi patrón. Respeto a quienes se dedican a esa función. Hay algunos, muy pocos, que lo hacen con total profesionalismo y dedicación. Incluso hay quienes merecen mi respeto y hasta mi aprecio. Sin embargo, si Dios existiera, yo le pediría que nunca el río de la vida me arrastre hasta esos inmundos pantanos. Nada me daría más asco de mi mismo que verme convertido en empleado de un gobierno y que el éxito de mi trabajo dependa de las alabanzas que reciba un funcionario en los medios. Si algún día dejo esta labor, me alejaría para siempre el mundo de la grilla. Creo que sería más feliz realizando un trabajo manual, que me hiciera sudar. Algo totalmente ajeno a este mundo que me rodea.