Para mí, que soy volteriano y creo en la supremacía de las dudas sobre las certezas...
Hace
algunos años, en mis tiempos de reportero jarcor y en las épocas de las
blog-wars, te habría dicho que la
polémica revitaliza y que la ira es energía. Me gustaba pelear, me gustaba
ofender y resultar chocante. Hoy en día,
después de muchos ejercicios de autocontrol, he aprendido a evadir la
esterilidad de la polémica y no porque le saque la vuelta a los trancazos, sino
porque pierdes un montón de tiempo y nadie te paga por ello. Es aterrador
cuando reparas en todas las horas arrojadas a la basura en zipizapes facebookeros
sin sacar ningún provecho. El espíritu de la época apesta. Vivimos una era
sectaria y fundamentalista, llena de mojigatos del pensamiento único y eternos
ofendidos aferrados a sus dogmas de fe. Twitter es un nido de
inmundicia y mala entraña. Para mí, que soy volteriano y creo en la supremacía
de las dudas sobre las certezas y en el eterno cuestionamiento, me resulta
inconcebible que alguien pueda adorar ciegamente a un dios o a un político (sea
de izquierda o de derecha). A cada minuto te topas con una barrabasada en redes
y sientes el inmediato deseo de intervenir, pero luego respiras profundo,
piensas en todo el tiempo que perderás y decides pasar de largo. Al final
concluyes que fue mucho mejor.