En Japón la gente sigue leyendo
En Japón la gente lee. Por tercer año consecutivo emprendo este ejercicio de caza fotográfica. Lo sé, es una invasión de la privacidad, pero me emociona la imagen de una persona abstraída en el bosque narrativo. En cada tren, metro o autobus que abordamos encuentro por lo menos un lector. Lo mismo en parques o plazas. Ese es el verdadero indicador. Lo que se ve no se pregunta. Puedes darme las estadísticas que quieras, pero para mí lo que cuenta es lo que se ve en la calle y en Japón veo mucha más gente leyendo que en otros países. La lectura es la más elevada forma de embrujo, una alquimia neuronal que consuma la perfecta conversión de un pictograma en un concepto. En Japón la gente lee y miles siguen apostando por la letra impresa. Es un país hiperdigitalizado en donde muchas acciones de la vida cotidiana se ejecutan a través de una pantalla. En muchos restaurantes no tienes contacto con un ser humano. Ordenas tu platillo a través de una tablet y lo pagas al final en una caja automática. Las pantallas están por doquier y sin embargo jóvenes y viejos apuestan por leer en papel. La gente es particularmente introvertida y hablan poco en lugares públicos. Leyendo logran una abstracción casi zen. En esta época un lector es una anomalía o un milagro, un error en la Matrix, un desafío o un escupitajo al zeitgeist. Cuando veo a alguien abstraído en la lectura siento haber encontrado un cómplice, un secuaz. Viajar y leer, leer y viajar. Para mí siempre serán sinónimos. La lectura es el viaje interminable y los lectores abanderamos la última resistencia.