Eterno Retorno

Monday, October 26, 2020

Sarcoma

 

Fue al final del verano del 83, en el Hospital General de Tijuana. La paciente era una pocha de Los Ángeles, una hommie de treinta y tantos que parecía  de sesenta, demacrada, carcomida, con manchas rosas en la cara, ardiendo en fiebre, tan moribunda y en la ruina como tantos de los que cruzan por esa puerta. La diferencia es que la pocha aterraba a todo el mundo y nadie se le quería acercar.

Fue la doctora Remedios Lozada quien la atendió. Aunque estábamos saturados, se le destinó un cuarto propio que fue  aislado por completo con medidas de seguridad que nunca antes habíamos empleado. No cualquiera podía entrar y para hacerlo había que cubrirse por completo con un traje hermético. Se trataba, al parecer, de esa nueva enfermedad tan rara que estaba matando homosexuales y haitianos en Estados Unidos y aún desconocíamos  casi todo de ella. La doctora me eligió como su asistente en ese arduo proceso. Entrábamos a aquel espacio con el cuidado y el terror de quien manipulará material radioactivo sabiendo que ahí, sobre esa cama, yacía algo terrible y desconocido para la ciencia, algo oscuro y mórbido que no alcanzábamos a dimensionar. Aquel era el primer caso registrado en un hospital mexicano.  Tal vez hoy lo hemos acabado por asumir como algo cotidiano, pero en 1983 aquello en verdad aterraba. Aquel sarcoma era el rostro de lo que entonces era visto como una plaga apocalíptica. La paciente murió a las pocas semanas.