Eterno Retorno

Monday, October 26, 2020

HG

 

Al principio todo fue cumplir órdenes, aguantar sopapeadas y regaños, llevar, traer y sostener vendas y alcoholes, pero claro, eso solo fue al principio. Después el ritmo demencial de ese descomunal moridero nos envolvió y se encargó de contagiarnos su locura y todas tuvimos que hacer de todo y entrarle parejo. Creo que el único día de mi vida en que vi vacío y en calma  al Hospital General fue el primero, cuando entró en funciones, pues al caer la tarde ya habían llegado los primeros internos y desde entonces no han parado de llegar, día tras día, hora tras hora. La ciudad se encarga de proveer siempre un nuevo moribundo, uno tras otro, cada uno con los minutos contados. En el Hospital General recibimos a los que nadie quiere recibir, a los no afiliados al Seguro Social, a los que nunca han podido destinar un peso para pagar un médico privado, los mil y un sobrevivientes de la economía subterránea, la carne de cañón machacada por las fauces de esta gran bestia urbana. Deportados, indigentes, paracaidistas, migrantes recién llegados. Entonces me acostumbré a ver morir y me acostumbré rápido.