Me vale un carajo que los teorreícos consideren a la novela policíaca el non plus ultra de lo obsoleto. Yo disfruto demasiado con el género negro. Tienes que tener una buena dosis de malicia para saber dibujar un cuadro criminal. Y a mí Mankell me pasa un chingo y como mero dato cultural, escribo esta reseña escuchando a todo volumen en los audífonos a sus compatriotas suecos de In Flames, concretamente el Tokyo Showdown. También como mero dato cultural, sostengo que mis rolas favoritas de Las Flamas de Gotenburgo son Moonshield y Only for th Weak. La purísima neta estos cabrones.
Pd- Sé que al escribir uno de los peores vicios es el de repetirse, pero en esta ocasión no he podido evitar reciclar una frase de una anterior reseña de Mankell.
Pasos de Gutenberg
La falsa pista
Henning Mankell
TusQuets Editores- Colección Andanzas-
Por Daniel Salinas
¿Qué secreto tiene Henning Mankell para hechizar lectores y matarlos de curiosidad por conocer el final de sus telarañas criminales?
La duda en verdad me corroe, pues siendo objetivos, no hay nada revolucionario ni innovador en las novelas policíacas de este autor sueco.
La realidad de las cosas es que Mankell se apega con ortodoxo rigor a los cánones más típicos del género policial. El desarrollo de la trama, la psicología de los personajes, el manejo del suspenso y las recurrentes trampas al lector, son propias de un buen discípulo de los clásicos del género como Georges Simenon o Agatha Cristhie.
De entrada, uno pensaría que la historia de un asesino en serie que actúa guiado por una suerte de inspiración mística no es precisamente un tema original.
Pero aún con toda esa dosis de ortodoxia en sus páginas, el sueco me logró atrapar y me enganchó a su historia como hacia mucho tiempo no me sucedía con una novela negra.
Y conste que no son precisamente breves las novelas de Mankell, pues la mayoría de ellas exceden las 400 páginas, un tamaño que tratándose de este género, exige del narrador la suficiente malicia para seguir seduciendo al lector
Al más puro estilo de la tradición inaugurada por Sir Arthur Conan Doyle, Mankell tiene su Sherlock Holmes particular: El detective sueco Kurt Wallander, un personaje cuya lupa parece ser una flauta mágica que atrae lectores en todo el mundo y hace traducir las obras de Mankell a 23 idiomas.
Curiosamente, las raíces literarias de este escandinavo nada tienen que ver con la novela policial. Mankell, quién nació en Estocolmo en 1948, se inició en los años sesenta como dramaturgo y sus obras teatrales son dirigidas principalmente a un pú-blico infantil.
De hecho, Mankell sigue ejerciendo la dramaturgia y actualmente es el director del Teatro Nacional de Mozambique, país en el que reside.
Sin embargo esta faceta de Mankell es poco conocida, mientras que su inspector Wallander se ha hecho mundialmente famoso.
Al igual que todas sus novelas policíacas, La falsa pista se desarrolla en la costa Sur de Suecia en la apacible ciudad de Ystad, dónde un criminal que se cree poseído por un espíritu indígena, empieza a cometer brutales asesinatos armado de su hacha.
Un ex ministro de Justicia sueco y un traficante de obras de arte son las primeras víctimas de este asesino que actúa sin motivo aparente. Al mismo tiempo, una misteriosa joven dominicana se inmola prendiéndose fuego en medio del campo.
Lo sorprendente, es que el néctar de la novela no es en este caso descubrir quién es el asesino, algo de lo que el lector se entera antes de la mitad de la novela, sino conocer sus motivos y averiguar qué es lo que hizo que sus víctimas merecieran una muerte tan cruel.
Conocido el asesino, la atención del lector se concentra en indagar qué secreto ocultan los hombres que mueren con la cabeza partida a hachazos.
También resulta fascinante seguir página a página el rompecabezas que va armando Wallander a base de falsas pistas que lo llevan a estar muy cerca del asesino, pero con un rumbo totalmente equivocado.
Y como le suele suceder a todas los buenos autores policiales, Mankell no logra evitar que el punto culminante de la historia se de en los momentos en que se trata de develar el misterio y no en la resolución final, que acaba por ser bastante prede-cible.
En lo que sí existe cierto contraste con los típicos autores policíacos, es el mensaje de alerta que Mankell intenta dar en sus novelas, en este caso sobre el tema del maltrato y la prostitución infantil, temas que realmente preocupan al autor y sobre cu-yas consecuencias advierte su personaje al final de la novela.
