El cumpleaños de un viejo que envejece bien
Hace
143 años, un 28 de noviembre, nació en Viena Stefan Zweig y hoy podemos afirmar
que es uno de los narradores de su generación que mejor ha envejecido, alguien
que en el Siglo XXI parece tomar un nuevo aire y cobrar actualidad con bellas
reediciones de su obra. A Stefan lo conocí (como a tantísimos autores) en la
época en que hacía como que trabajaba en Librería Castillo San Agustín (y digo
hacía, porque me la pasaba leyendo en lugar de atender a los clientes). Lo
primero que leí fue la novela 24 horas en la vida de una mujer, pero lo que
verdaderamente me voló la cabeza fue descubrir su legado como biógrafo o sus
ensayos históricos. Nadie como el austriaco retrata al ser y sus
circunstancias, con todas las contradicciones, sinsentidos y complejidades que
encierra un alma humana. También me encanta la manera en que describe los
caprichosos e incomprensibles hilos que van tejiendo un hecho histórico.
Momentos estelares de la humanidad y Mundo de ayer están entre mis lecturas más
queridas de todos los tiempos. Nunca entenderé por qué se suicidó Stefan Zweig.
Cierto, era un momento muy oscuro y su mundo estaba en manos de Hitler, pero él
ya estaba a salvo en Brasil y creo que si alguien dimensionó lo efímero de las
tiranías y la condición de rueda de la fortuna inherente a la Historia, fue él.
En mi adolescencia fui un fiel lector de su gran amigo Herman Hesse (su mutua
correspondencia que me prestó Rodolfo Pataky es buenísima), pero en mi vida
adulta el compañero de viaje ha sido Zweig. Por cierto, en el gran pandemonio
de mi biblioteca, Stefan está representado por los ejemplares más caros y más
baratos que se pueden encontrar en el librero. Una caja con sus biografías que
costó 2 mil pesos y un ejemplar de sus novelas cortas que pepené usado en un
mercadito sobre ruedas por 20 pesos- Ambos buenísimos.