A menudo uno piensa que cuando pasa demasiado tiempo sin ver a una persona, las palabras fluirán como torrente. En casi dos años, debe haber mil y un cosas que contar. Sin en las 16 o 17 horas que dura un dìa activo pasan tantas cosas, luego de dos años parecerìa que uno tiene màs de una cosa para decir. Pero no. Compruebo una vez màs que con las personas que màs quiero me gusta a menudo compartir los silencios o la simple palabra cotidiana.
Y hablando de silencios compartidos, me permito transcribir un párrafos de la biografía de Joyce, escrita por Richard Ellman.
“Joyce tenìa entonces 50 años y Beckett 26. Beckett era adicto a los silencios y tambièn Joyce; entablaban conversaciones que a menudo consistìan sòlo en un intercambio de silencios, ambos impregnados de tristeza, Beckett en gran parte por el mundo, Joyce en gran parte por sì mismo. Joyce estaba sentado en su postura habitual, las piernas cruzadas, la puntera de la pierna de encima bajo la canilla de la de abajo; Beckett, tambièn alto y delgado, adoptaba la misma postura. Joyce de pronto preguntaba algo parecido a esto: - ¿Còmo pudo el idealista Hume escribir una historia?-
Beckett replicaba: - Una historia de las representaciones”-
Y hablando de silencios compartidos, me permito transcribir un párrafos de la biografía de Joyce, escrita por Richard Ellman.
“Joyce tenìa entonces 50 años y Beckett 26. Beckett era adicto a los silencios y tambièn Joyce; entablaban conversaciones que a menudo consistìan sòlo en un intercambio de silencios, ambos impregnados de tristeza, Beckett en gran parte por el mundo, Joyce en gran parte por sì mismo. Joyce estaba sentado en su postura habitual, las piernas cruzadas, la puntera de la pierna de encima bajo la canilla de la de abajo; Beckett, tambièn alto y delgado, adoptaba la misma postura. Joyce de pronto preguntaba algo parecido a esto: - ¿Còmo pudo el idealista Hume escribir una historia?-
Beckett replicaba: - Una historia de las representaciones”-