Entrevistas
Mi colega el Burgués tiene muchísima razón cuando habla de los trucos y mañas inherentes a toda entrevista. Tentado estoy a hacer un top ten de mis entrevistados favoritos y otro top ten de los que más detesto, pero se van a enterar y descubrirán mis trucos, así que luego los comentaré en privado.
Me gusta comparar las entrevistas con los partidos de futbol. Hay ciertos funcionarios que a la hora de una entrevista son como un equipo defensivo, cerrado como ostra, que se refunden en su caparazón y se dedican a reventar cada una de tus preguntas como la haría un defensa central leñero y correoso.
Te dicen no a todo, no sé, no es información que me competa, no tengo los datos a la mano, todo con monosílabos y con ganas de que te marches al carajo cuanto antes. Son funcionarios ariscos, parcos y miedosos, inseguros de si mismos, las más de las veces segundones de abordo que temen ser regañados por superior si eructan una estupidez. Ejemplos: Por desgracia hay miles en todas las oficinas gubernamentales.
Hay otros que juegan como la selección de Grecia, el FC Porto, el Once Caldas o como el Necaxa en sus buenos tiempos. Te contestan amablemente, te marean con una labia parlanchina, dan la impresión de estarte respondiendo muy bien a todo pero en realidad no te están diciendo un carajo. Justo como hacía Grecia con sus rivales; te hacen creer que dominas el partido, que tienes el control de la pelota, pero en realidad te están mareando y te están haciendo sudar y pasear por toda la cancha. Estás en su juego y en su ritmo. Este tipo de funcionario es especialmente complicado y se suelen comer vivos a los reporteros novatos, que creen que por haber hablado una hora con el entrevistado, traen mucha información en las alforjas. Ejemplo: Roberto Madrazo, líder nacional del PRI.
Otros en cambio te quieren jugar ofensivo. Como esos equipos que contragolpean apenas los empiezan a atacar, este tipo de funcionario adopta una actitud de choque inmediato con el reportero. Busca demostrarle que no sólo no le tiene miedo, sino que puede confrontarlo y desbaratarlo, a menudo tratando de poner en ridículo sus preguntas o tratando de hacer evidente la tendencia o la parcialidad del reportero en cuestión. Ejemplo: Jeffrey Davidow, ex embajador de USA en México y uno que otro funcionario del Gobierno del Estado que conozco muy bien. Estos funcionarios son mis preferidos. Si eres hábil, es muy fácil que le saques un insulto o una frase bravucona y retadora de la que después se arrepentirá mucho.
Entrevistados existen que son como la defensa de un equipo caribeño. Son inevitablemente chismosos y no pueden evitar soltar toda la sopa a la más mínima provocación. Si te aplicas, les andas metiendo seis u ocho goles. Claro, corres el riesgo de que a menudo hablan de más y digan cosas que luego jamás pueden comprobar.
Hay gente que anda por la vida con un letrero que dice: Entrevístame. Generalmente lidersuchos chafos de movimientos balines o candidatos, diputados o regidores de partidos jodidos y doñas mitoteras de ong que buscan a como de lugar que alguien les pida su opinión. Desgraciadamente, casi nunca se les acerca nadie, pues en términos periodísticos o noticiosos, nunca tienen nada que decir.
