Eterno Retorno

Thursday, April 01, 2021

Librajos cuaresmales

 


Como quien se bebe de hidalgo dos tragos rudos y pateadores, acabo de leer este par de novelas escritas por dos jóvenes autoras mexicanas. Ambas son obras duras, ácidas e inquietantes. Casas vacías de  Brenda Navarro es una inmersión profunda en el dilema de la maternidad a través de una  historia simplemente desapacible que horada en lo profundo. Desde la primera página has hecho tuya la angustia que te mantendrá en vilo hasta el final. En un parpadeo, una joven madre pierde a su pequeño  hijo autista en un parque. Nadie ha visto ni oído nada.  A Daniel  se lo ha tragado la tierra. Si algún día has vivido la pesadilla de perder de vista a tu hijo chiquito en un lugar público, estarás de acuerdo conmigo en que son los instantes más infernales de la vida. Aunque solo sea por unos pocos  minutos, puedo asegurarte que todos los horrores pasan por tu cabeza en durante ese tiempo torturante.  Con semejante inicio, Brenda logra que hagas tuyo el infierno de la madre y también logra que ella te acabe resultando de lo más chocante. Acaso eso sea un gran mérito de la autora, que un personaje ficticio pueda generarte una franca antipatía. La madre de Daniel simplemente cae mal. Resulta egoísta, odiosa y en el fondo acabamos culpándola de lo que sucedió. Inevitablemente terminarás  enfrentándola a la otra figura maternal, la de la mujer que se robó a Daniel porque está obsesionada por vivir la experiencia de la maternidad, aunque su vida esté sumergida en un pozo de mierda. Una mujer que vive inmersa en la absoluta precariedad económica y emocional para quien la idea de poder arrullar un bebé es el nirvana.   Dos formas extremas y contrastantes de vivir la imposición, el mito y la idealización de la maternidad. Mientras Navarro se excede en pausas y reflexiones, Fernanda Melchor te sorraja sin piedad su Blietzkrieg narrativo en Paradais. Su prosa es el equivalente al blast beat en la batería, un ritmo brutal que no concede respiro. Otra vez lo más mórbido del Golfo de México como territorio narrativo en donde hasta los mil demonios interiores de sus personajes parecen apestar a sudor tropical. Entiendo que Temporada de huracanes dejó la vara y muy alta y creo que Paradais pasará a la posteridad como una obra puente (el equivalente a lo que fue el álbum Bomber de Motorhead, una obra menor en medio de dos gigantones como Overkill y Ace of Spades) Paradais es una novela apresurada, con fallos chambones y errores de concentración producto de las prisas (te van a encerrar en el “titular” para menores, se lee por ahí,  o  en pleno julio, el único mes absolutamente vacacional en México,  los chamacos deben alistarse para ir a la escuela). Tropiezos menores que no desmerecen. Al final lo importante es que Fernanda se deja leer y se lee a gusto (cosa que no sucede con Monge, Enrigue, Rivera Garza, etc). Paradais te lo chutas en una tardecita. Casas vacías en un par. Vale la pena leerlas.