Eterno Retorno

Monday, March 01, 2021

 


Tiene sus ventajas esto de tener una biblioteca palimpsesto repleta de libros sobrepuestos en  dobles o triples filas. De pronto, en el más improbable recoveco, irrumpe un ejemplar que creías perdido. Desde hace algunos meses extrañaba mucho la novela Yo recibiría las peores noticias de tus lindos labios de Marcal Aquino. ¿Qué carajos había hecho con ella? ¿Se habría exiliado con la mitad embodegada? Poco probable, pues yo estaba seguro de que había permanecido en casa. De pronto, tuve la certeza  de que lo habría puesto dentro de alguno de los baúles de madera, pero luego de explorar hasta las profundidades comprobé que ahí no estaba.  Nada me altera tanto como tener un libro perdido. Tradicionalmente, yo solía saber el lugar exacto en donde se ubicaba cada ejemplar, pero desde que la biblioteca fue dividida y la mitad del acervo exiliado a una bodega, todo se ha tornado caótico. En cada repisa hay dos filas verticales, sobre las cuales hay también montoncitos horizontales. Generalmente el montoncito horizontal de la fila oculta suele ser de difícil acceso, pero de pronto, torciendo la mano hacia la parte alta pude palpar ejemplares ocultos tras la madera y de pronto ahí estaba el amarillento armadillo sobre fondo verde. Verde-amarello. De pilón el poemario Los días que no se nombran de José Emilio Pacheco y De lunes a diciembre de Ortega Ortega. Marzo irrumpe con viento fresco y cielo desnudo (así, como la encuerada de Avándaro, sin el mínimo resquicio de nube con complejo de tanga). El mar en plan petulante, arrojando orgulloso  e impúdico el azulísimo traje elegido para ir despidiendo al invierno. La primavera viene con dagas de desenvainadas como los conjurados de los Idus marzantes.