El odio de Dios
Me gustó leer Malebolge. De inmediato te das cuenta cuando estás ante un escritor inteligente, un cabrón que te desafía, que juega contigo.
Además me hace pensar, cosa que de vez en cuando se convierte en uno de mis deportes favoritos.
Soler Frost es un escritor católico. Sus dilemas consiguen, por lo menos, perturbarme. En el fondo, disfruto el contacto con católicos de considerable estatura intelectual, que son muy pocos por cierto.
Dilemas del ser, la insuficiencia ontológica, el vacío, la nada. El viejo y trillado dilema de Dios que no me abandona. En el fondo, yo soy un ateo que piensa demasiado en Dios, un deicida que carga a cuestas el cadáver de su víctima.
Y sí, debo aceptar que el cadáver de Dios es un peso en mi espalda (¿sería muy cursi decir mi alma?)
Alguna vez, en medio del frío y la inmensidad de una Navidad en la Sierra de Chihuahua el padre Rafael me dijo que pese a mi radical ateísmo, yo soy una persona demasiado mística.
En México hay millones de católicos que acuden todos los domingos a misa y jamás piensan en Dios, al que sólo invocan para condenar el aborto y los conciertos de Marilyn Manson. Yo sólo creo en la nada, en el caos, en el vacío abismal y sin embargo siempre pienso en Dios, en su omnipresente cuerpo putrefacto. Pienso en Dios para odiarlo y pensar que me odia, pero pienso en él. En el fondo, dedico un mucho de mi tiempo a eso que llaman oración.
No puedo jurar que moriré en el ateísmo aunque considero muy difícil que vuelva a pertenecer a una religión. Pero el deicidio es también un acto de fe, mi único acto de fe. El deicidio es un sacramento. Me formé en un hogar católico y un día dije no a Dios y lo saqué a patadas de mi mente. Mi razón decidió sepultarlo. Primero blasfemé contra su iglesia pero a los 16 años decidí que aunque su representación humana fuera perfecta, la hipótesis de su existencia es inútil.
Necesitaría pasar algo muy duro en mi vida para que volviera a profesar un credo, algo que sacudiera mis estructuras, un auténtico terremoto espiritual. No digo que de esta agua no beberé. Mi reconversión sería la prueba de que el poder de Dios es infinito. La supervivencia de mi eterno deicidio la prueba de su inexistencia.
Bendita sea la Heineken
Bitácora del fin de semana: Solo tres latas Heineken compartidas con Carolina. Beber una Heneken fría en un vasito pequeño es uno de los mayores placeres que reserva la existencia. Aspirar su aroma, sentir ese frescor amargo en los labios. Cuando bebes Heineken puedes creer que todos los dioses de todas las mitologías son entes reales y corpóreos. Cuando bebes una caliente caguama Tecate en un antro de la Plaza Fiesta, recuerdas que el drenaje y los resumideros existen.
La frialdad de Sanlúcar
El sábado Carolina y yo acudimos a escuchar al guitarrista Manolo Sanlúcar al Cecut. Una experien-cia interesante y hasta ahí. Un músico ciertamente hábil, pero muy frío. Hubiera preferido un flamenco más caliente, más pasional. Hay que tomar en cuenta que de todo el festival, fue el único gui-tarrista que tocó puro material propio. Mucha demostración de habilidades en ejecuciones di-fíciles, innegable virtuosismo, pero una frialdad de hielo. Me hizo recordar esos discos de King Crimson u otras bandas progresivas ultraclavadas que parecen hechos para disfrute de expertos. Su acom-pañante Santiago Lara pareció por momentos descoordinado y para colmo el sonido falló varias veces. Aún así el público aplaudió con fervor, casi extasiados. Lo mejor , sin duda, la cantante Carmen Grilo y su educada voz. De cualquier manera, una experiencia interesante y enriquecedora.
