Eterno Retorno

Tuesday, November 25, 2003

Porque usted lo pidió, Eterno Retorno le ofrece en exclusiva la reseña oficial y completa del concierto más brutal y extremo del año, no apto para fans del nü metal, el happy punk y basuras similares.

Por Daniel Salinas

Una devastadora e inclemente tormenta decibélica fue lo que se vivió la noche del viernes en el 4&B de San Diego cuando Slayer, Arch Enemy y Hatebreed recetaron el concierto metalero más potente que se ha vivido este año en la región.
Con boletaje agotado desde semanas antes, estas tres bandas dejaron muy claro que la escena meta-lera goza de buena salud y puede prescindir del aparato publicitario de los medios comerciales.
Eran las 19:00 horas y la horda headbanguera comenzaba a ingresar al lugar, cuando una banda de hard core llamada Bad Acid Treep se subió al escenario para ir calentando los músculos y oídos de los asistentes.
Pero fue hasta las 19:45 cuando apareció sobre el escenario la primera gran bestia noche: Arch Enemy que arrancó sin piedad con “Silent Wars”.
La energía y agresividad de la cantante Angela Gossow, una rubiecita alemana chaparrita pero con una voz de demonio enfurecido, se contagió de inmediato a los asistentes.
Y es que tras esa voz potente se encuentra la perfecta sincronía de las guitarras de los hermanos Amott y el bajeo del señor D¨Angelo.
Para cuando la banda interpretó Burning Angel, We will Rise y Dead Eyes, See No Future, ya había una buena cantidad de headbangueros haciendo mosh frente al escenario.
Lo que fue una verdadera lástima fue el poco tiempo que duró Arch Enemy arriba del escenario, pues esta banda sueca tiene la capacidad y el repertorio suficiente para ser cabeza de cualquier cartel.
Antes de las 20:30 horas, Arch Enemy se despidió de la concurrencia con “Ravenous” dejando el am-biente más que caldeado para seguir con la tormenta.
Alrededor de las 20:50 horas, la pandilla más radcial de New Haeven Connecticutt, Hate Breed se trepó al escenario para obsequiar casi una hora de brutalidad extrema.
A diferencia de Arch Enemy, Hatebreed no derrocha virtuosismo a la hora de ejecutar sus instrumentos, pero ello lo suple con una potencia y una brutalidad que se contagia.
Temas clásicos como Call for Blood y Burial for the Living y algunos de su nueva producción Rise of Brutality como Altar of Justice, fueron los responsables de un slam demencial.
Pero el plato fuerte, el verdadero demonio viviente de la noche, estaba apenas por llegar; unos minu-tos después de las 22:00 horas, las luces se apagaron y se escucharon las angustiantes voces del intro Darkness of Christ, antes de que Slayer saliera al escenario arrancando de forma machacante con la devastadora Disciple.
Kerry King, Dave Lombardo, Tom Araya y Jeff Hanemann emergieron entre el humo rojo mientras el auditorio se fundía en un solo grito: God hate´s us all.
Apenas hubo un breve receso de unos segundos en que Araya preguntó a la concurrencia: “¿Están lis-tos para la guerra?” y la respuesta inmediata fue el inicio del clásico War Ensamble.
El recorrido de Slayer incluyó un viaje al pasado con sus temas At Down They Sleep, Necrophiliac, Hell Awaits y Fight Til Death, pero también hubo lugar para temas de su última producción como God Send Death y la ultra hardcorera Payback.
Momentos particularmente intensos del concierto fueron los temas lentos como Mandatory Suicide, el riff denso e infernal de South of Heaven y la macabra Dead Skin Mask, canción dedicada al asesino serial de los años cincuenta Edd Glenn.
Mientras Lombardo aporreaba sin piedad la monstruosa batería, el mosh y el slam no bajaban su in-tensidad y frente al escenario se veían largas cabelleras que contrastaban con una considerable can-tidad de blancas cabezas rapadas.
Pasadas las 23:00 horas, llegó lo que parecía ser el final con el sin duda más esperado himno de bata-lla: Angel of Death, el tema dedicado al médico nazi Joseph Mengele con el que la banda pretendió despedirse del escenario.
Pero los gritos del público exigiendo el regreso fueron tan fuertes, que Slayer retornó al escenario, no para recetar una cancioncita de pilón, sino todo un álbum entero y no conste que no cualquier álbum; La banda obsequió completito y sin interrupciones el Reign in Blood, sin duda la más valiosa joya de la historia del metal extremo.
Piece by Piece, Necropchobic, Altar of Sacrifice, Jesus Save, Criminally Insane, Reborn y Epidemic fueron ejecutadas sin cortes ni respiro alguno, destacando la precisión de Lombardo en la batería, instrumento fundamental del Reign in Blood.
Tras una pequeña pausa, Araya anunció la despedida con el demoledor cierre de su obra maestra: Postmortem y Raining Blood que sonaron como un auténtico bombardeo nuclear.
Casi a la media noche, la horda metalera salía lentamente del bar hacia las fías calles del centro sandieguino con el espíritu inflamado de la que ha sido sin duda la noche musicalmente más extrema del año.