Cuentero como soy, padezco una confesa debilidad por las antologías. Ha sido en compilaciones como he conocido a no pocos autores a los que al cabo de un tiempo terminé por volverme adicto. Gracias a una primera edición del Cuento Hispanoamericano de Seymour Menton que tenía mi madre en casa, conocí en la pre adolescencia a José Revueltas, a Juan José Arreola y a José Agustín entre otros.
En el caos de mi librero hay de dulce, chile y de manteca cuando de amontonar cuenteros hablamos. Tengo antologías de cuentistas tan jóvenes, que hasta incluyen bebés de pecho o nonatos. En las antologías de los raros (como Paisajes del limbo) se incluyen cuentistas monotremas o de anatomía élfica. Tengo antologías de cuenteros de Tamaulipas y Quebec, de Baja California y Croacia, de Hualahuises e Islandia, compiladas por Borges, Pitol, Sabato, Mario González, Monsivais y otros tantos pepenadores de letras. Vaya, hasta mi absurda Daxdalia es una falsa antología de heterónimos. Mi más reciente adquisición (pepenada, of course, en El Día) es una antología de cuentos únicos compilada por Javier Marías. Se trata de una selección de cuentistas británicos tocados por el síndrome de Bartleby (Vila-Matas dixit). Ilustres desconocidos que solo fueron capaces de parir un solo cuento en sus vidas. ¿Les suena el nombre de Nugent Barker o Perceval Landon? A mí no. Al único que conozco es a un tal sir Winston Churchill que aparece en su desconocida faceta de cuentista con su historia Hombre al agua. Marías hizo la travesura de incluir un cuento suyo con el seudónimo de un inglesito underground. En cualquier caso, las antologías son excenetes coordenadas para detectar Bartlebys o Varamos (César Aira dixit). De pronto, en una antología de jóvenes revelaciones de hace 15 años encuentras cuatro o cinco nombres de los nunca volviste a leer un párrafo y como no queriendo mucho la cosa te preguntas si acaso estas compilaciones no estarán llenas como la Daxdalia de escritores imaginarios.
Friday, February 20, 2015
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