Mis blogs favoritos
Llevo casi un año en la blogadicción y nunca he tenido un tag ni una lista de blogs preferidos. Tam-poco suelo dejar mensajes o recados en los blogs que visito. No tengo esa costumbre y no practico este deporte con afán de socializar. Pero ello no significa que no tenga un grupo de blogs a los que sea literalmente adicto. A veces, muy raras veces, lees un párrafo en un blog que de verdad te deja de a seis y puede producirte sensaciones que ni tu libro de cabecera en la página más inspirada. He querido mencionar aquellos blogs que en verdad me influyen, pero prefiero no hacerlo. Tal vez un día lo haga.
Sin embargo, creo que debo hacer una excepción con el blog Filtro Cerebral de Mayra Luna que me sorprende casi a diario, aunque el texto que leí hoy, titulado -Esperan que se llame como yo- en verdad es de antología. Un texto de esos que me dejan diciendo p-u-t-a m-a-d-r-e- ¿Cuál es la razón de mi sorpresa? ¿Qué esto de la vida como eterna sala de espera es algo que yo pienso todos los días y no había podido expresar como hizo Luna? ¿O que la reflexión me toca una llaga muy sensible? No me gusta recetar ni recibir cumplidos, pero el Filtro Cerebral se ha encargado de regalarme muchos de los mejores párrafos que he leído en el universo bloguero.
La serpiente bibliófila
Demasiado tiempo invertido en ver libros en El Día y el Cecut. La serpiente bibliófila de la tentación se me apareció y se enroscó fuerte en mi cuello. Y me decía la muy pe´rfida: Compra un libro, compra un libro. El problema es que deseaba unos 15. Al final acabé comprando el Sostiene Pereira de Tabucchi. Ya llevo leída más de la mitad de la Cartografía de animales celestes y no me he equivocado. Hasta ahora me parece una novela bastante buena.
Obrero maquilador
Son casi las 19:30. Tengo que escribir la columna política y mi mente y manos se niegan. Tengo una resistencia involuntaria y por ello me dedico en este momento al vicio del bloguear. Pero basta, el trabajo llama. Odio la política bajacaliforniana y odio escribir al respecto. Es el colmo del tedio, del aburrimiento, de la mediocridad. Y yo debo escribir en este preciso momento una columna amena sobre ello. Ni pedo, la maquiladora paga. Agua y ajo-
Me gustó leer Malebolge. De inmediato te das cuenta cuando estás ante un escritor inteligente, un cabrón que te desafía, que juega contigo.
Además me hace pensar, cosa que de vez en cuando se convierte en uno de mis deportes favoritos.
Soler Frost es un escritor católico. Sus dilemas consiguen, por lo menos, perturbarme. En el fondo, disfruto el contacto con católicos de considerable estatura intelectual, que son muy pocos por cierto.
Dilemas del ser, la insuficiencia ontológica, el vacío, la nada. El viejo y trillado dilema de Dios que no me abandona. En el fondo, yo soy un ateo que piensa demasiado en Dios, un deicida que carga a cuestas el cadáver de su víctima.
Y sí, debo aceptar que el cadáver de Dios es un peso en mi espalda (¿sería muy cursi decir mi alma?)
Alguna vez, en medio del frío y la inmensidad de una Navidad en la Sierra de Chihuahua el padre Rafael me dijo que pese a mi radical ateísmo, yo soy una persona demasiado mística.
En México hay millones de católicos que acuden todos los domingos a misa y jamás piensan en Dios, al que sólo invocan para condenar el aborto y los conciertos de Marilyn Manson. Yo sólo creo en la nada, en el caos, en el vacío abismal y sin embargo siempre pienso en Dios, en su omnipresente cuerpo putrefacto. Pienso en Dios para odiarlo y pensar que me odia, pero pienso en él. En el fondo, dedico un mucho de mi tiempo a eso que llaman oración.
No puedo jurar que moriré en el ateísmo aunque considero muy difícil que vuelva a pertenecer a una religión. Pero el deicidio es también un acto de fe, mi único acto de fe. El deicidio es un sacramento. Me formé en un hogar católico y un día dije no a Dios y lo saqué a patadas de mi mente. Mi razón decidió sepultarlo. Primero blasfemé contra su iglesia pero a los 16 años decidí que aunque su representación humana fuera perfecta, la hipótesis de su existencia es inútil.
