CLIS DE SOL
Como no
queriendo mucho la cosa, esta mañana recordé que desde 1993 tengo tatuado un
eclipse y ni siquiera tengo clara la razón por la que elegí ese dibujo y qué
significado tenía para mí. Suelo olvidar que lo tengo.
También
recordé que mi primera irrupción en una publicación colectiva, fue una
antología del taller literario de la Universidad Regiomontana a la que
titularon Y después del eclipse, pero con brutal franqueza he olvidado a quién
y por qué se le ocurrió ese nombre y si acaso los eclipses significaban algo
para nosotros en aquel demencial 94.
Recordé que
diez años antes, siendo niño, me llevaron a ver el gran eclipse del 84 al
parque Tangamanga de San Luis, pero la lluvia frustró nuestros planes. Esa
tarde Manuel Buendía fue asesinado por la esquina de la información.
Recordé que
en julio del 91 vimos el eclipse en una barranca al fondo de nuestra calle en
Lomas del Olivo y hoy pienso que si acaso hay futuro lejano, no recordaré
demasiados detalles de este sol cubierto del 24, que en Baja California
transcurrió sin pena ni gloria y que será posiblemente el último gran eclipse
solar de mi vida.