La Guerra de 100 Años
El conflicto bélico más largo de la historia, es la llamada Guerra de 100 años entre Inglaterra y Francia. El nombre con el que se le denomina se queda corto, pues la guerra duró en realidad casi 130 años, si bien en todo ese tiempo hubo alternancia entre periodos de combate sin cuartel y meses de relativa y mentirosa paz.
Hacia 1429, cuando Inglaterra ya tenía en la bolsa a los franceses y la moral gala se arrastraba por los suelos, surgió de la campiña una visionaria jovencita de 19 años que en cuestión de semanas, revirtió la situación y volteo la tortilla a favor de Francia. La nación que tenía la guerra perdida, se alzó victoriosa (aunque muy fugazmente) acaudillada por esta muchacha enfundada en una armadura que seguramente pesaba más que su cuerpo. Estoy seguro que no existe punto de comparación alguno entre Juana de Arco y Zinedine Zidane. Me imagino que la linda doncellita de Orleans estaba más o menos potable y no creo que alguien pudiera confundir al malencarado calvo de Marsella con una muchachita guapa como supongo era Juana.
Sin embargo, ayer, cuando los hooligans ya entonaban el God Save the Queen y se preparaban para una noche de larga jarra, llegó la pierna de Zidane y en dos minutos los puso contra la pared. Un tiro libre colocado con guante de seda y una lección ejemplar de como patear penales con dedicatoria para David Beckham en tan sólo dos minutos, hizo callar a la Reina y entonar la Marsellesa. Lisboa no fue Waterloo, Napoleón le jaló las patas a Wellington y el equipo de la Rosa peligra una vez más.
Helenos y lusitanos
Los griegos que fueron a Portugal no tienen cara de espartanos. Su actitud no se parece a la de los combatientes de la Iliada, o los mártires de Salamina o las Termópilas. No lucen en absoluto como un ejército poderoso, pero ah como son efectivos. Digamos que más parecen una guerra de guerrillas. Hacía mucho, muchísimo tiempo que no veía un equipo tan incómodo, tan correoso como este Grecia. Esa forma que tienen de defender y multiplicarse por tres en la marca personal es para desquiciar a cualquiera. Apenas le caía le pelota a Figo y ya había tres helenos encima de él. La regresaba y otro par cae sobre de ella como perros. Mandaba centro al área y el balón era rechazado burocráticamente por una filosofal cabeza ateniense presta a desbaratar todo intento de los lusitanos. Los navegantes portugueses perdieron la brújula. El capitán Vasco Da Gama se quedó a la deriva en su barquito flotando en alta mar mientras la cuna de la civilización occidental le comía el mandado en la cocina de su casa. Pobre Figo, extraordinario jugador condenado a encarnar la historia de lo que pudo haber sido. Pobre Felipao, descubriendo que hablar portugués no es lo mismo que hablar brasileño. Pobre Cristiano Ronaldo, queriéndose comer la Europa unificada a sus 18 años. Pobre Portugal y pobre de mí, que hace muchos años sueño con ver cubrirse de gloria a los lusitanos.
Rafael Medina
No se lo que quiero, pero se lo que no quiero y hoy no me gustaría ser Rafael Medina. Mi piel no soportaría llevar un tatuaje tan espantoso por el resto de mi vida. Un tatuaje tan grande como el marco de una portería a la que ni siquiera le supo atinar. Una pata enchuecada por los nervios, una pelota que se fue volando como el campeonato y que fue a dar a la pista asfáltica del México 68 o algún lugar de una tribuna atiborrada de rebeldes cegehacheros. Dicen que la gente sólo recuerda a los goleadores y olvida a los que fallan. Rafa Medina sin duda reza para que lo olvidemos pronto, pero de todos los nombres de la derrota, es el único que jamás vamos a olvidar. A ver aficionados Pumas y Chivas, hagamos un ejercicio ¿Pueden ustedes decirme en este momento de memoria los nombres de los nueve tiradores que sí acertaron los penales? ¿Me los podrán decir en una semana? ¿Los recordarán en un año? Son simplemente nueve pateadores que cumplieron su burocrática obligación con poner el balón en la red. Punto. ¿Pero pueden decirme el nombre del que falló? Síííí. Se llama Rafael Medina, contesta el estadio entero como el coro de una tragedia griega y su nombre quedará inmortalizado de la misma forma que recordamos a Baggio volando la pelota por los aires de Pasadena en el último penal del Mundial 94, o a Zico entregándole la pelota a Bats en el Jalisco, o como sucedió ese mismo día, unas horas más tarde, aún podemos ver a Servín sacando espantoso calcetinazo contra Schumagger desde ese punto penal maldito marcado en el césped de la portería Norte en San Nicolás de los Garza. Dante olvidó decir que existe círculo del Infierno reservado exclusivamente para los falladores de penales en donde vivirán atormentados por los siglos de los siglos recordando esa fracción de segundo en que su píe envió el balón en la dirección equivocada.
