Homo Videns
Yo soy un ser que no veo la tele. La única razón que me lleva a tomar la iniciativa de encender ese aparato, es mirar un buen partido de futbol, de preferencia de los Tigres.
Tal vez por ello olvido con frecuencia que vivimos, como dice Sartori, en el imperio del Homo Videns, en una sociedad de televidentes y no de lectores.
Pongo un crudo ejemplo: Llevo casi cuatro años escribiendo una columna que se publica los domingos en el suplemento cultural llamada Pasos de Gutenberg en la que comento mis lecturas.
En cuatro años puedo contar con los dedos de una mano las ocasiones en que alguien me ha dicho que leyó mi columna o me ha hecho un comentario al respecto. Es sin discusión la parte menos leída de mi trabajo periodístico. Creo que ahí me puedo dar el lujo de cometer el error que quiera y nadie lo notará. Vaya, con decirles que hasta compañeros del trabajo ignoran que tengo ese espacio en el suplemento cultural. Yo hago Pasos de Gutenberg por amor al arte y estoy bien consciente de que nadie la lee.
Aquí viene el contraste: Por azares del destino y del protagonismo, me ha tocado tener dos apariciones en televisión en las últimas dos semanas. Dos breves comentarios dentro del noticiero de Televisa. Bueno, pues estas fugaces apariciones que juntas sumarán un minuto, han bastado para que una considerable cantidad de personas, entre vecinos, conocidos y de más, me diga: “te ví en la tele”.
Un fugaz minuto de tele te genera más comentarios y reacciones que cuatro años de escritura.
El Homo Videns manda. Lo mejor de todo es que yo ni siquiera me vi.
Yo soy un ser que no veo la tele. La única razón que me lleva a tomar la iniciativa de encender ese aparato, es mirar un buen partido de futbol, de preferencia de los Tigres.
Tal vez por ello olvido con frecuencia que vivimos, como dice Sartori, en el imperio del Homo Videns, en una sociedad de televidentes y no de lectores.
Pongo un crudo ejemplo: Llevo casi cuatro años escribiendo una columna que se publica los domingos en el suplemento cultural llamada Pasos de Gutenberg en la que comento mis lecturas.
En cuatro años puedo contar con los dedos de una mano las ocasiones en que alguien me ha dicho que leyó mi columna o me ha hecho un comentario al respecto. Es sin discusión la parte menos leída de mi trabajo periodístico. Creo que ahí me puedo dar el lujo de cometer el error que quiera y nadie lo notará. Vaya, con decirles que hasta compañeros del trabajo ignoran que tengo ese espacio en el suplemento cultural. Yo hago Pasos de Gutenberg por amor al arte y estoy bien consciente de que nadie la lee.
Aquí viene el contraste: Por azares del destino y del protagonismo, me ha tocado tener dos apariciones en televisión en las últimas dos semanas. Dos breves comentarios dentro del noticiero de Televisa. Bueno, pues estas fugaces apariciones que juntas sumarán un minuto, han bastado para que una considerable cantidad de personas, entre vecinos, conocidos y de más, me diga: “te ví en la tele”.
Un fugaz minuto de tele te genera más comentarios y reacciones que cuatro años de escritura.
El Homo Videns manda. Lo mejor de todo es que yo ni siquiera me vi.