Necesitaría pasar algo muy duro en mi vida para que volviera a profesar un credo, algo que sacudiera mis estructuras, un auténtico terremoto espiritual. No digo que de esta agua no beberé. Mi reconversión sería la prueba de que el poder de Dios es infinito. La supervivencia de mi eterno deicidio la prueba de su inexistencia.
Bendita sea la Heineken
Bitácora del fin de semana: Solo tres latas Heineken compartidas con Carolina. Beber una Heneken fría en un vasito pequeño es uno de los mayores placeres que reserva la existencia. Aspirar su aroma, sentir ese frescor amargo en los labios. Cuando bebes Heineken puedes creer que todos los dioses de todas las mitologías son entes reales y corpóreos. Cuando bebes una caliente caguama Tecate en un antro de la Plaza Fiesta, recuerdas que el drenaje y los resumideros existen.
La frialdad de Sanlúcar
El sábado Carolina y yo acudimos a escuchar al guitarrista Manolo Sanlúcar al Cecut. Una experien-cia interesante y hasta ahí. Un músico ciertamente hábil, pero muy frío. Hubiera preferido un flamenco más caliente, más pasional. Hay que tomar en cuenta que de todo el festival, fue el único gui-tarrista que tocó puro material propio. Mucha demostración de habilidades en ejecuciones di-fíciles, innegable virtuosismo, pero una frialdad de hielo. Me hizo recordar esos discos de King Crimson u otras bandas progresivas ultraclavadas que parecen hechos para disfrute de expertos. Su acom-pañante Santiago Lara pareció por momentos descoordinado y para colmo el sonido falló varias veces. Aún así el público aplaudió con fervor, casi extasiados. Lo mejor , sin duda, la cantante Carmen Grilo y su educada voz. De cualquier manera, una experiencia interesante y enriquecedora.
Mis blogs favoritos
Llevo casi un año en la blogadicción y nunca he tenido un tag ni una lista de blogs preferidos. Tam-poco suelo dejar mensajes o recados en los blogs que visito. No tengo esa costumbre y no practico este deporte con afán de socializar. Pero ello no significa que no tenga un grupo de blogs a los que sea literalmente adicto. A veces, muy raras veces, lees un párrafo en un blog que de verdad te deja de a seis y puede producirte sensaciones que ni tu libro de cabecera en la página más inspirada. He querido mencionar aquellos blogs que en verdad me influyen, pero prefiero no hacerlo. Tal vez un día lo haga.
Sin embargo, creo que debo hacer una excepción con el blog Filtro Cerebral de Mayra Luna que me sorprende casi a diario, aunque el texto que leí hoy, titulado -Esperan que se llame como yo- en verdad es de antología. Un texto de esos que me dejan diciendo p-u-t-a m-a-d-r-e- ¿Cuál es la razón de mi sorpresa? ¿Qué esto de la vida como eterna sala de espera es algo que yo pienso todos los días y no había podido expresar como hizo Luna? ¿O que la reflexión me toca una llaga muy sensible? No me gusta recetar ni recibir cumplidos, pero el Filtro Cerebral se ha encargado de regalarme muchos de los mejores párrafos que he leído en el universo bloguero.
La serpiente bibliófila
Demasiado tiempo invertido en ver libros en El Día y el Cecut. La serpiente bibliófila de la tentación se me apareció y se enroscó fuerte en mi cuello. Y me decía la muy pe´rfida: Compra un libro, compra un libro. El problema es que deseaba unos 15. Al final acabé comprando el Sostiene Pereira de Tabucchi. Ya llevo leída más de la mitad de la Cartografía de animales celestes y no me he equivocado. Hasta ahora me parece una novela bastante buena.
Obrero maquilador
Son casi las 19:30. Tengo que escribir la columna política y mi mente y manos se niegan. Tengo una resistencia involuntaria y por ello me dedico en este momento al vicio del bloguear. Pero basta, el trabajo llama. Odio la política bajacaliforniana y odio escribir al respecto. Es el colmo del tedio, del aburrimiento, de la mediocridad. Y yo debo escribir en este preciso momento una columna amena sobre ello. Ni pedo, la maquiladora paga. Agua y ajo-