Ya mora un andariego Juglar mexicano por los rumbos de la Gandhi
No he querido saber pero he sabido que ya mora un
andariego Juglar mexicano por los rumbos de la Gandhi Tijuana. Al verlo ahí,
yaciente entre un tumulto de novedades editoriales, no puedo más que echarle su
pagana bendición en su casi infructuosa búsqueda de un improbable lector. Hace
diez años, en la primavera del 2012, supe por primera vez lo que se sentía ver
tu libro en el aparador de una librería comercial cuando lanzamos el Tigre
blanco. Recuerdo muy bien el día y la chingona sensación de estar iniciando una
aventura, un desafío. Una década después, mi única certidumbre es que un
lector, cualquier lector, es un milagro, un afortunado accidente. Un potencial
lector tiene para elegir decenas o cientos de novedades literarias y un menú
infinito de series y películas. Tenemos en la palma de la mano un Aleph de
evasiones. Yo no paro de leer y sin embargo siempre descarto un montón de
potenciales buenas lecturas, libros que sin duda me volarían la cabeza y que
nunca leeré porque el tiempo, el espacio y el dinero siguen siendo finitos y de
quince libros que deseo, debo resignarme a elegir dos o tres. Es por ello que a
ese improbable lector le guardo tantísima gratitud. Es de verdad un milagro, un
accidente en el universo. He aprendido a dimensionarlo y valorarlo.