De cualquier manera, si la obligación de una historia policíaca consiste en ser capaz de amarrar al lector en su enramado y obsequiarle unas horas de auténtica hipnosis que lo aparten de su cotidiana realidad, La falsa pista cumplió con creces su co-metido.
Pd- Sé que al escribir uno de los peores vicios es el de repetirse, pero en esta ocasión no he podido evitar reciclar una frase de una anterior reseña de Mankell.
Pasos de Gutenberg
La falsa pista
Henning Mankell
TusQuets Editores- Colección Andanzas-
Por Daniel Salinas
¿Qué secreto tiene Henning Mankell para hechizar lectores y matarlos de curiosidad por conocer el final de sus telarañas criminales?
La duda en verdad me corroe, pues siendo objetivos, no hay nada revolucionario ni innovador en las novelas policíacas de este autor sueco.
La realidad de las cosas es que Mankell se apega con ortodoxo rigor a los cánones más típicos del género policial. El desarrollo de la trama, la psicología de los personajes, el manejo del suspenso y las recurrentes trampas al lector, son propias de un buen discípulo de los clásicos del género como Georges Simenon o Agatha Cristhie.
De entrada, uno pensaría que la historia de un asesino en serie que actúa guiado por una suerte de inspiración mística no es precisamente un tema original.
Pero aún con toda esa dosis de ortodoxia en sus páginas, el sueco me logró atrapar y me enganchó a su historia como hacia mucho tiempo no me sucedía con una novela negra.
Y conste que no son precisamente breves las novelas de Mankell, pues la mayoría de ellas exceden las 400 páginas, un tamaño que tratándose de este género, exige del narrador la suficiente malicia para seguir seduciendo al lector
Al más puro estilo de la tradición inaugurada por Sir Arthur Conan Doyle, Mankell tiene su Sherlock Holmes particular: El detective sueco Kurt Wallander, un personaje cuya lupa parece ser una flauta mágica que atrae lectores en todo el mundo y hace traducir las obras de Mankell a 23 idiomas.
Curiosamente, las raíces literarias de este escandinavo nada tienen que ver con la novela policial. Mankell, quién nació en Estocolmo en 1948, se inició en los años sesenta como dramaturgo y sus obras teatrales son dirigidas principalmente a un pú-blico infantil.
De hecho, Mankell sigue ejerciendo la dramaturgia y actualmente es el director del Teatro Nacional de Mozambique, país en el que reside.
Sin embargo esta faceta de Mankell es poco conocida, mientras que su inspector Wallander se ha hecho mundialmente famoso.
Al igual que todas sus novelas policíacas, La falsa pista se desarrolla en la costa Sur de Suecia en la apacible ciudad de Ystad, dónde un criminal que se cree poseído por un espíritu indígena, empieza a cometer brutales asesinatos armado de su hacha.
Un ex ministro de Justicia sueco y un traficante de obras de arte son las primeras víctimas de este asesino que actúa sin motivo aparente. Al mismo tiempo, una misteriosa joven dominicana se inmola prendiéndose fuego en medio del campo.
Lo sorprendente, es que el néctar de la novela no es en este caso descubrir quién es el asesino, algo de lo que el lector se entera antes de la mitad de la novela, sino conocer sus motivos y averiguar qué es lo que hizo que sus víctimas merecieran una muerte tan cruel.
Conocido el asesino, la atención del lector se concentra en indagar qué secreto ocultan los hombres que mueren con la cabeza partida a hachazos.
También resulta fascinante seguir página a página el rompecabezas que va armando Wallander a base de falsas pistas que lo llevan a estar muy cerca del asesino, pero con un rumbo totalmente equivocado.
Y como le suele suceder a todas los buenos autores policiales, Mankell no logra evitar que el punto culminante de la historia se de en los momentos en que se trata de develar el misterio y no en la resolución final, que acaba por ser bastante prede-cible.
En lo que sí existe cierto contraste con los típicos autores policíacos, es el mensaje de alerta que Mankell intenta dar en sus novelas, en este caso sobre el tema del maltrato y la prostitución infantil, temas que realmente preocupan al autor y sobre cu-yas consecuencias advierte su personaje al final de la novela.
De cualquier manera, si la obligación de una historia policíaca consiste en ser capaz de amarrar al lector en su enramado y obsequiarle unas horas de auténtica hipnosis que lo aparten de su cotidiana realidad, La falsa pista cumplió con creces su co-metido.