Eterno Retorno

Monday, March 24, 2003


Hay nuevo disco de Apocalyptica. Todavía no lo he comprado. Puros temas suyos y la participación de Dave Lombardo, ex bataco de Slayer.

Hoy caminé por las calles del centro de Tijuana. Mi propósito, cortarme el pelo o más bien dicho despuntarlo. Solamente unos milímetros imperceptibles.
En una empresa donde la calvicie parece ser un requisito para lograr ser tomado en cuenta para un ascenso, yo intento sobrevivir concediendo a mi cabello pleno ejercicio de su libertad de crecimiento.


La providencia me niega el derecho de todo ciudadano bien nacido a disfrutar de un buen concierto de metal. In Flames está ahora mismo en Estados Unidos, pero California no está incluido en la gira. Seis diferentes fechas en Texas y ni una sola por estos rumbos. ¿Porque carajos sucede esto?


Hoy visité la librería de viejo que se ubica en la Calle Mutualismo. Hacía un buen rato que no aparecía yo por esos rumbos. Compré el Santa Evita de Tomás Eloy Martínez, nuevo, en 40 pesos, edición de Joaquín Mórtiz. También De todo lo visible y lo invisible de Lucía Extebarria. Lo que no me pudieron vender fue un poco de tiempo para leerlos. Se suman a la larga fila de espera.

Había una bonita edición de Luz de agosto. Esos viejos encuadernados de Seix Barral que aquí en Tijuana sólo en esa librería he podido conseguir. La letra es muy pequeña, pero la edición es externamente más que apetecible.

Hoy al medio día venía escuchando el Balls to the Wall de Accept y la rola del mismo nombre me inspiró demencialmente. Ahora mismo escucho en los audífonos Lucifer over London de Rotting Christ, pero la inspiración no acude al llamado.


Tal vez me anime luego a leer la nueva novela de Saramago. Hubo un tiempo en que fui saramaguiano. Después se me fue quitando. Estos días, definitivamente, no ando saramaguiano.

Saramago ha escrito quizá el mejor de todos los artículos sobre el 11 de septiembre y la crisis que de él derivó: Se llama el Factor Dios y fue publicado en El País en septiembre de 2001, cuando ese periódico todavía no te cobraba por visitar sus páginas. Ese artículo es en verdad fuera de serie.

La nueva novela de Carlos Fuentes no pienso leerla. Simplemente no se me antoja en lo más mínimo. Algún día, por ahí de mis 18 o 19 años, fui un ávido lector de Fuentes. No podría precisar cuando ocurrió mi desencuentro con este autor, pero la última grata sorpresa de los tiempos modernos fue La frontera de cristal.


Mis padres piensan venir a Tijuana por ahí de abril para pasar conmigo mi cumpleaños. Poco o nada conocen de esta ciudad. Estuvieron aquí por primera y única vez en junio de 1999 para acudir a mi boda. A lo largo de cuatro años apenas si nos hemos visto un par de ocasiones. Realmente aprecio el detalle.


Por la ventana puedo ver un Zeppelin de plástico anunciando no se que cosa. La paranoia está tan desatada, que podría suges-tionarme pensando que es un misil que viene con la misión de reducir a cenizas la redacción de Frontera.

La razón por la que yo no trago en Mc Donalds es muy simple: Su comida se me hace un pedazo de mierda y por si fuera poco no hay bebidas alcohólicas en el menú. Con ese par de razones, los globalifóbicos pueden estar seguros de que jamás tragaré en esa cerda catedral del mal gusto culinario.


Oponerse a la guerra no es sinónimo de oponerse la violencia. Yo creo que el odio, la agresividad y la sed de venganza son sentimientos tan humanos como el deseo carnal, la ternura o el cariño. Pero en esta guerra impuesta y teledirigida no hay nada de espontáneo. Ni siquiera la fanática idiotez redentora inherente a todo cruzado occidental está presente. Al menos no con autenticidad.