Eterno Retorno

Wednesday, September 24, 2003

Algunos comentarios sobre El Ángel de Reforma-


Sobre la recomendación de no lectura-

Podría llegar a coincidir en parte con lo señalado por Alessandro Baricco en su artículo titulado -Jóvenes, es mejor no leer-, pero la realidad es que este individuo está terriblemente equivocado en sus conceptos.
Cuando alguien me pregunta que haría yo para fomentar el hábito de la lectura o que acciones reco-mendaría para que los jóvenes se pongan a leer, respondo que nada y que ninguna acción me parece válida más que la de encontrar placer en la actividad. Lo único que puedo hacer al respecto es aceptar que yo soy un adicto a la lectura y afirmar que dicha actividad ha sido capaz de procurarme grandes placeres a lo largo de mi vida. Dado que soy un incurable hedonista, suelo repetir compulsivamente todos aquellos actos que me procuran un disfrute.
La única razón por la que leo, es la misma por la que cojo: Placer y para ahí de contar. Si no te procura placer alguno, pues mi consejo es que no leas. Si jugar nintendo te causa un disfrute sin igual, pues adelante, juega nintendo. Si masturbarte te causa un enorme placer, pues manos la obra. Con la lectura es igual. No debes hacerlo pensando en fomentarte de manera disciplinada el hábito de la lectura porque es muy bueno y muy útil. Si quieres te sea honesto, a mi leer no me ha servido de nada en términos prácticos o utilitarios. Al contrario, he gastado bastante en comprar libros e invierto mucho de mi tiempo en estar sumergido en sus páginas, tiempo que pude invertir tal vez en ganar dinero. Pero bueno, el hombre tiene derecho al placer. A mi me gusta leer, ver partidos de futbol, tomar cerveza y escuchar metal. Hasta ahora ninguna de esas actividades me ha reportado beneficio alguno en términos de ganancias, pero han hecho muy felices las horas de mi vida y ello es más que suficiente para continuar repitiendo estas conductas durante el poco o mucho tiempo que me quede de vida. Es por ello que a donde quiera que voy, cargo un libro conmigo de la misma forma que el adicto debe llevar consigo su dosis y su jeringa. Ni modo. Alonso Quijano no escogió su vicio.
Según este tal Baricco, la lectura es una actividad de resentidos que se refugian en ella para negar o evadir una realidad que les es adversa o en la que irremediablemente han fracasado. Cito textualmente a este individuo: - No tengo ninguna duda que el placer de leer, así como la cultura del libro, están fuertemente relacionados a una derrota. A una herida y a una derrota. Leer es siempre la revancha de alguien que en la vida fue ofendido, herido. Me parece que leer libros es una manera inteligentísima de perder-
Sigo con la cita: - Para ser prácticos, veo a estos muchachos de 16 años que pasean, y que han leído todos mis libros, o bien demasiado Kafka o demasiado Dostoievsky. Los veo. Y cuando me preguntan qué deben hacer, sólo una cosa me llega a la cabeza: Váyanse a jugar con el balón, tiren los libros, paseen. Córtense los cabellos, píntenselos de verde. Hagan algo. Busquen estar en el adentro. No afuera. Después de ello, regresen a los libros, por caridad, pero no se dejen imbuir-
Grave error de Baricco. Al que en verdad le gusta la lectura lee por placer y nada más. No pretendes vengarte de alguien, ocultarte de algo o canalizar fracasos. Efectivamente, a mis 16 años traía dema-siado Kafka y demasiado Dostoievski en la cabeza (ni un libro de Baricco eso sí, pues no sé ni quién chingados es para ser honesto), pero también me dediqué a patear el balón con fe y jamás me resistí a jugar cuanta cascarita de futbol o basquet se me atravesara y recorría más de 50 kilómetros diarios en bici. No me corté los cabellos, al contrario me los dejé muy largos y por fortuna no hubo necesidad de pintármelos, pues su color me tiene más que contento. Fui bastante paseador y vaya que dediqué mi adolescencia y juventud a viajar. Tampoco me faltaron compañeras ni amistades ni sexo ni dejé de ir al estadio a ver jugar a los Tigres por quedarme en casa leyendo un libro. Empecé a leer, por cierto, mucho antes de sentir una herida o una derrota en mi vida. Luego entonces, pinche Baricco, leer no me ha privado de nada de eso que tú dices. La lectura no está peleada con el deporte, los amigos, las chicas y la música. Claro, a menos de que tú te hayas peleado con eso y quieras advertir a los jóvenes para que no cometan tus mismos errores. Pero ahora sí que eso es tu bronca.

Sobre las críticas a Bellatin

Las siempre sabias y autorizadas voces del NBJ se rasgan las vestiduras por una crítica aparecida en El Ángel en contra de Mario Bellatin. Era de esperarse; cada que hay un crítica contra Mario ellos reaccionan con furia.
En anteriores ocasiones he hablado en este blog de la franca admiración que siento por Mario Bellatin. Salón de belleza, Flores y Poeta ciego están entre los grandes tesoros de mi biblioteca que suelo releer de manera recurrente. No miento si afirmo que Mario Bellatin es quizá el escritor contemporáneo que más me ha impactado. Pero ello no significa que lo considere infalible y capaz de salvarse de toda crítica. También he escrito en este blog que Jacobo el mutante no me agradó gran cosa. No he leído aún Perros héroes, pero se que sigue con la línea de su libro anterior. Los teorreícos dicen que Jacobo el mutante es el non plus ultra de la postnarrativa (así le dicen ellos) y la deconstrucción literaria. Yo confieso mi ignorancia en torno a esos elevados conceptos. A mí Jacobo el mutante no me gustó, pero ello no influye en el hecho de que considere a las anteriores novelas de Mario, principalmente las tres mencionadas, entre las mejores que he leído en mi vida.
Ahora, no voy a defender al tipo que escribe la columna, un tal Sergio González cuya trayectoria yo desconozco. Coincido con Nicolás Cabral cuando señala que sus comentarios son producto de la ira y la amargura. Totalmente de acuerdo, aunque si he de ser sincero, no creo que Bellatin necesite hacer un perfomance. Creo que la literatura, más aún la producida por Mario, es grande por sí misma y tiene luz propia, por lo que puede carecer de todo tipo de representación conceptual.
El acto máximo, el que consuma el milagro literario, es el momento en que un lector se abstrae del mundo para entrar en el universo de lo escrito por otro ser. Paren ustedes de contar. Lecturas, presentaciones, performance, le vienen guangas a la literatura. Todas esas manifestaciones propias de teorréicos nada tienen que ver con el libro. Las lecturas y presentaciones de libro solo sirven para que los pavos de este negocio zangoloteen sus culos. Me dan una espantosa hueva esos seres que se han acostumbrado a las rancias galletas y el mal vino que circula en esta clase de actos y que han educado ya el tedioso tonito de voz con el que presentan los textos de sus amigos ante auditorios casi siempre vacíos, ocupados por unos cuantos somnolientos que aguardan tan solo el momento de sal-tar por el vino. No he visto el performance de Mario, ni me interesa verlo. Con releer una obra de arte como Salón de belleza, me basta y sobra. Todo lo demás, está de más.