Eterno Retorno

Saturday, November 21, 2020

Del subrayado de libros como un género literario

 

Hay quien ve el subrayado de libros como una forma de maltrato. Yo creo que la peor forma de maltratar a un libro y faltarle al respeto es tenerlo años envuelto en el plástico original, adornando frígido un escritorio, arrumbado en virginal soledad en las profundidades del librero. Un libro es para vivirlo y desparramar sobre él las huellas de una lectura intensa. A Fabio Morábito, por ejemplo, le molesta mucho que los lectores subrayemos libros. En El idioma materno, Fabio receta un par de alegatos contra la “vanidosa compulsión” de los subrayarayadores como yo. Morábito habla de un amigo suyo que “subrayaba de manera compulsiva, como un sustituto de la escritura misma. Al subrayar tanto se defendía de los libros, que mantenía a raya con sus rayas”. Bajo el criterio de Morábito, “el subrayado desmiente el edificio y realza el ladrillo; salven esta frase de las garras del libro, liberen esta joya del pantano que la rodea”. ¿Saben qué fue lo primero que hice al leer esos párrafos? Subrayarlos, por supuesto e incluso improvisé algunos dibujitos para resaltar mis apuntes en el margen de la página. Sí, lo confieso: soy un incurable subrayador. Para mí la lectura es un ritual de marcas y señuelos. Soy un lector de pluma desenvainada. Subrayo párrafos enteros, escribo pequeños comentarios y voy dejando anotaciones relativas al lugar en donde estoy leyendo, las circunstancias del día y mi estado de ánimo. Digamos que entre las páginas pueden leerse apuntes como “tarde nublada parque”, “cae la noche en el aeropuerto”, “larga espera estacionamiento Chula Vista”. Se trata de ir trazando una cartografía de la lectura, de ir marcando el territorio como perro que orina los postes. He llegado al extremo de escribir pequeños relatos en las páginas finales de los ejemplares que leo. Tal vez por eso no me gusta que me presten libros, pues no me siento con la plena libertad de rayarlos a placer como a mí me gusta. Cada cierto tiempo me da por vagar entre mil y un senderos de párrafos subrayados y caminar pisando huellas, descifrando las personalísimas marcas yacientes en cada libro, el criptograma de garabatos en donde se refleja lo pasional y descarnado de la relación de un lector con una página. ¿Es el subrayado de libros un género literario? Ya Borges navegó sobre un libro de prólogos o de pies de página, lo cual me hace pensar en la existencia de una obra alterna, una obra palimpsesto escrita a partir del subrayado y los apuntes de un lector. Si cada lectura es una reinvención del libro, leer a partir de las huellas dejadas por otro lector es reinventar dos libros: el que escribió el autor y el recorrido por el lector que nos antecedió. Cuando yo muera y mi biblioteca sea donada o rematada, habrá algún improbable curioso que topará con los garabatos y jeroglíficos que he ido dejando por ahí y acaso pierda algún tiempo intentando infructuosamente descifrar mi catástrofe de caligrafía.