Bienvenida Inquisición
Y si de radicalismos hablamos, qué decir de la Iglesia Católica. Definitivamente esa cosa que llaman extrema derecha se ha puesto muy de moda últimamente. Si alguna esperanza albergaba de que la Iglesia Católica pudiera soñar con cierto progreso después de la muerte del ultra conservador polaco, llega Ratzinger a sentarse en el trono de Pedro. Bienvenido inquisidor. Anda, restaura las hogueras que habemos miles de herejes sueltos por ahí. Muchas almas descarriladas que adoran a la diosa razón y abjuran de la palabra de Cristo. Anda Ratzinger, somos muchos. Hay por ahí aborrecibles mujeres que osan creer que pueden disponer de su cuerpo para no traer al mundo al producto de una violación. Hombres miserables que se creen con el derecho de ponerse un plástico sobre su pene para no traer más pordioseros al planeta. Anda Ratzinger, hay mujeres que todavía se atreven a creer que pueden ser sacerdotisas y que una fémina puede aspirar al trono de Pedro. Condénalas Pontífice, diles que las mujeres deben eterna obediencia y que según la Biblia son el origen del pecado. Vamos Ratzinger, hay seres que han decidido que les gusta coger con alguien de su mismo sexo. Quémalos de inmediato por degenerados. No dejes que los demonios de la razón y el perpetuo cuestionamiento infesten las virginales mentes de los corderillos de dios. Vamos sucesor de Pedro, borra todas esos intentos de resurrección de cultos paganos. Habemos muchos herejes en el mundo. Vas a tener trabajo con nosotros. Pon a tus huestes fanáticas a perseguirnos. Ellos lo harán gustosos.
Ya en serio ¿Qué carajos le pasa a este mundo? La humanidad se polariza. Tal parece que a falta de Guerra Fría, ante la muerte de los ismos y frente a la ridiculización de los credos políticos, sólo nos resta aferrarnos a los fundamentalismos religiosos. Nuestro siempre tirano dios monoteísta se regocija en su trono. En la humana tierra tiene a los más radicales príncipes dispuestos a aplicar a sangre y fuego su voluntad. Que felicidad. El Islam es más fanático y terrorista que nunca. El fundamentalismo protestante, con Bush como predicador estrella, gira a hacia sus vertientes más apocalípticas y si alguien pudo pensar que esta era la oportunidad de oro para que la Iglesia Católica se reivindicara como la pastora de una política humanista, apegada a la realidad, viene Ratzinger a callarnos el hocico.
Había optado por mantenerme al margen de estos temas y simplemente me guardé mis opiniones en torno al circo papal. Soy ateo, no creo en la existencia de ningún dios ni nada que se le parezca y por ende consideré que era más sano mantenerse al margen. Pero hay un pequeño problema: Dios no existe, cierto, pero las iglesias, por desgracia para la humanidad, sí. Vaya que existen y son omnipresentes las condenadas. Existen y hacen daño, mucho daño. Por eso me cuesta trabajo no expresarme. Yo se que si un tsunami o un meteorito o un hoyo negro no nos borra del Universo antes, llegará el día en que la humanidad superará en forma definitiva el concepto Dios. No me cabe la menor duda. Se que llegará el día en que los seres humanos se reirán de los conceptos de deidad que tenemos hoy. Dios no sólo morirá en el sentido nietzschiano de la palabra. Será superado y olvidado. Se que algún día pasará al museo de lo obsoleto y nos reiremos de él como hoy nos reímos de la concepción cósmica de la Edad Media o de las supersticiones de la antigüedad. El problema es que me tocó nacer en una época en la que la humanidad aún es víctima de esa patraña monoteísta que inventaron los hebreos y que tan bien copiaron cristianos y musulmanes y debo cargarla a mis espaldas. No me molesta que la gente crea en un dios mientras me deje a mí no creer y no intente predicar. Pero sí me molesta de sobremanera que le impidan a una mujer abortar, que promuevan la sobrepoblación mundial, la miseria, el sida, la discriminación y la intolerancia amparados en el eterno amor de su dios. Y ya mejor ahí la dejo, porque luego me pongo a hablar de la influencia de la Iglesia en la política, de sus crímenes sexuales, del miedo y la ignorancia que siembran en las mentes humanas y aquí no acabamos nunca. Cada que pienso en esto tiendo a deprimirme, porque aunque quiera mantenerme al margen, resulta que los representantes de dios en la tierra afectan al mundo en que vivo. Mejor pensaré en otra cosa antes de sucumbir a un ataque de rabia. Dios NO existe. La Iglesia, por desgracia, SÍ.
