Eterno Retorno

Tuesday, March 30, 2004

Puestos de revistas

Desde que era un niño estoy demasiado aferrado al vicio de la contemplación de revisterías y puestos de periódicos. Me es inevitable no detenerme a ver las portadas y si es posible hojear los ejemplares cada que estoy frente a uno de estos comercios.
Y claro, si la revistería en cuestión no es de las que se opone a que le des una hojeada a su producto, se me pueden ir las horas ahí.
Cuando estoy de viaje, no puedo evitar dedicar parte de mi tiempo a leer la prensa local del país que visito, aún sin importar que no entienda el idioma en que está escrita.
Para mí, el visitar una ciudad, cualquiera que sea, implica necesariamente leer sus periódicos y si es posible guardarlos. Y hasta en días de descanso me cuesta trabajo resistirme a la tentación de leer al menos los encabezados de los medios locales, por más predecibles y timoratos que resulten.
Y el colmo de este vicio es que desde hace más de ocho años vivo de trabajar en un periódico-

Revistas de mujeres

Cuando me encuentro en un Sanborns parado frente al estante de las revistas femeninas, no dejo de sorprenderme por la preservación de esta añeja costumbre de poner siempre una mujer en la portada. Los años pasan y la Vogue, Vanidades, y un largo y estéril etc, etc, etc, siempre llevarán una mujer que nos mira desde su calabozo de papel. En el estante hay por lo menos 20 revistas femeninas distintas y en todas aparece el rostro de una mujer y el mes que entra veremos otros veinte rostros de mujeres. Dueñas de una ausencia que de tan frívola es casi etérea, las mujeres nos miran desde el altar de la revistería, donde serán princesas y sacerdotisas por una quincena, acaso un mes para ser sustituidas por otras, dueñas de esa misma mística frivolidad
El rostro de esas mujeres imposibles siempre será abismalmente diferente al de la mayoría los rostros realistas y carnales de las miles de lectoras de esas revistas. En toda portada habrá en promoción una dieta mágica que promete eliminar esos incómodos kilitos en cuestión de días y algún artículo sexual titulado: “vuélvelo loco en la cama”, “como descubrir si te engaña”. “conviértete en una amante felina en diez pasos”, “cuidado con los romances en el trabajo”. Tal vez debí hacer un ejercicio: Tomar hace 10 años la foto de un estante de una revistería. Tomar la foto en el mismo lugar cinco años después y tomarla ahora ¿Cambiaría algo? Tal vez hay nuevas revistas en el mercado, tal vez los artículos son más “calientes”, pero seguiremos viendo básicamente lo mismo: Rostros de mujeres que representan el ideal estético y la envidia de las lectoras, intentos infructuosos de poner a prueba la fuerza de voluntad con esa dieta que jamás pasa de una semana y un espacio para hablar de temas cachondos. Thats It. La vida no cambia. Es un ciclo. Si algún día quiero explicar el mito del Eterno Retorno, ensañaré las fotos que jamás he tomado del estante de las revisterías.


Paris Hilton

Y ya que hablamos de revistas, últimamente veo demasiado el rostro de Paris Hilton sonriéndome desde mil portadas diferentes. Debe estar de moda la chica, cuya gracia es ser insultantemente millonaria. Ello le confiere a la expresión de su rostro una vibra de cachondería aderezada por esa frivolidad llevada hasta los extremos más groseros. Nada hace parecer que la joven pretenda fingir humildad, espiritualidad o inteligencia. Y la expresión de su rostro sólo puede inspirar imaginarla como una puerca princesa que se revuelca lacerada en miasmas orgiásticos.