Eterno Retorno

Tuesday, November 02, 2021

una velita bajo el diluvio, un puño de ceniza en el ciclón.

 


La de estos días es una fiesta ancestral que sobrevive a través de los siglos. Del Día de Muertos del noveno mes del calendario solar mexica en comunión con el Todos los Santos católico, al Samhain de los celtas que marcaba el fin del verano en la tradición gaélica o el All Hollows Eve, que en nuestra fronteriza cultura hemos adaptado en el infantil Halloween. De la Mictecazíhuatl de la noche azteca  a la simpática y engalanada Catrina de Posada que adorna nuestras rimadas calaveras de las que nadie se salva este día. Nuestra vida es frágil como una capa de hielo a punto de derretirse,  una velita bajo el diluvio, un puño de ceniza en el ciclón.

La Muerte es una compañera fiel que en todo momento camina a nuestro lado y está ahí, como guardiana omnipresente, todos los días de nuestra efímera vida hasta el momento inevitable en que nos toca el hombro.

Cuando uno repara en la omnipresencia de su Muerte, no puede menos que amar la vida, pero sin aferrarse a ella, sabiendo que la fascinación de cada día, de cada instante yace en su improbabilidad, en su fugacidad, en su misterio infinito.

Un día para pensar en nuestra esencia efímera, en nuestra condición de juguetes de un canijo destino o una aleatoriedad  bromista, nuestra condición  de llamas  en la tormenta, de castillos de arena frente a la marea alta.

La Muerte, que entre carcajadas y versos celebra con nosotros, haciéndonos ver que la solemnidad y la soberbia están de más en este mundo, que el mejor bálsamo para seres tan efímeros  es la risa, la humildad,  el amor a quienes nos rodean y el recuerdo de quienes ya no están. La Muerte, que adornada por las flores de la luz, nos enseña a maximizar cada instante, a vivir a plenitud cada día andado a lo largo de este breve camino.