Eterno Retorno

Thursday, August 28, 2003

La muerte del hombre del bar me fue confirmada cuatro días después. Como el hecho no resultó ser para mí ninguna sorpresa, ni siquiera me molesté en pedir detalles, pero Ximeno, sediento de conversación, parecía no darse por enterado de mi absoluto desinterés hacia el caso y comenzó a narrar santo y seña de lo que le había pasado al infortunado hombre de la barra. Vaya cruel fin el que les reserva el destino a algunos, me decía Ximeno. Al pobre le cercenaron el cuello con los pedazos de una de las botellas que lo obligaron a romper.


El señor feudal abre sus ojos negros cada mañana y agradece a su dios el que las sábanas de seda permanezcan ahí, albergando su estatura de casi dos metros, mientras su espíritu se diluye en angus-tiosas pesadillas en los que su imperio se transforma, en un de repente, en las migajas de un viejo pan que se desmorona en el puño de un gigante, sueños infinitos donde los puntos porcentuales de una cifra incomprensible patinan sin control al caer la noche. Ese punto porcentual es el terror del señor feudal. Y yo le digo:- tu dios está muerto y a nadie le importa una chingada, si por ahí existe un infierno, puedes estar seguro de que en él nos veremos- El señor feudal se pudre en el culo del Diablo. Ya continuaremos.