Por ejemplo, si un campesino europeo del año 900 se subiera en una máquina del tiempo y viajara al año 1500, encontraría que muy pocas cosas han cambiado en la vida diaria a lo largo de seis siglos. Sin embargo, si un habitante de la Europa de 1500 se subiera a esa misma máquina y llegara al año 2016, sentiría haber viajado a otra galaxia. Nuestra vida diaria no tiene punto de comparación ya no digamos con el Siglo XVI, sino con el siglo pasado. En nuestra era el tren de la historia corre con prisa, como una bestia desbocada, una máquina sin control. Una década es demasiado tiempo en el Siglo XXI. Lo obsoleto es inmolado cada noche en el altar de sacrificios de la era moderna. La historia corre más rápido que nuestra capacidad de asimilarla y dimensionarla. Hay una canción del proyecto progresivo holandés Ayreon llamada 2084. Cuando la escucho me da por echar a volar la imaginación e intentar dibujar el mundo de ese año. Yo no viviré para entonces, pues tendría 110 años, pero mi hijo Iker cumpliría 75. ¿Cómo será el planeta en 2084? La única certidumbre es que apenas habrá punto de comparación con nuestro entorno. Acaso será un mundo irreconocible, mucho más extraño ante nuestros ojos de lo que resulta nuestro entorno actual para quien vivió en 1948. La carrera de Cronos nunca es uniforme y acaso hoy ya somos el olvido que seremos.
Wednesday, January 06, 2016
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