El quebrantahuesos y Esquilo
El quebrantahuesos es un gigantesco pàjaro carroñero que habita en las montañas europeas. La fuerza descomunal de este buitre blanco le permite alzar con sus garras a una cabra montès o a un cervatillo y dejarlos caer desde las alturas hasta los peñascos, en donde sus huesos se hacen añicos. Una vez que la osamenta de la vìctima yace destrozada en las piedras, el quebrantahuesos desciende para devorar los restos. Obvia decir que es esta loable actividad la que le da su nombre. El quebrantahuesos es un buen ejemplo de cómo pueden relacionarse literatura y zoología. Y es que en mi infancia, fueron las lecturas en torno a la vida y costumbres de este pajarraco, las que me llevaron a saber de la existencia del poeta Esquilo, el primer trágico griego.
Esquilo, quien naciò en Eleusis, localidad cercana a Atenas en el año 525 A.C., fue un sobreviviente de las guerras contra los persas en Maratón y Salamina donde fue gravemente herido. Pero las paradojas del destino, o esa suerte de fatalidad que pesa sobre los personajes de tragedia griega, y por lo visto tambièn sobre sus creadores, quiso que Esquilo no muriese como un héroe de guerra. Cuenta la leyenda que un oráculo le dijo al autor de Prometeo encadenado y Trilogía de Orestes que morirìa a consecuencia de la caìda de un gran bulto sobre su cabeza. Esquilo imaginò sin duda una piedra lanzada por una catapulta o un objeto arrojado desde el techo de un edificio, por lo que se retirò a vivir como ermitaño en un valle, donde según èl, no podría caerle ningún objeto desde el cielo.
No imaginò jamás el pobre Esquilo que un inoportuno quebrantahuesos dejarìa caer desde las alturas una tortuga que fue a estrellarse contra su cabeza. Lo que la leyenda no se cuidò de aclarar, es si el quebrantahuesos tuvo banquete con dos platos, pues además de devorar a la tortuga, no creo que le haya hecho el feo a la destrozada cabeza de Esquilo. O sea, que el pico del pajarraco se atragantò de un poco de lirismo griego aderezado con caldo de tortuga. Mmmm. Que delicia.
Un grabado clásico de la Crónica Florentina que alguna vez tuve la oportunidad de ver en el British Museum, muestra el momento en que el quebrantahuesos arroja la tortuga sobre la cabeza de Esquilo.
Geoffrey Chaucer
Alguna vez tuve la oportunidad de pasar por Caterbury. Me hubiera gustado tener màs tiempo para empaparme con la mìstica de ese legendario sitio, fuente de inspiración para grandes poetas de las letras británicas. Fue ese el lugar que inspirò a Geoffrey Chaucer a escribir sus cèlebres Cuentos de Canterbury en 1386.
Geoffrey Chaucer fue el primer gran poeta de Inglaterra. Naciò probablemente en Londres en 1340 y fue soldado de su paìs en uno de los tantos episodios de la Guerra de los 100 Años contra Francia, la misma en la que participò Juana de Arco medio Siglo después. Dado que viajò en una misión diplomática a Génova, se considera muy probable que Chaucer haya podido conocer personalmente a Petrarca y a Boccaccio. El encuentro entre dos poetas italianos y un poeta inglès en el Siglo XIV era por demàs improbable, dadas las precarias comunicaciones de la època. Se sabe que Chaucer dominaba perfectamente el latìn, el francès y tambièn el italiano, por lo que no debe haber tenido problemas para comunicarse con sus colegas. Los crìticos dicen que como poeta lírico, Chaucer no estuvo jamás a la altura de Petrarca o Dante, pero como poeta narrativo fue sin duda el mejor de su tiempo. Fue precisamente a Chaucer a quien le tocò inaugurar el rincòn de los poetas en la Abadía de Westminister en donde siglos màs tarde estarìa atiborrado de vecinos.
El baròn de Teive es el heterónimo menos conocido de Fernando Pessoa y tambièn el menos prolífico. El ùnico manuscrito que dejò Teive fue “La educación del estoico”, una suerte de tratado sobre la imposibilidad de hacer un arte superior.
Teive, por cierto, no es tan famoso por su limitada obra, sino por ser el ùnico de los heterónimos de Don Fernando que se suicidò. Perdonando la odiosísima comparación: ¿Optarà algún dìa mi Amber Aravena por el suicidio?
Cuando en 1848 un desconocido Dostoievski publicò su novela “El doble”, recibiò duras crìticas, pues se considerò a su obra una vil y malograda copia de Gogol.
Yo soy un lector confeso de Gogol, una pluma que bajo mi opinión merecerìa màs atención. Al igual que a Dostoievski, a Gogol lo acabaron por obsesionar dilemas ontològicos y a diferencia del buen Fedor, Nicolai acabò por perder totalmente la razón. Murió demente y obsesionado por temores místicos. Lo extraño del caso, es que una personalidad complicada como la de Gogol, haya sido capaz de crear cuentos tan cómicos. Y es que la lectura de “La nariz” fue capaz de arrancarme honestas carcajadas.
Me dijo Vila- Matas que dice Keats: “El poeta lo es todo y no es nada. No tiene carácter, disfruta de la luz y de la sombra. Lo que choca al virtuoso filòsofo, emociona al camaleónico poeta. Un poeta es el ser menos poético que haya porque no tiene identidad: Esta continuamente sustituyendo y rellenando algún cuerpo”.