A lo largo de mi vida he hecho todo tipo de entrevistas. Algunas, lo confieso, me han dejado muy insatisfecho, pero hay otras en donde me he aventado buenas jugadas. Esto significa que he logrado que el entrevistado diga frente a la grabadora algo que no hubiera querido decir nunca. Algunas veces me ha pasado que después de una entrevista, el funcionario, o su respectivo jefe de prensa, me llaman insistentemente para pedir que si por favor puedo suprimir tal o cual parte de la entrevista. En el mejor de los casos, el funcionario se confiesa y acepta que se le salió y que como dicen en mi pueblo, la cagó bien y bonito. En otros casos, los menos humildes, dicen que no se supieron explicar bien. La cuestión es que presionan y presionan para que saques de la entrevista esas palabrillas traicioneras que su lengua le regaló a la grabadora. La angustia del entrevistado ante la palabra pronunciada es mi mayor tributo, la mejor señal de que hice una buena entrevista. Por supuesto, jamás en mi vida he accedido a cambiar un punto o una coma o una letra. Al contrario: Por regla general mi nota suele empezar precisamente por esas palabras incómodas que el funcionario nunca hubiera querido decir. Dime qué te molesta más y me darás el ángulo de mi nota
Jorge Hank ha aprendido mucho de su compadre Roberto Madrazo y de su coach Carlos Alazraki, pero aún así le mete un toquecito personal a las entrevistas. Madrazo es uno de los políticos más zorros, cancheros y astutos que conozco. Es casi imposible agarrarlo desubicado o pescarlo en curva. Cuando te ve, te saluda por tu nombre, te da un abrazo y te da por tu lado, pero a la hora de los madrazos, está muy difícil que logres conectarle uno (por algo es un Madrazo) Curtido en miles de entrevistas con pesos completos del periodismo, a Madrazo no le asusta nada y se ha dedicado a asesorar a Hank, que hasta hace unos meses podía contar con los dedos las entrevistas que había concedido (una de ellas a mí) y tenía nula experiencia en esas canchas. Hank le ha aprendido muy bien a Madrazo el estilo de hablar pausado, conciliador, arrullador, voz de un dueño de la situación muy seguro de si mismo. Aún así, nunca puede dejar pasar su toque personal de cinismo y humor negro, esa ironía y ese sarcasmo que cada vez se acentúan más.
Hay quienes creen que el sinónimo de buen periodista es alguien agresivo, grosero y peleonero. Hay que imponer respeto y hablar fuerte cuando el entrevistado se pasa de la raya, pero las más de las veces, es mejor llevar siempre la amabilidad por delante. Siempre funciona más. Miren nada más el mierdero que hizo Carlos Albert cuando entrevistó a LaVolpe, o mejor dicho, se peleó con él. Eso, señores, no se hace. Albert no es ni ha sido nunca un buen periodista.
¿Algunas entrevistas que yo haya disfrutado? Bueno, platicar de futbol y metal con Steve Harris, fundador y líder de Iron Maiden fue toda una experiencia. También platicar con Dave Mustaine de Megadeth, Max Cavalera de Sepultura o con Ripper Owens de Judas Priest (Confieso que me gusta más entrevistar heavymetaleros que políticos) Me gustó la entrevista que le hice al General Rosso José Serrano, el zar antidrogas de Colombia en la época del Cartel de Calí, o con el jesuita Joel Magallán, líder espiritual de los mexicanos en Nueva York.
Una vez pasé varias semanas destinando todos los viernes a hacer entrevistas vía telefónica con un reo en el penal de Almoloya de Juárez.
Por cierto, nunca en mi vida he entrevistado a un escritor o algún practicante de alguna actividad culturosa.
¿Quieren un tip?
Cuando los estudiantes o los novatos en los terruños del periodismo me preguntan tips para hacer una buena entrevista, les digo que no hay una regla general, pero a mí hay una que nunca me falla.
Si traes un tema polémico entre manos y tienes tiempo, debes llegar con el entrevistado con cara de chico bueno, con actitud de mosco muerto bien intencionado. Siempre muy amable, empiezas con preguntas cómodas, de esas que sabes que le gustan al entrevistado, temas en los que se puede parar el cuello y presumir números. Así te la llevas, unas cuatro o cinco preguntas con amabilidad, con tono amistoso en el que te permites incluso preguntarle por la familia, y cuando lo veas relajado, bonachón y de tu lado, sueltas repentinamente el mejor latigazo que tengas en tu arsenal: Sin introducción, sin metáforas, sin mencionar un cambiando de tema. Nada. Directo y de pocas palabras. Nunca falla.
