por senderos extraños
Muy a menudo no tengo idea del lugar a donde voy cuando escribo.
Ya me cayó el veinte de que si por remota casualidad existe una deidad, se debe reír mucho con nuestros planes futuros. Escrituralmente siento un gran placer cuando la pluma se pone en plan de mula desbocada y me lleva por senderos extraños en puro ejercicio de escritura dionisiaca, aunque al final el reportero apolíneo y el albañil de las palabras acaben por imponerse. Vaya, si escribes con la mira puesta en una convocatoria, entonces brota la esencia reporteril de quien entiende que la extensión y los tiempos de entrega son sagrados, que 500 palabras son 500 palabras y 150 cuartillas no son 151 y que el 30 de abril no es el 1 de mayo.
Cierto, eras y has seguido siempre un caos,
un amasijo de dispersión con la cabeza infestada de pájaros y cheneques, pero
aunque el desorden haya sido tu vocación, has cumplido con llevar una bitácora
existencial más o menos constante desde los días de tu infancia.