Un magro y limitado camino como lector da como resultado una total falta de malicia narrativa.
Para alguien que ha pasado su vida comiendo comida chatarra y cuya dieta se basa en sabores simples, es muy posible que el sabor del queso azul, de un pulpo al ajillo o de unos caracoles escargot le resulte de entrada repugnante y no pueda encontrar placer alguno en comerlos, mientras que para alguien cuyo paladar se haya educado en diversos sabores, la experiencia resultará una delicia. El mejor vino del mundo puede no saber nada o incluso resultar repulsivo para quien nunca se ha sumergido en los placeres del producto de la vid. En cambio, el paladar de un aficionado al vino de inmediato reaccionará positivamente ante el sabor, mientras que el paladar de un catador experto o un enólogo, logrará distinguir la composición y su varietal con solo probarlo. Cuando la gente me pregunta qué haría para promover la lectura, me limito a decir que deben encontrar la fuente de goce oculta en un libro. Leer no es un medio, sino un fin en sí mismo, como todos aquellos actos que se realizan por puro y simple principio del placer. Hacerlo por tarea u obligación no tiene sentido alguno. El placer está ahí y creo que cualquiera puede encontrarlo, pero si no se tiene el hábito y la formación, es posible que no se encuentre a la primera y por ello hay que darse la oportunidad y darse un poco de tiempo. En mi caso es ya un vicio irrenunciable; la mayor y más poderosa adicción que he conocido en la vida. La lectura puede ser un vicio más fuerte que la más adictiva de las drogas. Por ejemplo, he encontrado placer en la bebida y sin embargo he pasado meses sin probar una gota y no siento incomodidad alguna. En cambio, no podría pasar un solo día de mi vida sin leer.
A lo que quiero llegar es que si no lees difícilmente llegarás lejos en tu camino como narrador. No pocas veces me toca integrar jurados en certámenes literarios juveniles y no exagero si les digo que un texto fallido y condenado al naufragio suele revelarse con desparpajo desde la primera página. En esos casos son palpables las ganas y la ambición, pero hay algo que salta inevitablemente como si fuera una marca tatuada en la frente y en la cara. ¿Saben cuál es? FALTA DE LECTURAS. Un magro y limitado camino como lector da como resultado una total falta de malicia narrativa.