Me duele la interpretación que algunas o tal vez muchas personas le han dado al reportaje de los psíquicos. He recibido algunas cartas en donde me acusan de intolerante y me dicen que si critico el negocio de los psíquicos, debería empezar por desenmascarar la charlatanería de la Iglesia Católica. De hecho en el blog de Fausto he leído también ese comentario, lo cual me deja pensando mucho.
A algunas personas debo darles la razón, al menos en parte. Que la Iglesia Católica es la charlatanería más enorme del Universo y la historia humana, no lo discuto, pues es absolutamente cierto. Pero su acusación hacia mí es injusta.
Desde mi adolescencia me he dedicado a combatir el fanatismo, la superchería y la ignorancia que deriva de cualquier culto religioso. Desde hace más de 15 años me declaro ateo. Nada de que creo en mi diosito de bolsillo, pero no en la Iglesia. Ni madre. Yo no creo absolutamente en nada. Aún pensando que una institución humana como la Iglesia fuera perfecta, yo como quiera me declararía ateo, pues la hipótesis de un ser superior, un creador o un juez, me resulta absolutamente inconcebible, simplemente falsa. En otras palabras, humana, demasiado humana.
Me considero un hijo de las ideas de la Ilustración, aunque no coloco a la Razón Humana como el centro del Universo. De hecho somos unos absolutos ignorantes y existen muchas cosas que la racionalidad no accede a explicar, sin embargo, ello no implica que no tengan explicación y que tengamos que atribuirle a deidades todo aquello que no podemos definir en términos racionales.
Yo no creo en ninguna deidad y mi guerra no es solo contra el catolicismo. Me críe en una familia católica y creo que por razones históricas, el catolicismo es el corporativo más fuerte y poderoso dentro del negocio de la religión y por ende, uno de los que más daño hacen. Pero detesto por igual a cualquiera de sus ramas protestantes. Los cristianos evangélicos y los testigos de Jehová me causan especial repulsión por su fanatismo recurrente y su aparente retraso mental. Después de todo, el catolicismo tiene una base teológica más firme y hay sacerdotes, principalmente jesuitas, con los que puedo man-tener conversaciones de muy buen nivel, lo que sería imposible con un legionario u opusdeista.
En realidad, creo que la gran joda de la humanidad, la que la ha arrastrado por pantanos de humillante decadencia, es la cultura judeocristiana. Esa maldita trilogía monoteísta de Jehová, Jesucristo y Alá se ha encargado de hacernos mierda. Hasta cierto punto, siento un poco de más respeto por los cultos paganos que deificaban a los elementos de la naturaleza. Odio al Jehová judío que es capaz de derrumbar murallas y sepultar miles de hombres en el Mar en nombre de su pueblo elegido. Me deprime el concepto chantajista del cristianismo y sí coincido con Nietzsche cuando señala en El Anticristo que el cristianismo logró crear la deidad más decadente, vulgar y prostituída que existe en el mundo de las religiones. También detestó al tiránico y machista Alá, ávido de guerras santas y sangre de infieles. Como quien dice, odio esa mentalidad tan propia de las Cruzadas, en la que gracias a los neoconservadores de la Casa Blanca, vivimos inmersos.
Pensar que yo pueda escribir sobre el tema de los psíquicos charlatanes con un afán persecutorio o inquisidor motivado por una católica intolerancia, es absolutamente absurdo e injusto. Nadie que me conozca podría pensar eso.
Yo no escribo sobre ellos condenándolos por herejes, sino por charlatanes. Le aseguran a la gente que son capaces de curar enfermedades, de quitarles males de encima y de hacer o deshacer hechizos, a cambio de dinero.
Considero a su tarot y a sus horóscopos tan falsos como los sacramentos católicos.
Por cierto, los psíquicos se dicen católicos practicantes y en sus consultorios tienen vírgenes de Guadalupe que conviven en santa fiesta con budas panzones y figuras de Shiva.
En fin, es estéril y muy aburrido hablar de religión, así que mejor medito sobre las nuevas contrataciones de los Tigres que me tienen más que satisfecho (4-0 al fascista Lazio mi buen, ahí nomás,) o sobre el triunfo de la Selección, que se encargó de taparle el hocico a Huguito Sánchez.
A manera de conclusión, diré que ningún dios existe, que toda creencia en aquello que no es científicamente explicable es superchería y que los psíquicos son un despreciable producto de la ignorancia. Un negocio casero y pueblerino si se le compara con los grandes corporativos universales de la fe, aunque no por ello menos dañino. Concluyo con esa sabia arenga del buen Voltaire. ¡Aplastemos a la Infamia¡ Y en el barco de la Infamia va lo mismo el Vaticano que un predicador de esquina o un psíquico, hermanados por su deseo de sacarle todo el oro posible a esa gran mina que es la ignorancia humana.