El conflicto bélico más largo de la historia, es la llamada Guerra de 100 años entre Inglaterra y Francia. El nombre con el que se le denomina se queda corto, pues la guerra duró en realidad casi 130 años, si bien en todo ese tiempo hubo alternancia entre periodos de combate sin cuartel y meses de relativa y mentirosa paz.
Hacia 1429, cuando Inglaterra ya tenía en la bolsa a los franceses y la moral gala se arrastraba por los suelos, surgió de la campiña una visionaria jovencita de 19 años que en cuestión de semanas, revirtió la situación y volteo la tortilla a favor de Francia. La nación que tenía la guerra perdida, se alzó victoriosa (aunque muy fugazmente) acaudillada por esta muchacha enfundada en una armadura que seguramente pesaba más que su cuerpo. Estoy seguro que no existe punto de comparación alguno entre Juana de Arco y Zinedine Zidane. Me imagino que la linda doncellita de Orleans estaba más o menos potable y no creo que alguien pudiera confundir al malencarado calvo de Marsella con una muchachita guapa como supongo era Juana.
Sin embargo, ayer, cuando los hooligans ya entonaban el God Save the Queen y se preparaban para una noche de larga jarra, llegó la pierna de Zidane y en dos minutos los puso contra la pared. Un tiro libre colocado con guante de seda y una lección ejemplar de como patear penales con dedicatoria para David Beckham en tan sólo dos minutos, hizo callar a la Reina y entonar la Marsellesa. Lisboa no fue Waterloo, Napoleón le jaló las patas a Wellington y el equipo de la Rosa peligra una vez más.
Helenos y lusitanos
Los griegos que fueron a Portugal no tienen cara de espartanos. Su actitud no se parece a la de los combatientes de la Iliada, o los mártires de Salamina o las Termópilas. No lucen en absoluto como un ejército poderoso, pero ah como son efectivos. Digamos que más parecen una guerra de guerrillas. Hacía mucho, muchísimo tiempo que no veía un equipo tan incómodo, tan correoso como este Grecia. Esa forma que tienen de defender y multiplicarse por tres en la marca personal es para desquiciar a cualquiera. Apenas le caía le pelota a Figo y ya había tres helenos encima de él. La regresaba y otro par cae sobre de ella como perros. Mandaba centro al área y el balón era rechazado burocráticamente por una filosofal cabeza ateniense presta a desbaratar todo intento de los lusitanos. Los navegantes portugueses perdieron la brújula. El capitán Vasco Da Gama se quedó a la deriva en su barquito flotando en alta mar mientras la cuna de la civilización occidental le comía el mandado en la cocina de su casa. Pobre Figo, extraordinario jugador condenado a encarnar la historia de lo que pudo haber sido. Pobre Felipao, descubriendo que hablar portugués no es lo mismo que hablar brasileño. Pobre Cristiano Ronaldo, queriéndose comer la Europa unificada a sus 18 años. Pobre Portugal y pobre de mí, que hace muchos años sueño con ver cubrirse de gloria a los lusitanos.
Rafael Medina
No se lo que quiero, pero se lo que no quiero y hoy no me gustaría ser Rafael Medina. Mi piel no soportaría llevar un tatuaje tan espantoso por el resto de mi vida. Un tatuaje tan grande como el marco de una portería a la que ni siquiera le supo atinar. Una pata enchuecada por los nervios, una pelota que se fue volando como el campeonato y que fue a dar a la pista asfáltica del México 68 o algún lugar de una tribuna atiborrada de rebeldes cegehacheros. Dicen que la gente sólo recuerda a los goleadores y olvida a los que fallan. Rafa Medina sin duda reza para que lo olvidemos pronto, pero de todos los nombres de la derrota, es el único que jamás vamos a olvidar. A ver aficionados Pumas y Chivas, hagamos un ejercicio ¿Pueden ustedes decirme en este momento de memoria los nombres de los nueve tiradores que sí acertaron los penales? ¿Me los podrán decir en una semana? ¿Los recordarán en un año? Son simplemente nueve pateadores que cumplieron su burocrática obligación con poner el balón en la red. Punto. ¿Pero pueden decirme el nombre del que falló? Síííí. Se llama Rafael Medina, contesta el estadio entero como el coro de una tragedia griega y su nombre quedará inmortalizado de la misma forma que recordamos a Baggio volando la pelota por los aires de Pasadena en el último penal del Mundial 94, o a Zico entregándole la pelota a Bats en el Jalisco, o como sucedió ese mismo día, unas horas más tarde, aún podemos ver a Servín sacando espantoso calcetinazo contra Schumagger desde ese punto penal maldito marcado en el césped de la portería Norte en San Nicolás de los Garza. Dante olvidó decir que existe círculo del Infierno reservado exclusivamente para los falladores de penales en donde vivirán atormentados por los siglos de los siglos recordando esa fracción de segundo en que su píe envió el balón en la dirección equivocada.