Eterno Retorno

Wednesday, May 29, 2024

Pepenador de libros soviéticos

 


Tal vez la Unión Soviética fracasó política y administrativamente, pero eso sí: que chulos libros editaban. Dentro de mi magro carrito de compras de la Feria TJ 2024, este ejemplar fue la joya: Así se templó el acero de Nikolái Ostrovski, el gran clásico del realismo socialista, publicado en 1932.

Conseguí esta edición moscovita de dos tomos por 250 pesitos. Ganga absoluta.  Me cuesta trabajo creerlo, pero sus 36 y medio millones de ejemplares lo convierten en el libro más vendido en lengua rusa, superando por unos 400 mil a Guerra y Paz de Tolstói. Vaya, me es difícil creer que esté por encima de Ana Karenina, Doctor Zhivago, Crimen y Castigo o La Madre, pero tal vez influyó en que por motivos propagandísticos se distribuyó masivamente durante el stalinismo. Nacido en Ucrania en 1904,  Nikolái Ostrovski fue un bolchevique que vivió apenas 32 años. Estaba enfermo de esclerosis múltiple y fue dos veces herido durante la guerra civil rusa, pero tenía una voluntad encabronada y no se achicopalaba ante la adversidad.

Padezco una confesa debilidad por los libros soviéticos. Están editados con toda la mano. Papel fino, pastas duras, bellas ilustraciones. La Unión Soviética ponía empeño y cuidado en traducir sus libros y distribuirlos por el mundo entero. No es que albergue una multitud de ejemplares en mi biblioteca, pero los que tengo son todos muy bellos. El primero fue un volumen ilustrado llamado Cuentos de la historia rusa que me regaló mi mamá en la infancia. Eran relatos rusos que iban desde la época de Pedro el Grande a la Segunda Guerra Mundial y la era bolchevique. Después he logrado pepenar lindas ediciones soviéticas de cuentos de Chéjov y Gógol.

Además, como sucede con los libros antiguos, la magia empieza por las marcas y señuelos de sus antiguos dueños, empezando por la dedicatoria: “Para el caro amigo, doctor Jesús González Posada: con expresivo afecto, con ardiente simpatía…Guillermo Padilla. Septiembre de 1957”. Esta es la magia que jamás me proporcionará un libro electrónico. Imagínense: hace 67 años alguien regaló el libro que tengo ahora en mis manos. ¿Qué habrá sido de Jesús González y Guillermo Padilla? Si en 1957 Jesús ya era doctor, deduzco entonces que eran adultos y si el regalo era precisamente ese libro, es porque tenían filias socialistas. ¿Qué habrá sido de ellos? Asumo que ya murieron. ¿Cómo llegó ese libro a una mesa de remate en Tijuana? Lo ignoro, pero les juro que hay una dosis de embrujo en el acto de abrirlo y releerlo. Este tipo de  canijos placeres trae consigo la indomable pepena libresca.