Un diputado me escribe una carta por demás ofensiva. Aunque él no lo sabe, lo que más coraje me da es que me considere un derechista que apoya los gobiernos de Acción Nacional. ¡Un derechista yo¡ Háganme reír.
Carajo, el mundo me mal entiende. A mí, un ateo al que lo horroriza la inhumanidad del nuevo capitalismo, una carta me acusa de ser derechista y otra me acusa de ser un católico intolerante. Que bien. Vamos por muy buen camino.
Si me lo permite Bobbio y si es que aún existe el término, mi línea de pensamiento es y ha sido siempre tendiente a esa cosa tan prostituida que llaman izquierda. Sí, lo confieso sin pena. Jamás le he dado ni le daría un voto a Acción Nacional y si no milito ni he militado en los partidos socialistas, es precisamente porque están atiborrados de zánganos fracasados, comunistas de cafetín y juniors oportunistas. Creo, o quiero creer, en los gobiernos de vocación social, en las economías de participación mixta (keynesiano me podría hacer llamar) en la equidad laboral y considero a la orgía del mercado libre como un peligro para la humanidad. Si hubiera sido un joven en 1936 sin duda hubiera combatido a sangre y fuego a la Falange española y si hubiera sido un ruso en 1917, sin duda hubiera salido con mi bandera roja a las calles de Petrógrado.
Ah, pero como me dan risa esos comunistas de master card que le dan vivas a Castro mientras beben mojitos de a siete americanísimos dólares en la Bodeguita de En Medio, o en una playa exclusiva de Varadero con un par de jineteras a su lado, gastando su dinero el “paraíso socialista”. También me dan una hueva enorme los románticos silviorodrigozos con su edición gastada del Diario del Che en Bolivia, que ocultan su inutilidad y su fracaso como militantes del CGH.
Por eso hace un tiempo que he mandado a la mierda las ideologías políticas. Mi único compromiso es y será con el periodismo. Luego entonces, mi único compromiso es con la verdad. Mi voto en las elecciones es cosa aparte y no le pertenece a ninguno de los tres partidos grandes, pro cierto.
Desde hace más de siete años vivo de manera íntegra de ejercer el periodismo escrito. Jamás he tenido, ni siquiera temporalmente, alguna otra actividad. Cada centavo que he ganado en mi vida como profesional se lo debo al periodismo.
Nunca he estado en alguna nómina pública o de alguna universidad ni tampoco he tenido un negocio.
Mis únicos dos trabajos anteriores fueron en una tienda de discos y en una librería y eso antes de los 20 años. Fuera de eso, siempre he estado partiéndome la madre en los medios. Y vaya que en este trabajo hay que romperse no solo la madre sino el alma y debes tenerle mucho cariño.
En cambio, el diputado que me escribe fue un parásito de las delegaciones federales mientras se lo permitió el salinismo. Después se transformó en un experto chapulín de las posiciones legislativas. Hoy en día, en pleno declive, sigue mamando de la gigantesca ubre pública, aunque el tiempo se le acaba. Por primera vez en más de 15 años (o tal vez más) estará fuera de la nómina. Así la verdad es muy fácil ser socialista y acusar de ser un defensor de la derecha, a un periodista que se parte el lomo para pagar su casa, que se queda con las ganas de comprar muchos libros de ediciones caras y que prefiere beber vasos de whisky en su casa en lugar de ir cada mes a La Habana a tomar unos carísimos mojitos.
En fin, como me han llamado derechista y me han llamado católico, me he sentido demasiado ofendido y es por ello que he dedicado tanto espacio a hablar de convicciones políticas y religiosas, lo que sin duda ha debido matar de aburrimiento a algún improbable lector que por accidente se haya topado con este espacio. Por ello, prometo solemnemente no volver a hablar de política ni religión en este blog. Es un juramento-
Carajo, el mundo me mal entiende. A mí, un ateo al que lo horroriza la inhumanidad del nuevo capitalismo, una carta me acusa de ser derechista y otra me acusa de ser un católico intolerante. Que bien. Vamos por muy buen camino.
Si me lo permite Bobbio y si es que aún existe el término, mi línea de pensamiento es y ha sido siempre tendiente a esa cosa tan prostituida que llaman izquierda. Sí, lo confieso sin pena. Jamás le he dado ni le daría un voto a Acción Nacional y si no milito ni he militado en los partidos socialistas, es precisamente porque están atiborrados de zánganos fracasados, comunistas de cafetín y juniors oportunistas. Creo, o quiero creer, en los gobiernos de vocación social, en las economías de participación mixta (keynesiano me podría hacer llamar) en la equidad laboral y considero a la orgía del mercado libre como un peligro para la humanidad. Si hubiera sido un joven en 1936 sin duda hubiera combatido a sangre y fuego a la Falange española y si hubiera sido un ruso en 1917, sin duda hubiera salido con mi bandera roja a las calles de Petrógrado.
Ah, pero como me dan risa esos comunistas de master card que le dan vivas a Castro mientras beben mojitos de a siete americanísimos dólares en la Bodeguita de En Medio, o en una playa exclusiva de Varadero con un par de jineteras a su lado, gastando su dinero el “paraíso socialista”. También me dan una hueva enorme los románticos silviorodrigozos con su edición gastada del Diario del Che en Bolivia, que ocultan su inutilidad y su fracaso como militantes del CGH.
Por eso hace un tiempo que he mandado a la mierda las ideologías políticas. Mi único compromiso es y será con el periodismo. Luego entonces, mi único compromiso es con la verdad. Mi voto en las elecciones es cosa aparte y no le pertenece a ninguno de los tres partidos grandes, pro cierto.
Desde hace más de siete años vivo de manera íntegra de ejercer el periodismo escrito. Jamás he tenido, ni siquiera temporalmente, alguna otra actividad. Cada centavo que he ganado en mi vida como profesional se lo debo al periodismo.
Nunca he estado en alguna nómina pública o de alguna universidad ni tampoco he tenido un negocio.
Mis únicos dos trabajos anteriores fueron en una tienda de discos y en una librería y eso antes de los 20 años. Fuera de eso, siempre he estado partiéndome la madre en los medios. Y vaya que en este trabajo hay que romperse no solo la madre sino el alma y debes tenerle mucho cariño.
En cambio, el diputado que me escribe fue un parásito de las delegaciones federales mientras se lo permitió el salinismo. Después se transformó en un experto chapulín de las posiciones legislativas. Hoy en día, en pleno declive, sigue mamando de la gigantesca ubre pública, aunque el tiempo se le acaba. Por primera vez en más de 15 años (o tal vez más) estará fuera de la nómina. Así la verdad es muy fácil ser socialista y acusar de ser un defensor de la derecha, a un periodista que se parte el lomo para pagar su casa, que se queda con las ganas de comprar muchos libros de ediciones caras y que prefiere beber vasos de whisky en su casa en lugar de ir cada mes a La Habana a tomar unos carísimos mojitos.
En fin, como me han llamado derechista y me han llamado católico, me he sentido demasiado ofendido y es por ello que he dedicado tanto espacio a hablar de convicciones políticas y religiosas, lo que sin duda ha debido matar de aburrimiento a algún improbable lector que por accidente se haya topado con este espacio. Por ello, prometo solemnemente no volver a hablar de política ni religión en este blog. Es un juramento-