Apetito natural de desparramar palabra
En mi hipotético manual sobre el
arte de leer con café y escribir con whisky debería resaltar la importancia de despertar
temprano y del sueño regular como un elemento clave en la alineación de
neuronas literarias. Hay mucha, muchísima lava hirviendo adentro del volcán
pero se requieren condiciones concretas y atípicas para hacerla brotar. Puede a
medias inducirse, pero el entorno y sobre todo el metabolismo, pueden conspirar
a favor o en contra. Desde hace meses vengo barajando algunos personajes e historias que revolotean por ahí, en plan
celestino y calientahuevos. Hoy reparé en que bien se puede hacer una
mescolanza de todo, un chocochorro prosístico donde lo mismo arrojemos
frijoles, tocino, cabezas de pescado podrido, ajos, manteca, verdura y gordos
de carne. Embadurnar todos los personajes y tramas fallidas y colarlos dentro
de la pestífera moda cuarentenera y dar forma a algo que bien puede evocar un
debrayado Decamerón, una ristra de errabundos que coinciden una tarde lluviosa
de domingo frente al muro de Playas de Tijuana. Los une la complicidad del
humo, el desbarrancadero existencial y el sinsentido. Acabarán refugiándose en
algún viñedo por los rumbos de San José de la Zorra, aunque tampoco descarto
ponerlos en plan Transpeninsular y hacerlos viajar a la heroica o a Loreto.