La Diosa vs D10S
Lo
increíble había ocurrido. La Diosa tocaba las puertas del cielo. Después de 24
años de arrastrar la cobija, Atalanta estaba en una final de la Copa Italia. La
desgracia para La Diosa es que ahora debía enfrentar a Dios, o mejor dicho a
D10S. Su rival en la gran final sería el Nápoles de Diego Armando Maradona, el
equipo que había barrido la liga y no creía en nadie.
Ocurrió
entonces el otro milagro. L’Eco de Bérgamo corrió el riesgo de enviar a Radel a
cubrir el partido de ida en el estadio San Paolo de Nápoles. La tarde de su
partida lo acompañaste al bar Botticelli y después lo seguiste hasta la estación para cargarle la mochila
hasta la puerta del tren. Fue entonces cuando confirmaste que ese año el cielo
estaba de tu parte.
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¿Por qué te quedas ahí mirando como
un tarado? Anda, sube al tren. Aquí está tu pasaje. ¿Qué? ¿Creías que cargaría
mi mochila hasta la cancha de Nápoles? No Pierluigi, tú yo somos equipo y con
la de bares y putas que hay en los bajos fondos napolitanos, prefiero un
escudero confiable que me cuide.
El tren
arrancó y por primera vez en casi 18 años de vida abandonaste la región de Lombardía
para ir a ver a La Diosa enfrentar a Maradona a los pies del Vesubio y sí,
Nápoles ardía como si el volcán hubiera hecho erupción. Por primera vez
palpaste la fiebre, la euforia, la
locura y el desenfreno en estado puro.
Los
milagros existen, pero tienen límites. Por un momento creíste posible que La Diosa bergamesca rompería las leyes
de la lógica elemental, pero enfrente estaba el mejor jugador del mundo en su
momento gloria. En el 87 Maradona estaba sentado en los cuernos de la luna y el
mundo era su balón. El cráter del Vesubio no debía rugir tan fuerte como las
tribunas napolitanas. El equipo de Maradona los aplastó 3-0. Claro, quedaba el
partido de vuelta en Bérgamo y una lucecita al final del túnel haciéndoles
soñar con la remontada, pero el Pelusa de Fiorito no estaba para bromas en
aquel año.