El quebrantahuesos es un gigantesco pàjaro carroñero que habita en las montañas europeas. La fuerza descomunal de este buitre blanco le permite alzar con sus garras a una cabra montès o a un cervatillo y dejarlos caer desde las alturas hasta los peñascos, en donde sus huesos se hacen añicos. Una vez que la osamenta de la vìctima yace destrozada en las piedras, el quebrantahuesos desciende para devorar los restos. Obvia decir que es esta loable actividad la que le da su nombre. El quebrantahuesos es un buen ejemplo de cómo pueden relacionarse literatura y zoología. Y es que en mi infancia, fueron las lecturas en torno a la vida y costumbres de este pajarraco, las que me llevaron a saber de la existencia del poeta Esquilo, el primer trágico griego.
Esquilo, quien naciò en Eleusis, localidad cercana a Atenas en el año 525 A.C., fue un sobreviviente de las guerras contra los persas en Maratón y Salamina donde fue gravemente herido. Pero las paradojas del destino, o esa suerte de fatalidad que pesa sobre los personajes de tragedia griega, y por lo visto tambièn sobre sus creadores, quiso que Esquilo no muriese como un héroe de guerra. Cuenta la leyenda que un oráculo le dijo al autor de Prometeo encadenado y Trilogía de Orestes que morirìa a consecuencia de la caìda de un gran bulto sobre su cabeza. Esquilo imaginò sin duda una piedra lanzada por una catapulta o un objeto arrojado desde el techo de un edificio, por lo que se retirò a vivir como ermitaño en un valle, donde según èl, no podría caerle ningún objeto desde el cielo.
No imaginò jamás el pobre Esquilo que un inoportuno quebrantahuesos dejarìa caer desde las alturas una tortuga que fue a estrellarse contra su cabeza. Lo que la leyenda no se cuidò de aclarar, es si el quebrantahuesos tuvo banquete con dos platos, pues además de devorar a la tortuga, no creo que le haya hecho el feo a la destrozada cabeza de Esquilo. O sea, que el pico del pajarraco se atragantò de un poco de lirismo griego aderezado con caldo de tortuga. Mmmm. Que delicia.
Un grabado clásico de la Crónica Florentina que alguna vez tuve la oportunidad de ver en el British Museum, muestra el momento en que el quebrantahuesos arroja la tortuga sobre la cabeza de Esquilo.
Geoffrey Chaucer
Alguna vez tuve la oportunidad de pasar por Caterbury. Me hubiera gustado tener màs tiempo para empaparme con la mìstica de ese legendario sitio, fuente de inspiración para grandes poetas de las letras británicas. Fue ese el lugar que inspirò a Geoffrey Chaucer a escribir sus cèlebres Cuentos de Canterbury en 1386.
Geoffrey Chaucer fue el primer gran poeta de Inglaterra. Naciò probablemente en Londres en 1340 y fue soldado de su paìs en uno de los tantos episodios de la Guerra de los 100 Años contra Francia, la misma en la que participò Juana de Arco medio Siglo después. Dado que viajò en una misión diplomática a Génova, se considera muy probable que Chaucer haya podido conocer personalmente a Petrarca y a Boccaccio. El encuentro entre dos poetas italianos y un poeta inglès en el Siglo XIV era por demàs improbable, dadas las precarias comunicaciones de la època. Se sabe que Chaucer dominaba perfectamente el latìn, el francès y tambièn el italiano, por lo que no debe haber tenido problemas para comunicarse con sus colegas. Los crìticos dicen que como poeta lírico, Chaucer no estuvo jamás a la altura de Petrarca o Dante, pero como poeta narrativo fue sin duda el mejor de su tiempo. Fue precisamente a Chaucer a quien le tocò inaugurar el rincòn de los poetas en la Abadía de Westminister en donde siglos màs tarde estarìa atiborrado de vecinos.
El baròn de Teive es el heterónimo menos conocido de Fernando Pessoa y tambièn el menos prolífico. El ùnico manuscrito que dejò Teive fue “La educación del estoico”, una suerte de tratado sobre la imposibilidad de hacer un arte superior.
Teive, por cierto, no es tan famoso por su limitada obra, sino por ser el ùnico de los heterónimos de Don Fernando que se suicidò. Perdonando la odiosísima comparación: ¿Optarà algún dìa mi Amber Aravena por el suicidio?
Cuando en 1848 un desconocido Dostoievski publicò su novela “El doble”, recibiò duras crìticas, pues se considerò a su obra una vil y malograda copia de Gogol.
Yo soy un lector confeso de Gogol, una pluma que bajo mi opinión merecerìa màs atención. Al igual que a Dostoievski, a Gogol lo acabaron por obsesionar dilemas ontològicos y a diferencia del buen Fedor, Nicolai acabò por perder totalmente la razón. Murió demente y obsesionado por temores místicos. Lo extraño del caso, es que una personalidad complicada como la de Gogol, haya sido capaz de crear cuentos tan cómicos. Y es que la lectura de “La nariz” fue capaz de arrancarme honestas carcajadas.
Me dijo Vila- Matas que dice Keats: “El poeta lo es todo y no es nada. No tiene carácter, disfruta de la luz y de la sombra. Lo que choca al virtuoso filòsofo, emociona al camaleónico poeta. Un poeta es el ser menos poético que haya porque no tiene identidad: Esta continuamente sustituyendo y rellenando algún cuerpo”.