Librajos cuaresmales
Como quien se bebe de hidalgo
dos tragos rudos y pateadores, acabo de leer este par de novelas escritas por
dos jóvenes autoras mexicanas. Ambas son obras duras, ácidas e inquietantes.
Casas vacías de Brenda Navarro es una inmersión
profunda en el dilema de la maternidad a través de una historia simplemente desapacible que horada en
lo profundo. Desde la primera página has hecho tuya la angustia que te
mantendrá en vilo hasta el final. En un parpadeo, una joven madre pierde a su pequeño
hijo autista en un parque. Nadie ha
visto ni oído nada. A Daniel se lo ha tragado la tierra. Si algún día has
vivido la pesadilla de perder de vista a tu hijo chiquito en un lugar público,
estarás de acuerdo conmigo en que son los instantes más infernales de la vida.
Aunque solo sea por unos pocos minutos,
puedo asegurarte que todos los horrores pasan por tu cabeza en durante ese tiempo
torturante. Con semejante inicio, Brenda
logra que hagas tuyo el infierno de la madre y también logra que ella te acabe
resultando de lo más chocante. Acaso eso sea un gran mérito de la autora, que
un personaje ficticio pueda generarte una franca antipatía. La madre de Daniel
simplemente cae mal. Resulta egoísta, odiosa y en el fondo acabamos culpándola
de lo que sucedió. Inevitablemente terminarás enfrentándola a la otra figura maternal, la de
la mujer que se robó a Daniel porque está obsesionada por vivir la experiencia
de la maternidad, aunque su vida esté sumergida en un pozo de mierda. Una mujer
que vive inmersa en la absoluta precariedad económica y emocional para quien la
idea de poder arrullar un bebé es el nirvana. Dos
formas extremas y contrastantes de vivir la imposición, el mito y la idealización
de la maternidad. Mientras Navarro se excede en pausas y reflexiones, Fernanda
Melchor te sorraja sin piedad su Blietzkrieg narrativo en Paradais. Su prosa es
el equivalente al blast beat en la batería, un ritmo brutal que no concede
respiro. Otra vez lo más mórbido del Golfo de México como territorio narrativo
en donde hasta los mil demonios interiores de sus personajes parecen apestar a
sudor tropical. Entiendo que Temporada de huracanes dejó la vara y muy alta y
creo que Paradais pasará a la posteridad como una obra puente (el equivalente a
lo que fue el álbum Bomber de Motorhead, una obra menor en medio de dos
gigantones como Overkill y Ace of Spades) Paradais es una novela apresurada,
con fallos chambones y errores de concentración producto de las prisas (te van
a encerrar en el “titular” para menores, se lee por ahí, o en
pleno julio, el único mes absolutamente vacacional en México, los chamacos deben alistarse para ir a la
escuela). Tropiezos menores que no desmerecen. Al final lo importante es que
Fernanda se deja leer y se lee a gusto (cosa que no sucede con Monge, Enrigue,
Rivera Garza, etc). Paradais te lo chutas en una tardecita. Casas vacías en un
par. Vale la pena leerlas.