Tantísimo atardecer derramado.
Como ráfaga de otoñal viento se nos fue el noviembre de las sombras largas y los cielos desnudos. De las neblinas fantasmales de los primeros días pasamos a los azulísimos cielos de la condición Santa Ana. Tiempo de obituarios y condolencias como ritual de vida diaria y de mirar la propia vida como vela en medio de la tormenta. Mientras Baja California parece condenada a volver al rojo del semáforo (del que acaso no salimos nunca) y el arresto domiciliario se prolonga indefinidamente, la única conclusión posible es que en su aparente inmovilidad, el 20 se consumió como arena en puño dentro de un zoom con complejo de eternidad. Diciembre será un soplo y por herencia nos quedará tantísimo atardecer derramado.