Y si de radicalismos hablamos, qué decir de la Iglesia Católica. Definitivamente esa cosa que llaman extrema derecha se ha puesto muy de moda últimamente. Si alguna esperanza albergaba de que la Iglesia Católica pudiera soñar con cierto progreso después de la muerte del ultra conservador polaco, llega Ratzinger a sentarse en el trono de Pedro. Bienvenido inquisidor. Anda, restaura las hogueras que habemos miles de herejes sueltos por ahí. Muchas almas descarriladas que adoran a la diosa razón y abjuran de la palabra de Cristo. Anda Ratzinger, somos muchos. Hay por ahí aborrecibles mujeres que osan creer que pueden disponer de su cuerpo para no traer al mundo al producto de una violación. Hombres miserables que se creen con el derecho de ponerse un plástico sobre su pene para no traer más pordioseros al planeta. Anda Ratzinger, hay mujeres que todavía se atreven a creer que pueden ser sacerdotisas y que una fémina puede aspirar al trono de Pedro. Condénalas Pontífice, diles que las mujeres deben eterna obediencia y que según la Biblia son el origen del pecado. Vamos Ratzinger, hay seres que han decidido que les gusta coger con alguien de su mismo sexo. Quémalos de inmediato por degenerados. No dejes que los demonios de la razón y el perpetuo cuestionamiento infesten las virginales mentes de los corderillos de dios. Vamos sucesor de Pedro, borra todas esos intentos de resurrección de cultos paganos. Habemos muchos herejes en el mundo. Vas a tener trabajo con nosotros. Pon a tus huestes fanáticas a perseguirnos. Ellos lo harán gustosos.
Ya en serio ¿Qué carajos le pasa a este mundo? La humanidad se polariza. Tal parece que a falta de Guerra Fría, ante la muerte de los ismos y frente a la ridiculización de los credos políticos, sólo nos resta aferrarnos a los fundamentalismos religiosos. Nuestro siempre tirano dios monoteísta se regocija en su trono. En la humana tierra tiene a los más radicales príncipes dispuestos a aplicar a sangre y fuego su voluntad. Que felicidad. El Islam es más fanático y terrorista que nunca. El fundamentalismo protestante, con Bush como predicador estrella, gira a hacia sus vertientes más apocalípticas y si alguien pudo pensar que esta era la oportunidad de oro para que la Iglesia Católica se reivindicara como la pastora de una política humanista, apegada a la realidad, viene Ratzinger a callarnos el hocico.
Había optado por mantenerme al margen de estos temas y simplemente me guardé mis opiniones en torno al circo papal. Soy ateo, no creo en la existencia de ningún dios ni nada que se le parezca y por ende consideré que era más sano mantenerse al margen. Pero hay un pequeño problema: Dios no existe, cierto, pero las iglesias, por desgracia para la humanidad, sí. Vaya que existen y son omnipresentes las condenadas. Existen y hacen daño, mucho daño. Por eso me cuesta trabajo no expresarme. Yo se que si un tsunami o un meteorito o un hoyo negro no nos borra del Universo antes, llegará el día en que la humanidad superará en forma definitiva el concepto Dios. No me cabe la menor duda. Se que llegará el día en que los seres humanos se reirán de los conceptos de deidad que tenemos hoy. Dios no sólo morirá en el sentido nietzschiano de la palabra. Será superado y olvidado. Se que algún día pasará al museo de lo obsoleto y nos reiremos de él como hoy nos reímos de la concepción cósmica de la Edad Media o de las supersticiones de la antigüedad. El problema es que me tocó nacer en una época en la que la humanidad aún es víctima de esa patraña monoteísta que inventaron los hebreos y que tan bien copiaron cristianos y musulmanes y debo cargarla a mis espaldas. No me molesta que la gente crea en un dios mientras me deje a mí no creer y no intente predicar. Pero sí me molesta de sobremanera que le impidan a una mujer abortar, que promuevan la sobrepoblación mundial, la miseria, el sida, la discriminación y la intolerancia amparados en el eterno amor de su dios. Y ya mejor ahí la dejo, porque luego me pongo a hablar de la influencia de la Iglesia en la política, de sus crímenes sexuales, del miedo y la ignorancia que siembran en las mentes humanas y aquí no acabamos nunca. Cada que pienso en esto tiendo a deprimirme, porque aunque quiera mantenerme al margen, resulta que los representantes de dios en la tierra afectan al mundo en que vivo. Mejor pensaré en otra cosa antes de sucumbir a un ataque de rabia. Dios NO existe. La Iglesia, por desgracia, SÍ.