Mi colega el Burgués tiene muchísima razón cuando habla de los trucos y mañas inherentes a toda entrevista. Tentado estoy a hacer un top ten de mis entrevistados favoritos y otro top ten de los que más detesto, pero se van a enterar y descubrirán mis trucos, así que luego los comentaré en privado.
Me gusta comparar las entrevistas con los partidos de futbol. Hay ciertos funcionarios que a la hora de una entrevista son como un equipo defensivo, cerrado como ostra, que se refunden en su caparazón y se dedican a reventar cada una de tus preguntas como la haría un defensa central leñero y correoso.
Te dicen no a todo, no sé, no es información que me competa, no tengo los datos a la mano, todo con monosílabos y con ganas de que te marches al carajo cuanto antes. Son funcionarios ariscos, parcos y miedosos, inseguros de si mismos, las más de las veces segundones de abordo que temen ser regañados por superior si eructan una estupidez. Ejemplos: Por desgracia hay miles en todas las oficinas gubernamentales.
Hay otros que juegan como la selección de Grecia, el FC Porto, el Once Caldas o como el Necaxa en sus buenos tiempos. Te contestan amablemente, te marean con una labia parlanchina, dan la impresión de estarte respondiendo muy bien a todo pero en realidad no te están diciendo un carajo. Justo como hacía Grecia con sus rivales; te hacen creer que dominas el partido, que tienes el control de la pelota, pero en realidad te están mareando y te están haciendo sudar y pasear por toda la cancha. Estás en su juego y en su ritmo. Este tipo de funcionario es especialmente complicado y se suelen comer vivos a los reporteros novatos, que creen que por haber hablado una hora con el entrevistado, traen mucha información en las alforjas. Ejemplo: Roberto Madrazo, líder nacional del PRI.
Otros en cambio te quieren jugar ofensivo. Como esos equipos que contragolpean apenas los empiezan a atacar, este tipo de funcionario adopta una actitud de choque inmediato con el reportero. Busca demostrarle que no sólo no le tiene miedo, sino que puede confrontarlo y desbaratarlo, a menudo tratando de poner en ridículo sus preguntas o tratando de hacer evidente la tendencia o la parcialidad del reportero en cuestión. Ejemplo: Jeffrey Davidow, ex embajador de USA en México y uno que otro funcionario del Gobierno del Estado que conozco muy bien. Estos funcionarios son mis preferidos. Si eres hábil, es muy fácil que le saques un insulto o una frase bravucona y retadora de la que después se arrepentirá mucho.
Entrevistados existen que son como la defensa de un equipo caribeño. Son inevitablemente chismosos y no pueden evitar soltar toda la sopa a la más mínima provocación. Si te aplicas, les andas metiendo seis u ocho goles. Claro, corres el riesgo de que a menudo hablan de más y digan cosas que luego jamás pueden comprobar.
Hay gente que anda por la vida con un letrero que dice: Entrevístame. Generalmente lidersuchos chafos de movimientos balines o candidatos, diputados o regidores de partidos jodidos y doñas mitoteras de ong que buscan a como de lugar que alguien les pida su opinión. Desgraciadamente, casi nunca se les acerca nadie, pues en términos periodísticos o noticiosos, nunca tienen nada que decir.
