Eterno Retorno

Thursday, July 13, 2023

Adiós Milan

 


El universo Kundera fue mi templo y mi altar literario a mediados de los 90. Si conviviste conmigo cuando yo tenía entre 18 y 22 años, lo más posible es que me hayas encontrado con un libro del checo en la mano. Entre sus páginas encuentro boletitos de camiones urbanos regios y apuntes universitarios. Empecé con El libro de los amores ridículos por recomendación de un maestro que teníamos en el Albatros a quien llamábamos El Tex, pero la verdadera sacudida ocurrió cuando leí La insoportable levedad del ser a los 17 años. Yo iba abandonando la adolescencia y francamente me voló la cabeza. Fue la primera novela filosófica, psicoanalítica, ensayística, onírica y elegantemente erótica que leí en mi vida. La primera gran explosión del arte mayor de la novela moderna en mi entonces joven cabeza. La novela se la  tomé prestada a mi tía Patricia Basave, (un préstamo de más de treinta años) en colección Andanzas de TusQuets, 1989, segunda reimpresión mexicana. Desde entonces me leí absolutamente todo Kundera.

Particularmente fascinante me pareció La vida está en otra parte y El libro de la risa y el olvido. Sí, el recuerdo de aquellos años tiene para mí un inocultable tufo kunderiano. Hay narradores capaces marcar un momento de la vida y Kundera fue uno de ellos.

¿La vida está en otra parte? Mientras los demonios sueltos de aquellos años hacían brotar las aguas negras del sistema político mexicano, mi mente deambulaba por la Praga de los sesenta diseccionando la filosofía de la historia en el doblez de un gesto erótico. Yo trabajaba entonces en librería Castillo y tuve oportunidad de entrarle de lleno a su obra completa. Podría hablar de lo que cada libro de Milan significó en mi vida, de que el primer texto literario que publiqué en Baja California hace casi años, fue un ensayo sobre su obra La ignorancia en la revista Arquetipos del Cetys a invitación de Patricio Bayarado. Podría hablar  de la helada mañana de noviembre de 2004 en que Carol y yo fuimos a parar a la nevada estación de su natal Brno cuando íbamos en ruta hacia Austria, pero inevitablemente me puse a pensar en cómo narraría el checo los absurdos y las terribles contradicciones de esta época de vocación totalitaria en donde parece haberse perdido el sentido del humor y en donde los tribunales inquisitoriales y los talibanes de las redes emprenden juicios sumarios y dictan sentencias de muerte. Kundera supo anteponer la ironía y los múltiples dobleces del erotismo frente al espectáculo de la política y sus equívocos; la complejidad e ingobernabilidad del amor frente a la máquina totalitaria y la muerte de la broma, petrificada en la falsa sonrisa del realismo socialista.

“El hombre atraviesa el presente con los ojos vendados, sólo puede intuir y adivinar lo que de verdad está viviendo; y después, cuando le quitan la venda de los ojos, puede mirar al pasado y comprobar qué es lo que ha vivido y cuál era su sentido”.  Se fue uno de mis narradores tótem, de los que marcó la temprana juventud. Mi camino de vida como lector no habría sido el mismo sin Kundera. Salucita Milan. Karenin ya está listo para ayudarte a cruzar al Río.