A algunas personas debo darles la razón, al menos en parte. Que la Iglesia Católica es la charlatanería más enorme del Universo y la historia humana, no lo discuto, pues es absolutamente cierto. Pero su acusación hacia mí es injusta.
Desde mi adolescencia me he dedicado a combatir el fanatismo, la superchería y la ignorancia que deriva de cualquier culto religioso. Desde hace más de 15 años me declaro ateo. Nada de que creo en mi diosito de bolsillo, pero no en la Iglesia. Ni madre. Yo no creo absolutamente en nada. Aún pensando que una institución humana como la Iglesia fuera perfecta, yo como quiera me declararía ateo, pues la hipótesis de un ser superior, un creador o un juez, me resulta absolutamente inconcebible, simplemente falsa. En otras palabras, humana, demasiado humana.
Me considero un hijo de las ideas de la Ilustración, aunque no coloco a la Razón Humana como el centro del Universo. De hecho somos unos absolutos ignorantes y existen muchas cosas que la racionalidad no accede a explicar, sin embargo, ello no implica que no tengan explicación y que tengamos que atribuirle a deidades todo aquello que no podemos definir en términos racionales.
Yo no creo en ninguna deidad y mi guerra no es solo contra el catolicismo. Me críe en una familia católica y creo que por razones históricas, el catolicismo es el corporativo más fuerte y poderoso dentro del negocio de la religión y por ende, uno de los que más daño hacen. Pero detesto por igual a cualquiera de sus ramas protestantes. Los cristianos evangélicos y los testigos de Jehová me causan especial repulsión por su fanatismo recurrente y su aparente retraso mental. Después de todo, el catolicismo tiene una base teológica más firme y hay sacerdotes, principalmente jesuitas, con los que puedo man-tener conversaciones de muy buen nivel, lo que sería imposible con un legionario u opusdeista.
En realidad, creo que la gran joda de la humanidad, la que la ha arrastrado por pantanos de humillante decadencia, es la cultura judeocristiana. Esa maldita trilogía monoteísta de Jehová, Jesucristo y Alá se ha encargado de hacernos mierda. Hasta cierto punto, siento un poco de más respeto por los cultos paganos que deificaban a los elementos de la naturaleza. Odio al Jehová judío que es capaz de derrumbar murallas y sepultar miles de hombres en el Mar en nombre de su pueblo elegido. Me deprime el concepto chantajista del cristianismo y sí coincido con Nietzsche cuando señala en El Anticristo que el cristianismo logró crear la deidad más decadente, vulgar y prostituída que existe en el mundo de las religiones. También detestó al tiránico y machista Alá, ávido de guerras santas y sangre de infieles. Como quien dice, odio esa mentalidad tan propia de las Cruzadas, en la que gracias a los neoconservadores de la Casa Blanca, vivimos inmersos.
Pensar que yo pueda escribir sobre el tema de los psíquicos charlatanes con un afán persecutorio o inquisidor motivado por una católica intolerancia, es absolutamente absurdo e injusto. Nadie que me conozca podría pensar eso.
Yo no escribo sobre ellos condenándolos por herejes, sino por charlatanes. Le aseguran a la gente que son capaces de curar enfermedades, de quitarles males de encima y de hacer o deshacer hechizos, a cambio de dinero.
Considero a su tarot y a sus horóscopos tan falsos como los sacramentos católicos.
Por cierto, los psíquicos se dicen católicos practicantes y en sus consultorios tienen vírgenes de Guadalupe que conviven en santa fiesta con budas panzones y figuras de Shiva.
En fin, es estéril y muy aburrido hablar de religión, así que mejor medito sobre las nuevas contrataciones de los Tigres que me tienen más que satisfecho (4-0 al fascista Lazio mi buen, ahí nomás,) o sobre el triunfo de la Selección, que se encargó de taparle el hocico a Huguito Sánchez.
A manera de conclusión, diré que ningún dios existe, que toda creencia en aquello que no es científicamente explicable es superchería y que los psíquicos son un despreciable producto de la ignorancia. Un negocio casero y pueblerino si se le compara con los grandes corporativos universales de la fe, aunque no por ello menos dañino. Concluyo con esa sabia arenga del buen Voltaire. ¡Aplastemos a la Infamia¡ Y en el barco de la Infamia va lo mismo el Vaticano que un predicador de esquina o un psíquico, hermanados por su deseo de sacarle todo el oro posible a esa gran mina que es la ignorancia humana.