Imposible no invocar el desboque, sobre todo cuando la tinta azul tiene un motor un tanto más frívolo que el de la tinta negra. Este punto preciso, inasible instante, es la más pura representación del laberinto.
Todo el entorno es un enramado de improbabilidades o acaso de imágenes mentirosas, prefiguradas por alguna inventada deidad que insiste en hacerme creer que hay cosas ciertas.
La Muerte caminando junto a tu hombro junto a tu hombro, aguardando paciente el instante de lírica embriaguez, de ira blasfema, acechando el momento eterno, diluyendo la piel mientras la luz muere en pedazos de laberinto.
Dándole vueltas a un cielo, despedazando a mordidas a los dioses del tabaco, buscando que el Mar se trague las gotas de insatisfacción de todos los instantes nunca aferrados, de ese deseo inerte de congelar en dos la imágen.
Todo el entorno es un enramado de improbabilidades o acaso de imágenes mentirosas, prefiguradas por alguna inventada deidad que insiste en hacerme creer que hay cosas ciertas.
La Muerte caminando junto a tu hombro junto a tu hombro, aguardando paciente el instante de lírica embriaguez, de ira blasfema, acechando el momento eterno, diluyendo la piel mientras la luz muere en pedazos de laberinto.
Dándole vueltas a un cielo, despedazando a mordidas a los dioses del tabaco, buscando que el Mar se trague las gotas de insatisfacción de todos los instantes nunca aferrados, de ese deseo inerte de congelar en dos la imágen.