A lo largo de mi vida he hecho todo tipo de entrevistas. Algunas, lo confieso, me han dejado muy insatisfecho, pero hay otras en donde me he aventado buenas jugadas. Esto significa que he logrado que el entrevistado diga frente a la grabadora algo que no hubiera querido decir nunca. Algunas veces me ha pasado que después de una entrevista, el funcionario, o su respectivo jefe de prensa, me llaman insistentemente para pedir que si por favor puedo suprimir tal o cual parte de la entrevista. En el mejor de los casos, el funcionario se confiesa y acepta que se le salió y que como dicen en mi pueblo, la cagó bien y bonito. En otros casos, los menos humildes, dicen que no se supieron explicar bien. La cuestión es que presionan y presionan para que saques de la entrevista esas palabrillas traicioneras que su lengua le regaló a la grabadora. La angustia del entrevistado ante la palabra pronunciada es mi mayor tributo, la mejor señal de que hice una buena entrevista. Por supuesto, jamás en mi vida he accedido a cambiar un punto o una coma o una letra. Al contrario: Por regla general mi nota suele empezar precisamente por esas palabras incómodas que el funcionario nunca hubiera querido decir. Dime qué te molesta más y me darás el ángulo de mi nota
Jorge Hank ha aprendido mucho de su compadre Roberto Madrazo y de su coach Carlos Alazraki, pero aún así le mete un toquecito personal a las entrevistas. Madrazo es uno de los políticos más zorros, cancheros y astutos que conozco. Es casi imposible agarrarlo desubicado o pescarlo en curva. Cuando te ve, te saluda por tu nombre, te da un abrazo y te da por tu lado, pero a la hora de los madrazos, está muy difícil que logres conectarle uno (por algo es un Madrazo) Curtido en miles de entrevistas con pesos completos del periodismo, a Madrazo no le asusta nada y se ha dedicado a asesorar a Hank, que hasta hace unos meses podía contar con los dedos las entrevistas que había concedido (una de ellas a mí) y tenía nula experiencia en esas canchas. Hank le ha aprendido muy bien a Madrazo el estilo de hablar pausado, conciliador, arrullador, voz de un dueño de la situación muy seguro de si mismo. Aún así, nunca puede dejar pasar su toque personal de cinismo y humor negro, esa ironía y ese sarcasmo que cada vez se acentúan más.
Hay quienes creen que el sinónimo de buen periodista es alguien agresivo, grosero y peleonero. Hay que imponer respeto y hablar fuerte cuando el entrevistado se pasa de la raya, pero las más de las veces, es mejor llevar siempre la amabilidad por delante. Siempre funciona más. Miren nada más el mierdero que hizo Carlos Albert cuando entrevistó a LaVolpe, o mejor dicho, se peleó con él. Eso, señores, no se hace. Albert no es ni ha sido nunca un buen periodista.
¿Algunas entrevistas que yo haya disfrutado? Bueno, platicar de futbol y metal con Steve Harris, fundador y líder de Iron Maiden fue toda una experiencia. También platicar con Dave Mustaine de Megadeth, Max Cavalera de Sepultura o con Ripper Owens de Judas Priest (Confieso que me gusta más entrevistar heavymetaleros que políticos) Me gustó la entrevista que le hice al General Rosso José Serrano, el zar antidrogas de Colombia en la época del Cartel de Calí, o con el jesuita Joel Magallán, líder espiritual de los mexicanos en Nueva York.
Una vez pasé varias semanas destinando todos los viernes a hacer entrevistas vía telefónica con un reo en el penal de Almoloya de Juárez.
Por cierto, nunca en mi vida he entrevistado a un escritor o algún practicante de alguna actividad culturosa.
¿Quieren un tip?
Cuando los estudiantes o los novatos en los terruños del periodismo me preguntan tips para hacer una buena entrevista, les digo que no hay una regla general, pero a mí hay una que nunca me falla.
Si traes un tema polémico entre manos y tienes tiempo, debes llegar con el entrevistado con cara de chico bueno, con actitud de mosco muerto bien intencionado. Siempre muy amable, empiezas con preguntas cómodas, de esas que sabes que le gustan al entrevistado, temas en los que se puede parar el cuello y presumir números. Así te la llevas, unas cuatro o cinco preguntas con amabilidad, con tono amistoso en el que te permites incluso preguntarle por la familia, y cuando lo veas relajado, bonachón y de tu lado, sueltas repentinamente el mejor latigazo que tengas en tu arsenal: Sin introducción, sin metáforas, sin mencionar un cambiando de tema. Nada. Directo y de pocas palabras. Nunca falla.