Eterno Retorno

Saturday, July 01, 2023

Pocos medios han sabido surfear con éxito las bravísimas olas de la era digital

 


No puedo dejar de interpretar como una señal premonitoria la muerte de Proceso como semanario y su forzada e incierta mutación a una periodicidad mensual. Es el fatal cruce de un umbral hacia una nueva era marcada por un río muy revuelto en donde hasta ahora muy pocos pescadores ganan, pero donde hay por herencia decenas de miles de damnificados. El tren bala de nuestra era corre desbocado sin aparente maquinista, pasando de largo por las últimas estaciones donde una multitud de colegas de oficio han quedado varados. En materia de medios de comunicación no solo cambiaron las reglas del juego, sino que cambió por completo el juego que jugamos y no muchos se adaptan a las nuevas coordenadas, si es que las hay.

Para intentar comprender esta violenta metamorfosis, analizo fríamente mis propios hábitos de consumo como lector. Durante muchísimos años fui un comprador compulsivo de revistas, principalmente de historia, literatura, política, fútbol y metal. Proceso era de las que nunca faltaban. Semanario Zeta tampoco. Era una suerte de ritual de fin de semana que aguardaba con ansias de develar la cara oculta de lo que prensa oficialista callaba u omitía. En mi juventud sus reportajes eran todavía un trancazo que sacudía entrañas. ¿Cambié yo? ¿Menguó la calidad de las publicaciones? Fue una metamorfosis mutua, pero sobre todo metamorfosearon las circunstancias y el espíritu de la época. ¿Hace cuánto no compro un ejemplar de Proceso? Ya en la última década solo compraba sus ediciones especiales temáticas, pero creo que la más reciente la adquirí hace más de seis años. ¿Hace cuánto no compro un ejemplar impreso de Zeta? No exagero si les digo que desde la muerte de Blancornelas.

Pocos medios han sabido surfear con éxito las bravísimas olas de la era digital. Si hablamos de prensa en español, creo que el ejemplo más exitoso es sin duda El País. De hecho, El País es el único medio digital por el que pago una suscripción. Con ese me basta y no pienso pagar otra y no porque no me alcance el dinero, sino porque todavía no se inventan los días de 34 horas y no puedes empeñar la vida entera en leer toda la prensa que recibes diariamente. El gran dilema de la época es que estamos saturados, desbordados e infestados de información. Entrar a Twitter cada mañana es como ver pasar frente a ti a una parvada de 10 mil pajarracos graznando y desplumándose. Un millón de noticias, artículos, videos, podcasts. Lo más complejo de la era actual es elegir y depurar entre toneladas de información gratuita. No pocos colegas realmente talentosos están haciendo cosas muy interesantes en la red. El verdadero dilema es cómo poder ser visibles en un entorno con semejante infestación informativa. Lo paradójico es que nunca como ahora ha sido tan necesario el buen periodismo. Ante la imparable epidemia de noticias falsas o de sitios informativos chatarra en donde las notas están escritas con las patas exultando con desparpajo una redacción y ortografía miserables, uno aprecia en verdad el buen periodismo. El gran dilema es cómo hacerlo rentable.

El reto de las universidades es inmenso, pues creo que hoy en día ya no basta con formar periodistas éticos y profesionales, sino que debes además profundizar en preparar colegas capaces de surfear la ola de la modernidad digital y entenderle al crucigrama del nuevo modelo de negocios. Hacer rentable un medio de comunicación en medio de esta caósfera es la madre de todas las batallas y la agonía de Proceso me recuerda que son muchos los buenos periodistas que están perdiendo esta guerra.

PD- “Cierro los ojos e imagino que los veo caminar por Paseo de la Reforma una tarde de julio de 1976 entre los puestos de revistas, luciendo trajes de antaño, con las yemas de los dedos marcadas por tanta tecla de máquina ruda. Son ellos, los guerreros prófugos del sabotaje echeverrista al diario Excélsior, quienes ese verano están marcando un antes y después en la historia de la libertad de expresión en México. Son Julio Scherer, Vicente Leñero, Abel Quezada, Enrique Maza, Miguel Ángel Granados Chapa, José Emilio Pacheco, Gastón García Cantú, Carlos Monsiváis, Froylán López Narváez y otros fieles que han decidido consumar un digno éxodo. Abandonan la “esquina de la información” en Reforma de donde han sido arrojados a la calle por la operación de la mafia presidencial que en una mañosa asamblea logró encumbrar a Regino Díaz Redondo a la dirección del diario. Esa tarde aún no lo saben, pero los pasos de Scherer y los suyos apuntan rumbo a la Colonia del Valle donde levantarán una nueva trinchera en la calle Fresas.

A veces imagino que bebo café en esa redacción mientras escucho sus charlas de trasnochadores en un lenguaje que ante los jóvenes nativos digitales que debutan como reporteros en 2015 resultaría una extravagancia. Me sumerjo en mi hemeroteca personal para deleitarme con su elegancia prosística en desuso y de pronto los veo convertirse poco a poco en sombras, fantasmas de una era del periodismo que se nos está yendo para siempre y de la que Federico Campbell formó parte”. (Fragmento de El Lobo en su Hora)