Quinto piso, solitario altar de un elevador desvencijado. Ahí apesta a espectro y añejamiento, polvo de infinitos ayeres. Hay algo perturbador en la idea de pernoctar en tal herrumbre. En el closet fueron olvidadas las chamarras invernales. Olor a humedad ratonil, a polvo de inútiles noches. Al parecer soy el nuevo habitante de esa vivienda y en mi exploración voy desgajando la palabrería indispensable para escribir sobre la energía yaciente en toda casa vieja. Paraje de fantasmas húmedos y pesadillas bajo palabra. La respiración fue siempre insuficiente. Noche de magro oxígeno en la cabeza.
Las cabezas de ratón no fueron un sueño, aunque hoy mismo no metería las manos al fuego por su recuerdo. Tampoco el águila devorando la ardilla en medio de Sánchez Taboada ni la petulante desnudez de este horizonte cuchillero. Tres veces ha rodado la maceta y el canto de este pájaro suena a clamor inexorable. Del este viene la luz y a mi izquierda vigilan las hirientes sombras.
Tuesday, February 24, 2015
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