El Aleph
El concepto Aleph me obsesiona. No por ser una letra del alfabeto hebreo sino porque es el único término que ha tratado de abarcar material y filosóficamente el todo.
Leí el Aleph de Borges cuando estaba en primer año de prepa. Pocos cuentos han llegado a influirme tanto como ese.
Como suele suceder en casi todo Borges, más allá del parámetro meramente anecdótico el aspecto conceptual trajo dando vueltas a mi cabeza durante mucho rato (digamos que es fecha que sigo pensando en el Aleph a cada momento)
Desde antes de leer ese cuento, siempre he tenido alguna fijación especial a la meditación en torno a las naturales limitaciones humanas para concebir la eternidad (o en su defecto los límites) del Universo. En caso de haber finitud en el Universo (dejamos el debate para más tarde) existe una totalidad que puede, al menos de manera empírica, ser abarcada por un ojo todo poderoso. 8imaginemos el hipotético ojo de un Dios) ¿Qué es el todo? ¿Dónde están sus fronteras? ¿Sería posible de concebir por la mente humana? ¿O existen seres y naturalezas para los que nusetro inabarcable todo no es más que un átomo? La mayor aproximación a este dilema la encuentro en el Aleph borgeano. Es por ello que difiero de la crítica de Humphery Bloggart la cual reproduzco textualmente:
“El cuentillo El Aleph de Borges fue un intento por desentrañar el gran misterio pero, ¡Dios lo sabe!, falló miserablemente porque no pudo lograr ni una solución artística, ni un planteamiento científico riguroso sobre el problema que planteaba. ¿Carlos Argentino dueño del aleph?, por favor ¡viva la casualidad! Y no vengan con cuentos, fue Borges el que decidió meterse en esta discusión. Nosotros no los forzamos”.
Sobran teorías que tratan de explicar los motivos borgeanos. Yo creo (o quiero creer) que Borges no busco solución artística alguna. Mucho menos creo que haya intentado una solución científica, lo cual no es ni ha sido nunca la búsqueda de la literatura de ficción. En cambio le concedo el beneficio de la duda a un posible sarcasmo del escritor hacia los filósofos y hombres de ciencia. El Aleph se encuentra en físicamente en el sótano de la casa de un ser patético, prototipo del falso poeta pretencioso como es Carlos Argentino Danieri. Es decir, no hace falta bucear en los abismos de la filosofía. El Todo yace en cualquier lugar, sólo es cuestión de desear verlo. También me parece un ejercicio de mínimo realismo dentro de tamaña ficción, el hecho de que Borges (me refiero al Borges narrador en primera persona del cuento) reconozca que su mente no puede retener la visión del Aleph (La obsesión de relojero del narrador de visitar la casa de Carlos Argentino el día del cumpleaños de Beatriz Elena me parece una interesante parodia del Mito del Eterno Retorno por cierto) O acaso todo el cuento no sea más que una forma de decirnos que el Aleph es inaprensible y que de nada valen los escarceos científicos y filosóficos que buscan enjaularlo. Y buno, solo un argentino se puede permitir el egocentrismo de pensar que el Todo está escondido precisamente en una casa de Buenos Aires. Había de ser-
El concepto Aleph me obsesiona. No por ser una letra del alfabeto hebreo sino porque es el único término que ha tratado de abarcar material y filosóficamente el todo.
Leí el Aleph de Borges cuando estaba en primer año de prepa. Pocos cuentos han llegado a influirme tanto como ese.
Como suele suceder en casi todo Borges, más allá del parámetro meramente anecdótico el aspecto conceptual trajo dando vueltas a mi cabeza durante mucho rato (digamos que es fecha que sigo pensando en el Aleph a cada momento)
Desde antes de leer ese cuento, siempre he tenido alguna fijación especial a la meditación en torno a las naturales limitaciones humanas para concebir la eternidad (o en su defecto los límites) del Universo. En caso de haber finitud en el Universo (dejamos el debate para más tarde) existe una totalidad que puede, al menos de manera empírica, ser abarcada por un ojo todo poderoso. 8imaginemos el hipotético ojo de un Dios) ¿Qué es el todo? ¿Dónde están sus fronteras? ¿Sería posible de concebir por la mente humana? ¿O existen seres y naturalezas para los que nusetro inabarcable todo no es más que un átomo? La mayor aproximación a este dilema la encuentro en el Aleph borgeano. Es por ello que difiero de la crítica de Humphery Bloggart la cual reproduzco textualmente:
“El cuentillo El Aleph de Borges fue un intento por desentrañar el gran misterio pero, ¡Dios lo sabe!, falló miserablemente porque no pudo lograr ni una solución artística, ni un planteamiento científico riguroso sobre el problema que planteaba. ¿Carlos Argentino dueño del aleph?, por favor ¡viva la casualidad! Y no vengan con cuentos, fue Borges el que decidió meterse en esta discusión. Nosotros no los forzamos”.
Sobran teorías que tratan de explicar los motivos borgeanos. Yo creo (o quiero creer) que Borges no busco solución artística alguna. Mucho menos creo que haya intentado una solución científica, lo cual no es ni ha sido nunca la búsqueda de la literatura de ficción. En cambio le concedo el beneficio de la duda a un posible sarcasmo del escritor hacia los filósofos y hombres de ciencia. El Aleph se encuentra en físicamente en el sótano de la casa de un ser patético, prototipo del falso poeta pretencioso como es Carlos Argentino Danieri. Es decir, no hace falta bucear en los abismos de la filosofía. El Todo yace en cualquier lugar, sólo es cuestión de desear verlo. También me parece un ejercicio de mínimo realismo dentro de tamaña ficción, el hecho de que Borges (me refiero al Borges narrador en primera persona del cuento) reconozca que su mente no puede retener la visión del Aleph (La obsesión de relojero del narrador de visitar la casa de Carlos Argentino el día del cumpleaños de Beatriz Elena me parece una interesante parodia del Mito del Eterno Retorno por cierto) O acaso todo el cuento no sea más que una forma de decirnos que el Aleph es inaprensible y que de nada valen los escarceos científicos y filosóficos que buscan enjaularlo. Y buno, solo un argentino se puede permitir el egocentrismo de pensar que el Todo está escondido precisamente en una casa de Buenos Aires. Había de ser-