Melquíades ya afina su lupa gigantesca.
La ciencia ha eliminado las distancias, pregonaba Melquíades. Dentro de poco, el hombre podrá ver lo que ocurre en cualquier lugar de la tierra sin moverse de su casa. Nada errado que andaba el gitano corpulento de la barba montaraz y las manos de gorrión. Esta tarde le tomaremos la palabra. Siguiendo el rastro de las hormigas y las mariposas amarillas, deambularemos por el barrio de San Ángel. En Calle de la Loma buscaremos el número 19 y una vez ahí llamaremos a la puerta. Acaso nos abrirá Pilar Ternera o la venerable Úrsula centenaria quienes nos conducirán hasta la mesa donde Aureliano Babilonia estará descifrando los últimos pergaminos de la estirpe Buendía. Ahí, en la Casa Estudio Cien Años de Soledad, será donde Orfa Alarcón, Balam Rodrigo y yo crucemos sin documentos la frontera narrativa. Gracias a la Fundación de las Letras Mexicanas y a la Secretaría de Cultura de Baja California por hacerlo posible y a Juan Villoro y Geney Beltrán por coordinar estas charlas. Nos encontramos a las cinco tijuanenses (siete en la CDMX y Monterrey). Melquíades ya afina su lupa gigantesca.